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Por Publicado el: 06/02/2025Categorías: En vivo

Crítica: En busca de la elevación, con la Filarmónica de Múnich en el ciclo Ibermúsica

EN BUSCA DE LA ELEVACIÓN

Obras de Bach y Bruckner. Orquesta Filarmónica de Múnich. Solista y director: Lahav Shani. Auditorio Nacional, Madrid, 4 de febrero de 2025. Ibermúsica Serie Arriaga.

EN BUSCA DE LA ELEVACIÓNObras de Bach y Bruckner. Orquesta Filarmónica de Múnich. Solista y director: Lahav Shani. Auditorio Nacional, Madrid, 4 de febrero de 2025. Ibermúsica Serie Arriaga.

Lahav Shani al frente de la Filarmónica de Múnich en Ibermúsica
Fotos: Rafa Martín/Ibermúsica

Decir Bruckner y decir Filarmónica de Múnich es evocar la figura, la personalidad y la sapiencia del histórico Sergiu Celibidache, que grabó todas las Sinfonías del Pío organista de San Florián y que se despidió de Madrid en 1994, con esta formación a sus órdenes, dirigiendo en esa ocasión la monumental Octava.

Muchos nos hemos acordado hoy de esa efeméride al seguir la interpretación de la nº 9 por esa falange y el director de la ocasión, el muy dotado, solvente y aplicado Lahav Shani (Tel Aviv, 1989), un maestro que viene lanzado, que ha gobernado ya algunas de las mejores formaciones europeas y que será el titular de la muniquesa a partir de 2026.

Shani, que dirige, como tantos hoy, sin batuta, tiene cualidades evidentes: seguridad de mando a partir de un gesto claro y bien articulado en el que los brazos trazan geométricos vaivenes, variedad de ataques, a veces fulmíneos, otras suaves y elegantes, control muy apreciable de las dinámicas, sentido común para establecer proporciones y aparente ascendencia sobre la agrupación a sus órdenes. Los instrumentistas da la impresión de que lo siguen sin problemas y se entregan. Había que ver, por ejemplo, a los ocho contrabajos cómo se lanzaban con el arco agitado y tembloroso sobre el “ponticello”.

Todo ello ha redundado en que hayamos podido escuchar una aceptable versión de la obra inacabada del compositor austriaco. Naturalmente, poco o nada ha tenido que ver con la hubiera podido dirigir Celibidache o alguno de sus continuadores en la capital bávara, como Maazel, Mehta o incluso Gergiev; o la que ofreciera al frente de la Sinfónica de Chicago Georg Solti. Por poner algunos ejemplos. La memoria es lo que ha jugado en contra de Shani al que, como ya hemos dicho, le hemos visto cualidades nada despreciables.

Claro que la Sinfonía nº 9 es la que mejor revela esa siempre pretendida esencia mística del compositor y la que, a juicio de Ernst Kurth, mostraba en mayor medida las novedades anticipadoras del expresionismo: grandes intervalos, rica y diferenciada armonía, muy impregnada del cromatismo del Tristán wagneriano, crescendi abruptos, disonancias largamente mantenidas y concentraciones sonoras que anuncian pasajes de la Décima Sinfonía (también incompleta) de Mahler.

En general, pese a la buena y a veces excelente construcción y la visión de conjunto de Shani, hemos echado en falta las más de las veces esa elevada espiritualidad que es un sello de la partitura; mayores contrastes dinámicos, fraseo más acabado, clarificación de pasajes contrapuntísticos. Y eso que los primeros compases, solemnes y misteriosos, con las ocho trompas al unísono, han establecido el clima adecuado. Pero luego ha faltado profundidad en la dicción, acentos menos prosaicos y mayor clarificación de texturas, muy borrosas en los pasajes previos a la coda. Ninguna exquisitez y relativa administración de volúmenes en el diabólico Scherzo.

El Adagio postrero, que es una sobrecogedora maravilla de impecable construcción, tuvo densidad y adecuada acentuación en busca de ese clima pre-expresionista y que aparece envuelto en fatídicas disonancias. Uno de los momentos más destacados de la sesión. A la maravillosa coda le faltó, sin embargo, concentración, elevación, finura, éxtasis. La aparición del tema introductorio de la Séptima Sinfonía, cantado lentamente sobre irisaciones de las cuerdas por las trompas tubas Wagner, pedía una elevación más notoria.

Gran actuación en todo caso de la magnífica centuria muniquesa. Diecinueve de sus componentes tocaron junto a Shani como solista y para abrir boca el Concierto nº 1 en Re menor BWV 1052 de Bach. Una versión moderna e irrespetuosa con el original para clave. Estuvo bien acentuada en la línea que se lleva desde hace años. Y que cada vez se discute más en busca de la autenticidad.

Arturo Reverter

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