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Por Publicado el: 09/03/2020Categorías: En vivo

Critica: Esther Vidal y la Orquesta de Valencia. Querida violinista, admirada amiga.

ORQUESTA DE VALÈNCIA Y ESTHER VIDAL

Querida violinista, admirada amiga

Orquesta de València. Solista: Esther Vidal (violín). Directora: Anne Manson. Pro­gra­ma conmemorativo Día Internacional de la Mujer: Obras de Smyth, Mozart, Bacewicz y Maconchy. Lugar:Teatre El Musical. Entra­da: Alre­de­dor de 400 perso­nas (lleno). Fe­cha: 6 marzo 2020.

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Esther Vidal

Llegó la directora estadounidense Anne Manson (1961) al podio de la Orquesta de València para liderar el concierto que con motivo del Día Internacional de la Mujer ha promovido el Palau de la Música en el poco musical El Musical, el teatro de cultura y ocio que mantiene activo el Ayuntamiento en el Cabanyal. Como solista, Esther Vidal, componente esencial de la formación valenciana. Con su inconfundible melena roja, sus cueros, tatuajes, piercings y demás parafernalia de una personalidad entrañable y cálida, impuso su sensible calidad instrumental con el delicado y peligroso Quinto concierto para violín y orquesta de Mozart.

Fue una versión in crescendo, mermada por la muy mala acústica  de El Musical, que tras lo balbuceos iniciales tomó cuerpo en el cálidamente cantado Adagio central y alcanzó vuelo en el galante y singular rondó “alla turca”, dicho por la solista con resuelta nitidez, dominio instrumental y chispa mozartiana. Fue la culminación de una interpretación que acreditó la raigambre artística de quien siempre ha sido fiel a su instrumento y a su bien forjada escuela, que ella, desde el orgullo de “llevar ya 25 años en esta orquesta maravillosa”, dijo muy emocionada, ha sabido conciliar con su indeclinable impronta vital. Unos y otras, otras y unos, aplaudimos con sincero entusiasmo a la querida violinista y a la admirada amiga. Ella, generosa y entrañable como siempre, regaló a todos una sentida y jugosa versión del melancólico Oblivion de Piazzola acompañada por sus amigos/compañeros de la Orquestra de València. Inolvidable.

Esther contó con la complicidad veterana de Anne Manson, directora de amplia trayectoria que no vaciló en asumir un programa infrecuente todo él –salvo el concierto de Mozart-, inédito en los atriles de la Orquesta de València, compuesto por músicas de tres compositoras de diverso pelaje, y en el que sorprende la ausencia de alguna creadora española o valenciana, que haberlas haylas, y muy buenas. ¡Lástima!

De la londinense Ethel Smyth (1858-1944), miembro en su día del pionero movimiento sufragista, se interpretó al comienzo del programa el preludio del segundo acto de su ópera The Wreckers, compuesta en 1906 dentro de un lenguaje aún teñido de romanticismo, y cuya mayor virtud es haber servido de fuente a Britten para su genial ópera Peter Grimes. Mayor interés depararon las dos obras escuchadas en la segunda parte, donde convivieron pentagramas de la polaca Grażyna Bacewicz (1909-1969) y de su contemporánea Elizabeth Maconchy (1907-1994) compositora inglesa conocida fundamentalmente por sus trece cuartetos de cuerda. De la primera se presentó el Concierto para orquesta de cuerdas, cuyos tres breves movimientos, tan cargados de sustancia, bellezas y oficio, supusieron lo mejor de la noche junto con el Concierto de Mozart.

Como colofón de tan femíneo programa, llegó la brillante suite The Land, compuesta por Maconchy en 1930, año en que fue estrenada dirigida por Henry Wood. La orquesta, bajo el dictado desenvuelto pero no siempre preciso de Anne Manson -lo que provocó alguna que otra entrada en falso-, hizo gala de profesionalidad y voluntad para intentar superar la adversidad insalvable de la inapropiada acústica. Los importantes y comprometidos solos dieron oportunidad a algunos solistas de lucirse en toda regla. Pilar Marín (viola), Anabel García (violín) y Mariano García (violonchelo) fueron perfectos protagonistas de una versión cuyo vistoso Allegro molto hubo de ser bisado en respuesta al aplauso y calor de un público diferente. Al salir de El Musical, la noche del Cabanyal se sentía vivamente hermosa. Justo Romero

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