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Por Publicado el: 17/07/2013Categorías: Crítica

CRÍTICA: «Sigfrido»

SIEGFRIED (R. WAGNER)
Nationaltheater de Munich. 15 Julio 2013.

Tras la excelente Valquiria del día anterior, parece que definitivamente el Anillo del Nibelungo vuela alto, habiendo podido asistir hoy a una muy notable representación de Sigfrido, en la que la producción escénica ha funcionado estupendamente, la dirección musical ha sido muy convincente y, finalmente, los cantantes han sido unos héroes, aunque unos más que otros.

El año pasado salí encantado de la producción escénica que hace de esta ópera  Andreas Kriegenburg y este año ha vuelto a ocurrir lo mismo. Esta producción de Siegfried se estrenó el año pasado  y fue muy  bien recibida por crítica y público. Andreas Kriegenburg hace un estupendo trabajo, en el no se puede lamentar sino que el derroche de imaginación y frescura de los que hace gala en el primer acto, no haya tenido la misma altura en la continuación.  Hay que reconocer que era muy difícil, tan logrado fue el mencionado primer acto.

Kriegenburg ofrece una versión un tanto infantil de la ópera, como si de un cuento se tratara, lo que a mí me parece perfectamente adecuado, aunque siempre habrá puristas – más bien retrógrados –  que se sientan insultados por esta visión. Siegfried no es sino un niño grande, absoluto desconocedor de la vida, más allá de sus aspectos más primarios y, por tanto, este tipo de visión me parece perfecto. Para llevar adelante su idea Kriegenburg se sirve de nuevo de numerosos figurantes, con los que compone las escenas, tal como hiciera en Das Rheingold y de los que obtiene un rendimiento espectacular.

En el primer acto los figurantes forman un bosque y ellos mismos mueven los elementos escénicos para crear la casa de Mime. La escena de la fragua es una auténtica maravilla, en la que los figurantes forman todos los elementos necesarios, en los que el director de escena derrocha imaginación y sentido del humor.  La dirección escénica fue inmensamente respetuosa con música y libreto, lo que no suele ser muy habitual en este tipo de producciones.

En el segundo acto los figurantes dan forma a un dragón con ojos y dientes, en una recreación que podía haber sido hecha por La Fura dels Baus. El juego que saca Kriegenburg al Pájaro del Bosque es espectacular. Lo interpretan una figurante y la propia cantante, destacando de manera muy especial el juego que da la figurante que mueve el pajarillo, derrochando atractivo y simpatía por todas partes.

En el tercer acto las cosas no alcanzan el nivel anterior, pero, en conjunto, resulta un buen trabajo. Muy bien resuelta la salida de Erda, rodeada de figurantes. El enfrentamiento de Siegfried y Wotan es bastante rutinario y la escena de la Roca de Brünnhilde no alcanza el nivel que podía esperarse. No está muy bien resuelto el fuego de la roca, a base de figurantes moviendo un gran plástico. Mejor, el idilio amoroso de tía y sobrino, a base de una gran tela roja que cubre todo el escenario y un lecho nupcial en el centro.

El equipo creativo es el mismo de las entregas anteriores, es decir Harald B. Thor  (escenografía), Andreas Schraad (vestuario) y Stefan Bolliger (iluminación). Sería injusto no mencionar a Zenta Haerter, responsable de la coreografía, que es quien mueve a los figurantes, elemento fundamental de esta producción.

Es la mejor de las tres producciones vistas hasta ahora. Queda la del Ocaso de los Dioses, donde Kriegenburg hace una crítica feroz a la sociedad actual y a quienes con su egoísmo nos han llevado a la actual crisis. Es en esta última entrega en la que Andreas Kriegenburg cierra el círculo de su trabajo y da pleno sentido a todo el uso de figurantes, que no son sino representantes de la humanidad que sufre, y cuya unión y solidaridad hará que se termine con tanto exceso de egoísmo y violencia que nos han llevado a la situación actual.  Al no poder verla de nuevo, me limitaré a tenerla en el recuerdo.

En cuanto a la parte musical tengo que decir que esta vez Kent Nagano me ha resultado plenamente convincente. El trabajo de la Bayersiches Staatsorchester fue espléndido, difícil de superar. En la lectura de Nagano apenas hubo un momento en que la tensión decayera, exceptuando hasta cierto punto la escena de Wotan y su nieto. En todo lo demás las cosas rayaron a gran altura y Kent Nagano demostró que estamos ante un gran director, al que los muniqueses comienzan ya a echar en falta. No lo va a tener fácil Kirill Petrenko, pero hay que recordar que tampoco Kent Nagano fue recibido con alborozo, cuando sustituyó a Zubin Mehta. Sus tiempos fueron más lentos que lo habitual, muy en línea con su lectura del año pasado. Diría que esta ralentización de los tiempos pasó desapercibida y nunca apareció el tedio. Una gran noche musical.

