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Por Publicado el: 09/11/2022Categorías: En vivo

Crítica: Grígori Sokolov inaugura el Festival Rafael Orozco de Córdoba

Sokolov fascina bajo la silueta de Orozco

Festival Rafael Orozco. Grígori Sokolov, piano. Obras de Purcell, Beethoven y Brahms. Lugar: Córdoba, Teatro Góngora. Fecha: 7 noviembre

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Grígori Sokolov (c) XX Festival Rafael Orozco de Córdoba

Comenzó el lunes el Festival Rafael Orozco de Córdoba en la cima: con un pletórico Grígori Sokolov (San Petersburgo, 1950) que desde su insobornable liturgia abordó un recital que aportó la novedad de una sobredosis de obras de Henry Purcell. La música revivida del barroco compositor inglés fue preludio de las Variaciones Heroica de Beethoven y el prodigio -por la obra, pero también por su interpretación- de los Tres intermezzi opus 117 de Brahms. Como siempre, fue un recital incomparable, incluso en la música engrandecida de Purcell. No solo por la excepcionalidad que supone en sí misma la presencia del colosal pianista ruso-español, sino por celebrarse bajo la silueta de Rafael Orozco (1946-1996), el inolvidable pianista cordobés, uno de los nombres propios de la historia del teclado español. Orozco, como Sokolov, amalgamó virtuosismo, expresión y sentido estético con la honradez y grandeza de los verdaderamente grandes.

Rafael Orozco hubiera aplaudido lo que hizo Grígori Sokolov ante sus paisanos con tanto entusiasmo y fervor como ellos. El lunes, en el vetusto y abarrotado Teatro Góngora, cientos de jóvenes forofos del piano, muchos de ellos estudiantes en el Conservatorio “Rafael Orozco”, dieron la nota con la misma intensidad y felicidad que lo hacía Sokolov sobre el escenario. Los nuevos paisanos de Orozco siguieron el recital con veneración, aprehendiendo cada detalle o inflexión del Maestro. Saboreando y sintiendo cada maravilla. La comunión era absoluta. Se generó así una estimulante interrelación entre escenario y platea, entre intérprete y espectador. Daba gloria en el descanso y al final del recital escuchar los comentarios de estos jóvenes orozcos cruzando opiniones sobre tal o cual detalle, sobre el tempo de una variación, o si lo de Purcell era así o asá, o acerca de las atmósferas “alucinantes” de los tres intermezzi brahmsianos que cerraron el programa.

Intermezzi de Brahms que solo “cerraron” el programa oficial. Luego, llegó la retahíla de las propinas. Seis, como casi siempre. Cada nuevo bis, era una nueva fiesta de aplausos, bravos y ponerse en pie. El entusiasmo era total. Dos preludios de Rajmáninov del Opus 23 con los que “fliparon” los forofos sokolovieanos; luego una mazurca de Chopin -la Opus 68 número 2 y el lento Preludio número 20, en do menor, también de Chopin, un conciso Scriabin y, como definitivo colofón -ya con las luces de la sala encendidas- el Preludio en Si menor, de Bach, en la prodigiosa versión pianística de Siloti. El delirio, claro.

Sokolov, con pasaporte español y que ya chapurrea algo la lengua de Góngora, estaba al final del concierto casi tan feliz y animado como sus admiradores. Media hora después de concluir el recital, un empleado del Teatro llego al camerino para decir: “Maestro, que afuera, en la calle, hay más de doscientas personas esperando para autógrafos y fotos”. “Pues que pasen”, dijo Sokolov quizá sin darse cuenta. Al final, contento y generoso, ya fuera del camerino, firmó y posó con cara feliz para todos y cada uno. Gran tipo este Gregorio Sokolov, genio cercano y casi entrañable, medio afincado en Mijas. Como su medio paisano andaluz Rafael Orozco.

Este inicio de festival, tan de campanillas, que envidiaría cualquier certamen de máximo abolengo, es el preludio de unas bien calibradas jornadas pianísticas, que se prolongarán hasta el 30 de noviembre, cuando otra grande del piano, Elisabeth Leonskaya, lo clausure con la monumental Sonata en Si bemol mayor, D 960, de Schubert. Pianistas como Misha Dacić, Josu de Solaun (quien el 19 de noviembre tocará en el marco incomparable de la Mezquita el Primer concierto de Chaikovski junto con la Orquesta de Córdoba), Antonio Ortiz, Anastasia Rizikov o el joven talento Emin Kiourktchian son algunos de los coprotagonistas de esta vigésima edición. Dos décadas en las que el saber hacer, la sabiduría pianística y sensibilidad de su adalid, Juan Miguel Moreno Calderón, catedrático y biógrafo cálido de Rafael Orozco, respira y transpira en cada nota y silencio. Justo Romero

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