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Por Publicado el: 23/09/2022Categorías: En vivo

Crítica: Orphée de Philip Glass en los Teatros de Canal

Sin noticias del héroe

Orphée, Philip Glass. Edward Nelson, María Rey-Joly, Mikeldi Atxalandabaso, Sylvia Schwartz, Pablo García-López, Karina Demurova, Emmanuel Faraldo, Cristian Díaz, David Sánchez, Tomeu Bibiloni, Alejandro Sánchez. Orquesta Titular del Teatro Real. Teatros del Canal. Dirección musical: Jordi Francés. Dirección de escena: Rafael R. Villalobos. 21 de septiembre

Orphée. Escena de la producción. Teatros del Canal (c) Pablo Lorente

Cuando los lenguajes son imprecisos, las adaptaciones resultan más sencillas, tal vez por los espacios libres que quedan tras el esqueleto de los hechos y que son auténticos hangares creativos para los artistas que quieran desplegar su imaginario. Un mito como el de Orfeo es el ejemplo de esa imprecisión: un mito ambivalente que ha llegado a nosotros simplificado por el rescate de Euridíce pero que en el mundo griego tenía mayores connotaciones: para muchos, la aventura de Orfeo era la apología del ególatra, que le importaba más el reconocimiento público de su viaje que la propia vida de Euridíce. Cocteau, poeta de tantas cosas, profundizó en la muerte como transformación y el camino del héroe/poeta como algunos de sus temas fetiche. Por eso encuentra una lógica casi cartesiana en la elección del tema de Orfeo para su trilogía cinematográfica, porque resume en su trama los tres vértices de la tragedia: música (o poesía), amor y muerte. O, dicho de otra forma: creación, trasformación y trascendencia. Luego Philip Glass se sentiría fascinado por la trilogía de películas e hizo una especie de juego del teléfono escacharrado: una versión de una versión de una versión.

Así estrenó la temporada el Teatro Real, en este caso en la Sala Roja de los Teatros del Canal (que coproduce este título) para ver cómo Philip Glass redecora el Orphée de Cocteau. Y precisamente es la música lo más destacable de la función. La partitura de Glass es un esquema sin depurar donde la responsabilidad del músico en la toma de decisiones se hace norma. La lucidez en este caso de Jordi Francés es encomiable, manteniendo la seducción del sonido mucho más allá de los primeros compases a base de ajustar la paleta tímbrica y de crear una narrativa propia dentro de la partitura a la hora de dosificar las intensidades. Las atmósferas quedaron detalladas desde el foso, sin necesidad de refuerzos escénicos, y la interpretación del último tercio de la ópera por parte de la Orquesta Titular del Teatro Real fue emocionante.

En lo vocal el quinteto protagonista se mantuvo en un gran nivel, destacando la variedad de matices en el canto de Edward Nelson (Orfeo), que vivió en el dúo de amor con María Rey-Joly su mejor momento. Rey-Joly (la Princesa) puso su poderosa emisión al servicio de un personaje que a la postre resulta el más torturado, y obligado a cantar siempre en dinámicas extremas. Mikeldi Atxalandabaso consiguió conmover con su interpretación de Heurtebise, el menos turbio de todos los personajes y el que más empatía despierta por su condición de hombre extinto. Perfectos en sus cometidos el joven Cegèste de Pablo García-Lopez y la enamorada Eurídice de Sylvia Schwartz.

El director de escena Rafael R. Villalobos quiso hacer una reflexión sobre la pureza del arte, sobre el pánico a la irrelevancia y el poder de los ajenos a la creación. Para ello intentó convocar en escena ese Nueva York de los 90 presa del mercantilismo más salvaje, donde el dinero alteraba el discurso creativo del artista. Pero situar en el escenario un grupo de pantallas y una pared lateral como representación de esa Nueva York es tan pertinente como poner una caja de cereales y una tumbona: son códigos que no transmiten en sí mismos el significado pretendido, y como tales se desvirtúan. Eso no quita que algunas de las imágenes fueran potentes y estéticamente bien trabadas. Villalobos es un defensor de la imagen como significado y tiene un gran talento para ello. Destacaron en esa línea el anaranjado descenso al mundo de los muertos y los juegos de sombras que identificaban en muchos casos la escala moral cada personaje.

El lleno en la Sala Roja y la gran acogida del estreno hablan no solo de calidades artísticas, sino también de pertinencias temáticas: Orfeo, por suerte, es humano. Seguimos sin noticias del héroe. Mario Muñoz Carrasco

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