Los posibles intérpretes de solvencia de Siegfried son casi más escasos que el número justos en Sodoma y Gomorra. Si estas ciudades fueron borradas del mapa por voluntad divina por la falta de justos, esperemos que no ocurra lo mismo con esta ópera, aunque hay que reconocer que cada día es más difícil contar con un Sigfrido en condiciones. Posiblemente, los dos únicos intérpretes de los últimos años han sido Stephen Gould y Lance Ryan, de características un tanto distintas y, a juzgar por las noticias más recientes, casi podemos hablar de uno solo, ya que al canadiense Ryan parece que le empieza a pasar factura la frecuentación del joven Sigfrido. Se habla mucho y bien del tenor estonio Mati Turi, pero todavía no ha cantado en ninguno de los grandes coliseos de ópera.

El americano Stephen Gould demostró que puede con el personaje y sus inmensas dificultades, aparte de una longitud sobrehumana de su partitura. Su actuación en el primer acto me pareció un tanto contenida, con la emisión algo atrás, lo que tampoco tiene mucho de extrañar sabiendo lo que le quedaba por delante. En los dos últimos actos su prestación mejoró notablemente, entregándose sin reservas y ofreciendo una voz poderosa y bien timbrada y una muy notable composición escénica, aunque la figura no le acompañe. Sus gestos de niño grande e inexperto ante Brünnhilde (su tía) estuvieron muy bien conseguidos. Una actuación de todo respeto. Esperemos que dure, porque ya me veo a los directores artísticos recurriendo a contratenores para cubrir el hueco que dejan los casi inexistente tenores dramáticos.

La soprano americana Catherine Naglestad repitió su brillante actuación del año pasado como Brünnhilde. Voz poderosa, muy brillante en las notas altas y dando siempre  sentido a sus frases. No es fácil para una soprano dramática adecuarse a la Brünnhilde de Siegfried, sin duda la más lírica – más bien la menos dramática – de las tres. Por tanto, hay que considerar como un éxito la presencia de Catherine Naglestad. Supongo que la tentación de ampliar su repertorio con las otras Brünnhildes será un hecho, pero parece que se va resistiendo a hacerlo, de lo que me alegro por el momento.

El bajo barítono noruego Terje Stensvold fue el nuevo Wotan, esta vez en el personaje del Wanderer. Evidentemente, estaba muy fresca todavía en la memoria la actuación de Bryn Terfel el día anterior y este hándicap es prácticamente insalvable. No obstante, Stensvold hizo una buena interpretación del personaje, cantando con mucho sentido en todas sus intervenciones, aunque su voz no tenga el poderío de otros intérpretes y más de una vez quedaba cubierto por la orquesta. En cualquier caso, una buena actuación.

El tenor Wolfgang Ablinger-Sperrhacke repitió su actuación en la parte de Mime, como ya lo hiciera el año pasado. Fue un convincente Mime, aunque vocalmente lo considero menos interesante que Gerhard Siegel.

Tomasz Konieczny repetía como Alberich y lo hizo bien. Sigo creyendo que no es este personaje el que mejor se presta a sus características vocales, ya que su voz me resulta más noble que la que asociamos con el malvado nibelungo. Esta vez no hubo accidentes vocales.

La mezzo china Qiulin Zhang fue la nueva Erda y resultó tan poco convincente como Catherine Wyn-Rogers en Rheingold. Las Erdas en Munich parecen una enfermedad a la que la dirección del teatro no pone remedio. La china no tiene la amplitud vocal que la parte requiere.

Cumplió bien Steven Humes en la parte de Fafner. Este bajo americano es un fijo en la compañía de opera de Munich  y siempre cumple bien.

El Pájaro del Bosque fue interpretado por la soprano rusa AnnaVirovlansky, cuya voz no me entusiasmó, quedando por debajo de la actuación de la deliciosa Elena Tsallagova el año pasado.

Como digo más arriba, no queda sino Götterdämmerung para completar el anillo de este año y no tengo ninguna duda de que va a ser un grandísimo éxito. A la producción de Kriegenburg y la dirección de Nagano habrá que añadir la presencia de un trío de ases, formado por Nina Stemme, Stephen Gould y Hans-Peter König. ¿Hay que dé más?

El Nationaltheater estaba prácticamente lleno en lo que se refiere a la taquilla, pero había abundante e inusual oferta de entradas en los alrededores del teatro. Pocas veces he visto tanta gente ofreciendo entradas. El público mostró su plena satisfacción con el espectáculo, dedicando un gran triunfo a Stpehen Gould y a Kent Nagano. Casi al mismo nivel en las preferencias de la audiencia hay que colocar a Catherine Naglestad y a Terje Stensvold.

La representación comenzó con los 5 minutos de retraso habituales y tuvo una duración total de 5 horas y 36 minutos, incluyendo dos intermedios. La duración puramente musical fue de 4 horas y 11 minutos, apenas un par de minutos más breve que la del años pasado, pero casi 20 minutos más larga que la de Fabio Luisi en el Metropolitan o que la de Daniel Barenboim en La Scala. Los intensos aplausos finales se prolongaron durante 9 minutos.

El precio de la localidad más cara era de 163 euros, habiendo butacas de patio por 117 euros. En los pisos superiores los precios oscilaban entre 39 y 117 euros. José M. Irurzun

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