Critica: “I Tre Gobbi”, el poliamor de hace dos siglos en la Maestranza
El poliamor de hace dos siglos
I Tre Gobbi ópera de cámara de Manuel García con libreto de Carlo Goldoni. Intérpretes: Patricia Calvache (Madama Vezzosa), Aitor Garitano (Conde Bellavita), Ángela Lindo (Barón Macacco), Enrique Monteoliva (Marqués Parpagnacco), Rita Morais (criada), Álvaro Copado (criado, bailarín y asistente de dirección de escena). Dirección de escena: José Luis Arellano. Escenografía: Pablo Menor Palomo. Vestuario: Ikerne Giménez. Iluminación: David Picazo. Dirección musical y piano: Rubén Fernández Aguirre. Producción de la Fundación Juan March y Teatro de la Zarzuela. Lugar: Teatro de la Maestranza (Sala Manuel García). Fecha: Martes, 4 de marzo. Aforo: Lleno.

Escena de “I Tre Gobbi”
A juzgar por las óperas de cámara que compuso para ellos Manuel García en sus tres últimos años de vida, muy alto debía ser el nivel de su enseñanza y no menor el de sus alumnos y alumnas de París. Esta ópera de cámara, como las otras cinco de su catálogo (recientemente ha aparecido una sexta en los archivos parisinos, La buona famiglia, también sobre un texto de Goldoni), fue compuesta por el sevillano para servir de ejercicio final de curso en su academia particular de canto.
Están escritas, por lo tanto, para lucir al máximo nivel las habilidades de sus pupilos y están también por ello sembradas de dificultades técnicas, especialmente en el terreno de las agilidades, la coloratura y la afinación, tanto a nivel individual (modulaciones sorpresivas) como de conjunto, con concertantes a capella de complejas armonías.
Para la reposición de esta producción se invocó el espíritu de su origen y se hicieron hace meses audiciones de jóvenes voces, a modo de Ópera Estudio, para seleccionar a los cinco solistas, con gran acierto a la vista de los resultados escuchados en la sala que lleva el nombre del compositor.
La gaditana Patricia Calvache estuvo soberbia en su complicado papel de cortesana que se hace querer por tres pretendientes y que al final les propone compartir el tiempo con los tres. La voz tiene brillo, corre con naturalidad en toda la franja y su técnica regulatoria es excelente, como se puso disfrutar en Parad, avecillas, canción del propio García interpolada en el cambio de actos y cantada a flor de labios, con bellísimas medias voces y un pianissimo final emocionante. Y en el terreno de la coloratura fue irreprochable, manifestándose aquí los resultados de sus estudios en la Accademia Rossiniana de Pesaro. La línea de canto infalible y su afinación inmaculada incluso en los más intrincados pasajes armónicos.
Espléndido también Aitor Garitano, con una voz netamente rossiniana de tenor lírico-ligero con squillo, facilidad para la coloratura, soltura en la franja aguda y una irreprochable línea de canto. Al mismo nivel estuvo Enrique Monteoliva como barítono bufo de voz bien proyectada, con color y con dominio del rápido canto silábico característico de este tipo de personaje.
A diferencia de la producción madrileña original, el personaje del Barón Macacco (el tercer jorobado pretendiente de Madama Vezzosa) ha sido aquí asignado a la mezzosoprano Ángela Lindo, buscando así una más amplia paleta de colores vocales. Aunque la voz no esté del todo liberada, con la pérdida consiguiente de brillo, Lindo canta con mucho gusto, se aprecia una materia prima muy interesantey una buena técnica en las coloraturas. Bonita y timbrada la voz de Rita Morais en su única intervención, en realidad inventada para esta producción de Sevilla porque no existe su personaje en el libreto. Se le ha asignado un aria de Madama Vezzosa que Morais cantó con mucha delicadeza.
Nada de esto hubiera sido posible sin el trabajo, primero de selección de cantantes y luego de ensayos y construcción musical del espectáculo, de Rubén Fernández Aguirre, paladín de la recuperación de las óperas de cámara de Manuel García desde hace muchos años. Conoce por ello el lenguaje y el estilo al dedillo y sabe transmitirlo a los cantantes.
Además de su trabajo de concertación, hay que descubrirse ante su capacidad de sacar oro de pasajes tan simples en la partitura como los recitativos, que en sus manos brillan con fantasía y creatividad, con infinidad de acentos y recursos expresivos. Su acompañamiento fue un dechado de fraseo y de mimo hacia las voces, con momentos de una delicadeza bellísima en la mencionada canción intercalada.
Arellano y su equipo (bellísimo vestuario de época) han demostrado sabiduría teatral a la hora de agilizar y dar vida a la trama en un espacio tan reducido. El recurso del criado que no habla pero que evoluciona por la escena aporta agilidad y fluidez al desarrollo de las escenas. Teatro, puro teatro.
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