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Por Publicado el: 17/10/2013Categorías: Crítica

CRÍTICA: ‘Der Wildschütz’

Un entretenimiento sin más aspiraciones

DER WILDSCHÜTZ (A. LORTZING)

 Volksoper de Viena. 15 Octubre 2013.

La Volksoper juega en Viena un papel muy parecido al de del Teatro de la Zarzuela en Madrid. Su actividad está fundamentalmente dedicada al musical y a la opereta, pero tiene también una interesante programación de ópera propiamente dicha. A este teatro no se viene a escuchar grandes voces, sino a ver espectáculos bien rodados, presentados de manera suficiente y a precios asequibles. A diferencia de lo que ocurre con el Teatro de la Zarzuela en Madrid, la actividad aquí es muy variada y cubre 11 meses al año, en los que apenas hay días sin espectáculos.

 Albert Lortzing (1801-1851) es un compositor poco conocido en nuestro país, pero que ha contado y cuenta con gran popularidad en los países germánicos, estando su fama basada en sus dos óperas más conocidas, que no han dejado nunca de estar en el repertorio de muchos teatros. Me refiero a Zar und Zimmermann (1837) y a Der Wildschütz (1842). La popularidad de ambas obras aquí es indiscutible. Baste decir que en la Volksoper se han representado cientos de veces ambas óperas, especialmente la primera de las señaladas.

Der Wildschütz corresponde a lo que se conoce como Singspiel y se trata de una ópera cómica (no confundir con la Opéra Comique francesa), en la línea de la comedia de enredo, con disfraces y cambios de personalidad, que hay que tomarla como viene, ya que resulta bastante difícil  dar credibilidad a lo que ocurre en escena. Baste decir que la protagonista aparece disfrazada de un joven estudiante para asumir después la figura de una joven prometida para así entrar en la casa de su hermano, que ni por esas la reconoce. Abundan los diálogos y la música resulta agradable, siempre que no se quiera ser muy exigente y uno no pretenda sino pasar unas horas entretenido.

Lo mejor del espectáculo fue la producción de Dietrich Hilsdrorf, que narra bien la trama, muy apoyado en una muy atractiva escenografía de Dieter Richter, espectacular en algunos momentos. Cuenta con un  adecuado vestuario de Renate Schmitzer. La dirección escénica está bien conseguida, manejando muy bien tanto a las masas como a los solistas, en un espectáculo que está muy rodado.

La dirección musical de Alfred Eschwé fue muy adecuada, con buen ritmo y apoyando bien a la escena. La Orquesta de la Volksoper no es una formación precisamente excelente, pero cubre bien las exigencias de este tipo de espectáculos. Mejor el Coro, incluyendo un notable Coro de niños y un grupito de jovencitos que dan una serenata de cuerda en el escenario.

Las voces que se pueden escuchar en este teatro no  son excepcionales, pero hay veces en que salta la liebre, si se tiene la fortuna de coincidir con algún cantante joven en sus inicios, antes de que comience su carrera en teatros de importancia. En todos los casos lo que siempre está garantizada es una notable prestación escénica, ya que los espectáculo están siempre muy rodados.

La voz más interesante de todo el reparto fue la de la joven soprano Anita Götz, que cantaba el personaje de Gretchen, la joven huérfana que se va a casar con el maestro Baculus. Tiene un timbre atractivo y canta con gusto, siendo más que una pura soubrette.

La soprano Birgid Steinberger cubría la parte de la Baronesa Freimann, estando casi toda la ópera disfrazada – hasta de sí misma – sin que nadie la reconozca. Vocalmente, no va más allá de ser una soubrette sin importancia, pero canta con gusto y expresividad.

Mirko Roschkowski dio vida al Barón Kronthal y mostró una voz agradable de tenor ligero bien emitida. Es uno de los cantantes más frecuentes en la Volksoper.  El barítono Daniel Ochoa encarnó al Conde Eberbach y lo hizo bien, con una voz un tanto engolada y de no mucho volumen.

La contralto  Martina Mikelic era la Condesa Eberbach y resultó divertida, con una voz de escasa calidad. Andreas Daum fue un adecuado Baculus, un tanto pobretón vocalmente.

El teatro ofrecía una entrada de alrededor del 70 % de su aforo. El público se mostró un tanto frío durante la representación y más calido en los saludos finales.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 2 horas y 58 minutos, incluyendo un intermedio. Los aplausos finales no pasaron de los 4 minutos.

El precio de la entrada más cara era de 86 euros, habiendo butacas también por 59 euros. En los pisos superiores los precios oscilaban entre 59 y 41 euros. La entrada más barata costaba 24 euros.  José M. Irurzun

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