Crítica: Plenitudes e incoherencias. Khatia Buniatishvili en el Ciclo Grandes Intérpretes de Scherzo
PLENITUDES E INCOHERENCIAS
Obras de Schubert, Chopin, Mozart y Liszt. Khatia Buniatishvili, piano. Ciclo Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo. 17 de mayo de 2025. Auditorio Nacional, Madrid.

Khatia Buniatishvili
Ha vuelto a este ciclo organizado por la Fundación Scherzo la pianista georgiana Khatia Buniatishvili (1987), que, tras su recital en parte frustrado por circunstancias varias del año pasado, ha tratado de reivindicarse, y lo ha hecho en olor de multitudes con un éxito monumental ante un Auditorio con buena entrada, bien que lejos de la planitud. Y ha exhibido sus reconocidas armas: apasionamiento, temperamento desbordante y, no obstante, con mucha frecuencia, minuciosidad en las frases más delicadas, sonido redondo y bien coloreado.
Posee casi siempre un excelente mecanismo y un afiligranado juego, aunque también da muestras de una constante tendencia a pisar el acelerador, lo que emborrona no pocas veces adecuadas exposiciones. En ocasiones emplea demasiado pedal, por lo que algunos pasajes quedan desfigurados.
En esa línea se ha situado este nuevo recital, que ha desarrollado de un tirón, sin pausa, lo que revela una fortaleza y una resistencia inusuales. Entregada y virtuosa ha prendido la atención del público, por momentos enfervorizado. Y ha tocado como acostumbra, a veces de manera un tanto incoherente en las exposiciones y resoluciones, pero con un apasionamiento fuera de serie; en un constante y desmelenado fluir.
Acometió en primer lugar los Cuatro impromptus Op. 90, D 899 de Schubert. Empezó el primero, “Allegro moderato en Do menor”, de manera leve con un pianísimo exquisito y sigiloso, aunque enseguida empezó a correr y tocar de manera pasajeramente emborronada.
Dedos ágiles en el segundo, “Allegro en Mi bemol mayor”, aunque los pasajes confusos hicieron también acto de presencia. No por dar en la tecla de al lado sino por no establecer la pauta temporal adecuada. Nos gustó la suavidad aplicada el tercero, “Andante en Sol bemol mayor”.
Irregular la exposición de los dos primeros movimientos de la Sonata nº 2 de Chopin, de la que la pianista supo aprehender los valores fundamentales de la célebre “Marcha fúnebre”, muy lenta y exquisitamente modelada en su sección central. El “Finale, Presto”, ese curioso y en parte inexplicable cierre de la obra, fue despachado de manera fulminante.
No entendimos muy bien los cortes (repeticiones incluidas) que la pianista hizo en el primer y último movimiento de la Sonata en Do mayor K 545 de Mozart, cuyo “Andante” fue explicado de forma especialmente lenta, acusados silencios incluidos. No estuvo mal la Balada nº 4 en Fa menor de Chopin, dicha por Buniatishvili aplicado inesperados arrebatos.
Virtuosismo innegable tuvo la interpretación del Vals Mephisto nº 1 de Liszt, tocado a toda mecha con dedos ágiles y certeros. Una auténtica vorágine demostrativa de la seguridad con la que la pianista resuelve los saltos interválicos y acierta en las octavas.
Una breve pieza bachiana y un alocado cierre de la Rapsodia húngara nº 2 de Liszt remataron la sesión, siempre coreada por el respetable.
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