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Por Publicado el: 07/03/2022Categorías: En vivo

Crítica: Sinfónica de Galicia en el Auditorio Nacional. Acertado despliegue sinfónico

ORQUESTA SINFÓNICA DE GALICIA (D. SLOBODENIUK)

 Acertado despliegue sinfónico

Obras de Buide, Salonen y Stravinski. Orquesta Sinfónica de Galicia. Director: Dima Slobodeniouk. Madrid, Auditorio Nacional, 4 de marzo de 2022.

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Dima Slobodeniuk y la Sinfónica de Galicia en el Auditorio Nacional

La Sinfónica de Galicia, que acaba de cumplir sus primeros 30 años de existencia continúa siendo, sin duda, uno de los conjuntos punteros del país. Mantiene la calidad de todas sus familias: cuerda afinada y corpórea, bien ensamblada, capaz de alguna que otra delicadeza con Massimo Spadano siempre a su frente; maderas equilibradas y en algún caso virtuosas, con el magnífico oboísta Casey Hill en cabeza; metales bruñidos y poderosos, con trombones en su punto, trompetas algo menos firmes y trompas calurosas, con Nicolás Gómez Naval en el primer atril. La abundante percusión dio pruebas de seguridad y eficacia.

Con esta formación, Dima Slobodeniouk, titular desde 2013 y que dirá adiós muy pronto, se maneja con soltura exhibiendo una técnica directorial de brazos amplios y acogedores, de gestos un punto ampulosos pero de gran eficacia dando entradas, sugiriendo y avanzando ataques, con un brazo izquierdo de notable impulso. Mantiene a la orquesta bien atada y sabe conjuntar, regular dinámicas y matizar. Es capaz de apretar y forzar fortísimos de rara plenitud y, en sentido contrario, obtener pianísimos embaucadores.

De todo hubo en esta extensa sesión que se inició, público en pie, con los himnos de Ucrania –dada la grave situación que vive el país tras la invasión de Moscú- y España. Enseguida disfrutamos con la obra del santiagués Fernando Buide (1980), “Such Places as Memory” (2005), que tiene su raíz, como bien nos dice Luis Suñén en sus notas, en una colección de poemas del arquitecto estadounidense John Hejduk. Partitura enjuta de unos 12 minutos, que trabaja dos temas, uno dramático y otro lírico, a lo largo de un discurso de rara amenidad con curiosos toques stravinskianos.

Encontramos excelentes efectos tímbricos y frases irónicas: un vals desenfadado, aires de marcha, pasajes hímnicos, compases de rara plenitud, “fugati”… El chelo expone el segundo motivo y reaparece al final para cerrar la composición de manera cálida y fluida. Muy bien el chelista Raúl Mirás. Fue un buen “aperitivo”, demostrativo del arte e inspiración de Buide, para lo que iba a venir a continuación, dos obras de una potencia descomunal. La de Esa-Pekka Salonen (1958), “Gemini” (2019), dividida en dos segmentos, “Pollux” y “Castor”, es un vasto fresco de 22 minutos que necesita una orquesta inmensa (había músicos de refuerzo) que ha de tocar a toda presión.

El material manejado por Salonen es imponente y alimenta las dos partes de la obra que aparecen diferenciadas, aunque no sea fácil reconocerlas. El mundo ritual de “Pólux” contrasta con el más ruidoso y extrovertido, gesticulante, de “Cástor” (en descripción del autor recogida por Suñén). Las ideas se desarrollan, crecen y se transforman en un enorme fresco sonoro en el que abundan los “divisi”, las ondulaciones y las idas y venidas y en donde se pueden detectar rasgos impresionistas y, a veces, pasajeras influencias de Sibelius, finlandés como Salonen. Es imposible aquí dar cuenta de las alternancias, de la potencia, de los ritmos exasperados, de las tensiones que alimentan la narración, brillantemente expuesta por batuta y orquesta.

Como brillante fue la interpretación de la versión original (1910, 45 minutos) del ballet “El pájaro de fuego” de Stravinski, que fue detenidamente analizada por el director, paso a paso, compás a compás, con una excelente planificación, con el necesario y permanente juego de dinámicas extremas y una acertada dimensión danzable. La tímbrica fue muy cuidada y la sequedad de los tremebundos acordes de la “Danza de Katschei” bien reproducida. El lírico crecimiento del “Amanecer” tuvo mucha calidad. A la “Alegría” general del cierre creemos que le faltó algo de reposo, de grandeza. En todo caso, un magnífico y por momentos, dados los decibelios, apabullante sesión. Arturo Reverter

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