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Por Publicado el: 09/02/2014Categorías: Crítica

CRÍTICA: Un Boris Godunov para el recuerdo

Un Boris Godunov para el recuerdo

BORIS GODUNOV (M. MUSSORGSKI)
Auditorio El Baluarte de Pamplona. 8 Febrero 2014.
Versión de concierto.

Tugan Sokhiev y su Orquesta del Capitole de Toulouse están realizando una gira europea, en la que ofrecen una versión concertante de Boris Godunov en su versión más austera y primigenia. Me refiero a la que escribiera Modest Mussorgski en 1869 y que tuvo que ser revisada para poder finalmente estrenarse en 1874. Sokhiev ha decidido ofrecer la primera de las versiones y con la orquestación del propio compositor. Ni siquiera se ha añadido la escena de Kromy, que, aunque pertenece a la versión de 1874, se ofrece algunas veces en la de 1869 por el impacto que produce el final de la ópera con el lamento del Inocente. Creo que la decisión de Sokhiev de ofrecer la versión original y austera tiene mucho sentido en una versión de concierto y hay que decir que el resultado ha sido un triunfo completo. Un director excepcional se ha visto acompañado por una orquesta magnífica, un coro impresionante y un reparto vocal sin fisuras, en el que hubo algunas individualidades insuperables. Una noche para el recuerdo.

Tugan Sokhiev es hoy, a sus 36 años, una de las batutas más interesantes del panorama mundial. Nada tiene de extrañar que el Teatro Bolshoi de Moscú haya decidido muy recientemente nombrarle director musical de la casa. En los casi 9 años que lleva trabajando con la Orchestre National du Capitole de Toulouse – los últimos 5 como director titular – ha conseguido llevar a esta formación a un nivel de calidad espectacular, como el que nos ha brindado en este concierto. No solamente su sonido es puro terciopelo, sino que la identificación entre director y orquesta es impresionante. A esto hay que añadir el nada desdeñable detalle de querer contar con el Orfeón Donostiarra en esta ópera tan exigente para una formación coral. No es la primera vez que el Orfeón Donostiarra trabaja con Tugan Sokhiev y seguro que no será la última. Los donostiarras se han mostrado en una forma espectacular, plena de musicalidad y poderío. Han demostrado que están muy justificadas las voces que les consideran como el mejor conjunto vocal de España. Hasta los ecos que llegan del paso de este Boris
Godunov por París están llenas de alabanzas y piropos a los donostiarras.

La dirección de Tugan Sokhiev ha sido magnífica, superior a la que nos ofreció hace algo más de un año Hartmut Haenchenn en el Teatro Real, muy superior a la de Omer Meir Wellber en Valencia, y en absoluto inferior a las que he tenido ocasión de ver en un pasado no muy lejano por parte del gran Valery Gergiev. Fue su lectura austera, en línea con la versión elegida, pero de una profundidad y rotundidad excepcionales. Hay veces que una versión de concierto resulta un regalo superior al de una representación escénica. Para ello es necesario contar con un director excepcional. En 10 días he tenido ocasión de asistir a dos óperas en concierto de las que no me olvidaré fácilmente. Me refiero a la Elektra de Berlín con Thielemann y a este Boris Godunov. No quiero hacer comparaciones. Simplemente, dos conciertos espléndidos.

En el rol protagonista actuaba Ferruccio Furlanetto, que venía de triunfar en Viena con el personaje del desgraciado zar, uniéndose a la gira como el gran atractivo vocal de la misma. Este bajo italiano ha llegado a sus 64 años de edad a un estado de madurez artística a la que muy pocos pueden aspirar. Hay voces que brillan por sí solas, hay también – aunque no muchos – cantantes de una técnica espectacular. Son muy pocos en todas las épocas los cantantes que llegan a la categoría de auténticos ARTISTAS (así, con mayúsculas). Furlanetto es uno de ellos. Su capacidad de transmitir emociones con su canto es única. Tengo en mis especiales recuerdos una escena final de Simón Boccanegra con dos enormes artistas en escena (Plácido Domingo y Ferruccio Furlanetto) y una escena de la muerte de Don Quijote en la ópera de Massenet, de las de cortar la respiración. A esos dos recuerdos imborrables añadiré ahora la escena de la muerte de Boris en este concierto. Bueno será recordar que cantó siempre sin partitura y uno no podía quitar los ojos de su figura. ¡Cómo me acordé de lo que dice Floria Tosca cuando fusilan a Cavaradossi : ¡Ecco un artista!

