Critica: Entre las estrellas y el paraíso con Cornelius Meister en la ONE
ENTRE LAS ESTRELLAS Y EL PARAÍSO
Obras de García-Tomás, Rajmáninov y Mahler. Alexandra Dovgan, piano. Cornelius Meister, director. Orquesta Nacional de España (ONE). Auditorio Nacional, 7 de marzo de 2025.

Cornelius Meister
Teníamos buen recuerdo de Cornelius Meister (1980) desde que hace unos pocos años dirigió a la Nacional la suite “La sirenita” de Zemlinsky. Hemos observado de nuevo su claridad de gesto, su diligencia, su presteza, su permanente sonrisa. Los músicos parecen a gusto con él y con sus propuestas, aplicadas en este caso a un programa que se abría con una obra de reciente creación de Raquel García-Tomás, “Las constelaciones que más brillan”, en la que evoca, según sus palabras recogidas en las didácticas notas al programa firmadas por Mario Muñoz Carrasco, “una exploración poética que crea una sensación muy subjetiva de estar observando las estrellas”.
Un lejano rumor en los instrumentos graves, sonidos como hilachas pianísimo en las maderas, un fluido sonoro de lento desarrollo, un permanente intervalo descendente, a modo de leitmotiv, un refinado y hormigueante paisaje sonoro de rara delicadeza que va creciendo hasta una explosión (relativa) final nos pintan en ocho minutos ese universo. Obra plácida, agradable dirigida sin batuta por Meister, que fue muy aplaudida. Como lo fue la interpretación de la “Rapsodia sobre un tema de Paganini” de Rajmáninov en sus tres reconocibles partes. Escuchamos una interpretación vivaz, ligera, cuajada de finuras, que podríamos considerar acuarelística, por parte de la joven pianista rusa Alexandra Dovgan de 17 años.
Exhibió una irreprochable técnica de ataque y apoyo a la nota, un fraseo turgente y cálido, con pasajeras borrosidades a causa de un deseo de epatar, de mostrar habilidades a lo largo de un discurso verdaderamente caleidoscópico. Una lectura quizá en exceso preciosista que disfrutamos vivamente y que fue lo suficientemente aguerrida en la variación “nº 7”, con la cita del socorrido tema del “Dies irae” y que tuvo su momento cantábile en la más conocida variación, la “nº 18”. Ahí Dovgan se dejó llevar y envolver en el cuidadoso acompañamiento de Meister y la Orquesta.
La sesión se cerró con la “Cuarta Sinfonía” de Mahler, escuchada hace muy poco en el mismo lugar en interpretación de la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig y Andris Nelsons. La de Meister y la ONE no tuvo el flujo narrativo, la elegancia, la transparencia, la sutileza ni la elasticidad y empleo del rubato de aquella. Fue más afirmativa y “terrenal”, incluso en las infantiles evocaciones celestiales del cuarto movimiento. Agudeza y finura en el primero, ironía y sarcasmo en el segundo, laxitud y calor en el tercero, un Adagio construido compás a compás y fraseado con rara elegancia, con un crecimiento hacia el pináculo que da cima a la nostalgia y nos eleva hacia un lirismo en plenitud.
Luego el recogimiento y las dulzuras de un paraíso limpio e infantil. Aquí mostró su timbre plateado y su frescura vocal la soprano Vera-Lotte Boecker, de cálidos acentos y cierto apagamiento en la zona grave. El concertino Miguel Colom, mostró rigor y habilidad, imaginación y chisposidad en sus intervenciones a solo del segundo movimiento, esa curiosa “danza de la muerte” que requiere el empleo alternativo de un violín afinado un tono más alto. Arturo Reverter
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