Crítica: Paisaje bien sombreado, con Maria João Pires e Ignasi Cambra en el Ciclo de Grandes Intérpretes de Scherzo
PAISAJE BIEN SOMBREADO
Obras de Mozart, Haydn y Schubert. Maria João Pires, Ignasi Cambra. Ciclo de Grandes Intérpretes de Piano. Scherzo. Auditorio Nacional, 2 se marzo de 2025.

Maria João Pires
Siempre es un acontecimiento recibir a Maria João Pires, una pianista ya octogenaria que sigue conservando sus virtudes. Con su toque preciso nunca seco la portuguesa ha hecho siempre música de la manera más natural, con esa calidad que viene de muy adentro y que a estas alturas de carrera continúa surgiendo y manando de forma muy fluida.
Para alcanzar este punto, esta especie de nirvana permanente ha sido preciso que transcurriera mucho tiempo y que en la piel fueran quedando las marcas de numerosas batallas y que han ido contribuyendo a situarla por derecho propio en el mundo de los virtuosos; no del tipo de los que abarcan multitud de teclas con un golpe de mano -la suya es diminuta, proporcionada a su estatura- o de los que ensayan escalas vertiginosas, o de los que, de natura, poseen el don de atacar los pasajes más intrincados sin pestañear, y sin fallar ni una nota.
No es que ella las falle, pero no hace alardes. Lo hemos podido apreciar de nuevo en este concierto a dos. A su lado, el barcelonés Ignasi Cambra, un artista de corazón, invidente, que pese a ello se muestra seguro ante el teclado y hace música con la mayor de las naturalidades; concentrado, minucioso, caleidoscópico. Lo pudimos apreciar nada más comenzar su interpretación de la Sonata nº 33 de Haydn tocada de manera elegante y sutil, servido de un reconocible arte para frasear con un sonido de rara y clara exquisitez.
Por su parte Pires se enfrentó a la Sonata nº 62, un fruto muy maduro del mismo compositor, que expuso con una sonoridad más penumbrosa; la que pide una obra de las postrimerías de una vida. Quizá ambos pianistas pudieron evitar alguna que otra repetición o enfrentarse a ellas con planteamientos más creativos.
Tras el descanso la dama interpretó los Impromptus 1 y 2 de la Deutsche 946 de Schubert recreándose en la suerte y fraseando inmaculadamente. Maravillosa visión de la segunda pieza, que trabaja sobre la conocida copla Yo soy la viudita del Conde Laurel. Cambra por su parte expuso con limpieza y rara concentración las Klavierstücke 2 y 3 del compositor vienés. Sin una sola mácula.
Los dos pianistas, que habían comenzado el concierto con un interpretación variada y colorista a cuatro manos del Adagio y Allegro en Fa menor K 594 de Mozart, lo cerraron con otra de Lebebsstürme D 947 de Schubert, una composición madura, de una expresividad a veces conturbada, colmada de sombras y de contrastadas claridades, de un romanticismo casi cuajado. Admirable juego y compenetración de los dos artistas. Los insistentes aplausos obtuvieron dos premios: un movimiento de una sonata schubertiana a cargo de Pires y una oscura sonata de Scarlatti en las manos de Cambra.
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