En una época en la que las voces graves brillan por su ausencia, es un lujo poder contar con otros dos grandes bajos en esta ópera. Sin duda, Tugan Sokhiev sabe de voces y toma decisiones muy acertadas.

El estonio Ain Anger fue el monje Pimen y su actuación fue magnífica. La voz es de una gran belleza, notable extensión y gran homogeneidad de registros. Vamos, un auténtico lujo. A sus 42 años estamos ante la gran esperanza, por no decir que la gran realidad, en esta tan escasa cuerda. Cantó con gran expresividad en sus dos
intervenciones y únicamente le faltó haber dejado la partitura en el camerino.

El ucraniano Alexander Teliga fue un perfecto intérprete de Varlaam, el monje borrachín, con una voz muy adecuada al personaje y una gran facilidad escénica, resultando tan simpático como buen artista.

Otro ucraniano, Marian Talaba, dio vida al falso Dmitri y lo hizo francamente bien. Es un lujo contar con un tenor de sus características en un personaje como éste, que no pasa de ser prácticamente un comprimario en esta versión original de la ópera.

El británico John Graham-Hall no terminó de convencer en el sinuoso personaje de Shuiski. Es adecuado vocalmente, pero a su instrumento le falta mayor proyección y hace falta mayor convicción interpretativa para este personaje.

La soprano rusa Anastasia Kalagina fue otro lujo en el personaje de Xenia, que no pasa de ser un personaje secundario. Otra cantante rusa, aunque vive en Francia, la mezzo soprano Svetlana Lifar fue una adecuada intérprete del zarevich Fiodor. La tercera fémina del reparto era la mezzo francesa Helene Delalande, que cubrió los personajes de la Posadera y de la Nodriza de Xenia, ésta última sustituyendo a la inicialmente anunciada Sarah Jouffroy. Su voz es más bien modesta.

Garry Magee fue un adecuado intérprete de Schelkalov, el secretario de la Duma, con centro agradable, pero apretado por arriba. Magnífico el Inocente de Stanislav Mostovoi. Es un personaje muy agradecido, de los que llega muy fácilmente al público en sus cortas intervenciones, pero hay que hacerlo muy bien, como ocurrió en esta ocasión.

En los personajes de menor importancia hay que señalar la buena actuación del tenor Vasily Efimov en el personaje del monje Missail, el compañero de correrías de Varlaam, Sonoro e intachable en sus intervenciones Pavel Chervinskiy, que doblaba como Oficial de Policía y Nikitich. Por último, cumplió bien con su corto cometido Vladimir Kapshuk como Boyardo de la corte de Boris.

El punto negro del concierto fue la escasa afluencia de público, que apenas llegaba al 70 % del aforo del Baluarte, notándose la presencia de aficionados de otras provincias. Los espectadores no se equivocaron dedicando ovaciones entusiastas a los artistas, especialmente a Ferruccio Furlanetto, Tugan Sokhiev, la orquesta y el orfeón.

El concierto comenzó con 8 minutos de retraso y tuvo una duración de 2 y 13 minutos, sin intermedios. Los entusiastas aplausos finales se prolongaron durante 7 minutos, que son más de lo que parecen, teniendo en cuenta que no hubo saludos individuales, sino uno corto de Furlanetto. Ni siquiera Sokhiev saludó solo, sino siempre con el resto de los artistas, con quienes quiso compartir el éxito del concierto, sin querer asumir un más que justificado protagonismo, del que hacía siempre partícipes de primera importancia a su estupenda orquesta y al magnífico Orfeón Donostiarra.

El precio de la localidad más cara era de 48euros, mientras que la más barata costaba 30 euros. Si por este precio encuentran algo mejor, cómprenlo. Pero no pierdan el tiempo, no lo encontrarán. José M. Irurzun

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