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Por Publicado el: 26/01/2012Categorías: Crítica

DEL PIANO MÁS EXQUISITO

DEL PIANO MÁS EXQUISITO

Obras de Schubert, Debussy y Chopin. Javier Perianes, piano. Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo. Auditorio Nacional, Madrid. 24-1-2012.

Hay que calificar de maduro un arte, como el de Javier Perianes, que es capaz de analizar, digerir y exponer con tanta seriedad y nobleza una obra grande como la “Sonata D 960” de Schubert, que el pianista entiende desde muy adentro y que enuncia muy serenamente, con un tempo largo, que permite al resignado tema inicial brillar en toda su contemplativa belleza. Como manda la partitura, el intérprete la toca “legato-pianissimo”. El toque del onubense es delicado y está en el secreto de los reguladores, que realiza con refinamiento y exquisitez, quizá, para nuestro gusto, en exceso, hasta el punto de que en ocasiones nos parece que los elementos femeninos basculan sobre los masculinos, que finalmente aparecen en el momento justo, durante el dramático desarrollo. Con sencillez fue articulado el Andante y el Scherzo tuvo el preciso y contagioso aire danzable. Explicado con suma claridad el Rondó-sonata final.
La sensación de que un mayor vigor y una expresión más apasionada habrían mejorado aún más la recreación –en la que Perianes no hace la repetición a fin de aligerar la Sonata-, desapareció en los cuatro “Preludios” de Debussy –“La sérenade interrompue”, “Le vent dans la plaine”, “La cathédrale engloutie” y “Minstrels”-, tocados y acariciados con primor, con un gran dominio del “sfumato”. También cuatro fueron las “Mazurkas” de Chopin, expuestas son minuciosidad y legato inconsútil, dejándose mecer por el ritmo. El concierto concluyó con la “Balada nº 4” del polaco, que tuvo en este caso la intensidad y energía necesarias. Los complejos contrapuntos y el adensamiento de la escritura de los últimos compases fueron resueltos con naturalidad y una certera digitación, sin que la cálida sonoridad del artista perdiera enteros. “La muchacha de los cabellos de lino” de Debussy y el finale de una sonata de Haydn, tocado con una agilidad pasmosa, coronaron una magnífica sesión. Arturo Reverter

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