Crítica: Otello en ABAO. Equilibrado y poderoso
EQUILIBRADO Y PODEROSO
Otello, dramma lirico en cuatro actos de Giuseppe Verdi, con libreto de Arrigo Boito. Jorge de León, Ermonela Jaho, Claudio Sgura, Mikeldi Atxalandabaso, Anna Tobella, Vicenç Esteve, Fernando Latorre, José Manuel Díaz, David Aguayo. Coro Ópera de Bilbao. Coro infantil de la Sociedad Coral de Bilbao. Orquesta Sinfónica de Kiev. Ignacio García, director de escena. Francesco Ivan Ciampa, director musical / maestro concertador. Producción de ABAO Bilbao Ópera. Auditorio Euskalduna, 15.V.2025.

Imagen de la puesta en escena de Otello en ABAO
Este poderoso título lírico que cierra la temporada septuagésimo-tercera de la ABAO – Bilbao Ópera tuvo en la representación que aquí se valora (trasmitida en directo por el segundo canal de la televisión vasca) un especial regusto luminoso de bondad con calificación de sobresaliente, aunque justito, pues hubo detalles que no le permitieron la rotundidad deseada por los bien intencionados.
Los paros laborales que, en modo intermitente, vienen realizando los músicos de la Orquesta Sinfónica de Bilbao, hizo que ABAO buscara en otras agrupaciones su sustitución, a lo que todas las españolas que fueron consultadas se negaron, amén una francesa, y declinaran la oferta de trabajo, alegando motivos de solidaridad. ¡Cómo está el patio! Ante semejante situación llegó a Bilbao la Orquesta Sinfónica de Kiev, que reside de modo estable transitorio en Alemania por causa del conflicto bélico creado por Rusia contra Ucrania.
Pese a contar con menos días de ensayos que los deseados, se disfrutó con el sonido poderoso (a veces casi en ffff) de esta entidad musical, apreciándose así en las secciones de viento y de percusión principalmente, ofreciendo a la experta batuta de Francesco Ivan Ciampa la posibilidad de modular las cadencias sonoras, a través de una cuidada lectura de la partitura, resaltando con elegancia los evidentes aromas wagnerianos que fluyen desde esta poderosa composición verdiana.
En el terreno escenográfico la obra Gabriele Moreschi puede quedar encuadrada en el ámbito clasicista que requiere esta ópera, aunque algunos detalles no parecen muy propios para una fortaleza chipriota, creando espacios diáfanos en demasía; lo mismo se puede decir del vestuario de Gabriela Salaberri, donde primó el negro extremo, color bastante lejano de la moda véneta a finales del siglo XV. De cualquier modo es preferible todo ello a los sindiós que proliferan en el modernismo escénico de nuestros días, con la pretensión petulante de leer la cartilla o enmendar la plana a los libretistas y compositores de siglos pasados.
En la dirección escénica de Ignacio García se apreció la tendencia a utilizar con cuentagotas los enormes recursos que se significan en el librero de Boito y las indicaciones explícitas que obran en la partitura de Verdi. La iluminación de Albert Faura ilustró bien el discurso musical. Correctos los coros, tanto el de mayores como el de escolanos, adquiriendo especial relieve el interno del acto II.
Jorge de León, es un tenor con mucho poder y dotado de una fonación bien encuadrada en la tesitura de spinto, adornada con bruñido y tronante registro agudo, empleando con sabiduría la técnica de administración de fiato y aplicando il canto legato sul labbra con elegancia. Tuvo momentos de dificultad canora causados por las posturas que le exigió la dirección de escena, como fue el caso de hacerle cantar “Ah! Mile vie gli donasse Iddio” tendido en el suelo cuan largo es, o inclinado sobre el lecho de Desdémona con una rodilla apoyada en la cama. El respetable -juez supremo- le tributó, al finalizar una tronante ovación, bien braveada.
La albanesa Ermonela Jaho, que tan buen recuerdo había dejado en Bilbao, como Violetta Valèry en 2012, fue en esta ocasión una Desdémona rutilante, diseñando, vocalmente, un personaje lleno de elegancia, desarrollando su emisión canora con total seguridad, sin una mácula de indecisión en las complejas entradas que Verdi le dibuja, como en el enamoramiento del acto I al cantar “La tua fanciulla io sono umile e mansueta”, o en su intimismo postrero rezando la preciosidad que es “Ave Maria, grazia plena” del acto IV, haciendo una emocionante inflexión de voz al cantar “Prega per chi sotto l’oltraggio piega la fronte e sotto la malvagia sorte” (Ruega por los que inclinan la frente, ante el ultraje y la desgracia) ¡Sublime!
No tuvo su noche el barítono Claudio Sgura, figura bien asentada en esa cuerda en Fa. A su Yago le faltó empaque y reciedumbre. Abusó, escénicamente, de su corporeidad física de altura; su voz tuvo apreciables veladuras, amén de poca consistencia en el registro grave. Sigue siendo un portento el tenor vizcaíno Mikeldi Atxalandabaso, en canto, expresividad y asimilación del personaje, dibujando un Cassio riguroso, bien timbrado y mejor expuesto.
Fernando Latorre y José Manuel Díaz, también vizcaínos, son siempre un seguro potente para cualquier producción lírica que se precie. Igualmente cumplieron a la perfección los catalanes Anna Torbella y Vicenç Estebe. Lo dicho, se disfrutó de una representación lírica equilibrada y poderosa.
“Para mí, la música sigue siendo el lenguaje que me permite comunicarme con el más allá”. Robert Schumann.
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