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Por Publicado el: 02/11/2023Categorías: En vivo

Crítica: Orlando Paladino en el Teatro Real

Una joya Haydniana

Haydn: Orlando paladino. Reparto: Emőke Baráth, Renato Dolcini, Alasdair Kent, Josh Lovell, Krystiam Adam, Natalia Rubis, Nuria Rial. Il Giardino Armonico. Director: Giovanni Antonini. Teatro Real, Madrid, 1 de noviembre de 2023.

Orlanado-Paladino-en-el-Teatro-Real-c-Javier-del-Real

Orlanado Paladino en el Teatro Real (c) Javier del Real

Esta muy bella ópera de Haydn, que se escucha por vez primera en el Teatro Real, vio la primera luz en Esterházá el 6 de diciembre de 1782. Es una obra magnífica, semiseria, con abundantes pasajes bufos. La buena mano del compositor, ya muy ducho en el género, se hace notar desde la misma obertura, cuajada de curiosos silencios y que establece desde el principio el tono general de la partitura, que transcurre animadamente, con recitativos secos y acompañados (algunos de estos, de Angelica y de Orlando, auténticas obras maestras por el contenido, la sabiduría del trazo y el dominio del claroscuro).

La habilidad haydniana para combinar lo bufo con lo serio, incluso con lo heroico, es magistral. Asistimos a continuas alternancias y seguimos pasajes de rara originalidad, como los desarrollados en el aria de Angelica “Aure chete”, donde la voz dialoga con el oboe. Los finale están llenos de ideas. En el primero, por ejemplo, en medio de un pasaje de furiosa rítmica, asistimos a un “concertato” de esos llamados “de estupor”. Por no hablar del jugoso “vaudeville” conclusivo. Y del ejemplar dominio de la armonía, con estratégicos saltos y modulaciones a menor.

La instrumentación es tan variada como jugosa, precisa, estimulante y adecuada. En cada instante. Aquí la disfrutamos plenamente merced al talento de Antonini y a la calidad de sus músicos barrocos, no más de veinte, con dos trompas sensacionales. Acoplamiento general con desajustes inapreciables y un discurso contrastado y estimulante. Todo sonó en su sitio, lleno de detalles, con el director atento al más mínimo detalle y con una espléndida fusión con las voces. Y con remansos líricos maravillosos, como los del dúo Angelica-Medoro, que nos trajo a la memoria el dúo de Adán y Eva de “La Creación”.

De estas hay que destacar sobre todo la de la húngara Ermöke Baráth, una lírica de bellos reflejos, que afrontó sus números de bravura sin vacilaciones, evidenciando una notable facilidad para las agilidades, con graves bien apoyados y agudos certeros. Muy escasas faltas de apoyo y afinación casi siempre correcta. Expresiva y concentrada en los pasajes más líricos y sesudos. En orden de méritos hay que mencionar a Krystiam Adam, muy gracioso en las partes de Licone y de Pasquale, a quien vimos no hace mucho en “Achille in Sciro” en el propio Real. Cantó como tenor, aunque el timbre es más bien de barítono muy lírico. Tiene potencia y regula magníficamente el sonido.

Discreto el tenor Josh Lovell (Medoro), de voz no muy rica y un tanto envarado, pero salió del paso muy dignamente en la mayoría de sus intervenciones. El también tenor Alaisdar Kent evidenció, en la parte de Orlando, un buen dominio de los pasajes rápidos y poblados de semicorcheas. Buena técnica. Lástima que no le acompañe el instrumento, muy delgado y gris, adornado además de un excesivo vibrato. Claro que su parte se las trae. Renato Dolcini defendió con soltura y aplomo los papeles de Rodomonte y el más breve de Caronte. Es un bajo de reducido estuche y sonoridad algo pobretona.

En su sitio, Natalia Rubis, lirico-ligera de indudable brillo tímbrico, como Eurilla, y Nuria Rial, voz similar pero más sedosa y atractiva, que hizo una bien puesta Alcina, papel nada lucido en esta ópera. En conjunto, pues, un notable medio para el equipo vocal, que se acopló bien al mando elástico y nervioso de Antonini, que no emplea batuta. Una pena que el programa de mano sea tan pobretón y que no contenga más que los nombres de los intérpretes, con fotos para los vocales. Una ópera tan importante como esta, estreno en Madrid, merecía un mayor despliegue. Al menos el argumento. Porque con el famoso QR para los móviles tampoco se obtenía información. En todo caso, felicidades al Real por haberla programado, aunque sea en versión de concierto y una sola vez. Arturo Reverter

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