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Los ignorantes de hoy enseñan a los ignorantes de mañana
Paripé y despropósitos en la Zarzuela
Por Publicado el: 16/07/2011Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Derechos de autor y sociedades gestoras

Allá por 1990, cuando dirigía “Noches de ópera” en SinfoRadio, recibí una llamada amenazadora de un representante de derechos de autor. Si se emitía una versión clásica de una ópera del siglo XX, que ellos representaban, había que pagarles un millón de pesetas. Naturalmente no se emitió ese día, porque la emisora no podía permitírselo. Se emitió otro día anunciando en cambio una obra de Monteverdi para que aquel abuso no pudiera concretarse. Lamentable que los representantes de un autor vayan contra la difusión del mismo. Sólo les interesa la recaudación.
La SGAE es la más conocida de estas empresas, pero hay muchas otras. ¿Cómo es posible que una institución que no tiene ánimo de lucro y esté obligada a repartir todo lo que ingresa pueda comprar edificios y hasta querer quedarse con la Estación del Norte? La fórmula parece sencilla: se crean sociedades sin aquellas limitaciones y, supuestamente, se transfieren los fondos sobrantes. Estos bien podrían ser los derechos sin identificar. Curioso esto de los derechos sin identificar. ¿Por qué se recaudan si no van a distribuirse a sus propietarios? Como curiosa es la imposibilidad de renuncia a los derechos de autor. ¿Por qué un compositor afiliado a la SGAE no puede regalar la interpretación de una de sus obras a quien desee? Vamos, que un Mendelssohn actual no podría evitar que su hija tuviera que pasar por caja si deseaba casarse con la marcha nupcial.
Se conocía sobradamente que los derechos sin identificar eran una caja negra, pero ha tardado mucho en ser tema de portada de prensa. La voracidad es mala consejera y la SGAE se ha creado multitud de enemigos con una política destinada a recaudar, con fines lícitos y otros parece que no tanto, en vez de difundir. Todo se ha de aclarar, pero se empieza mal si de ello es responsable una comisión gestora con miembros demasiado ligados al pasado y con negocios al parecer entrelazados. Esperemos que el escándalo sirva no sólo para que llegue la transparencia a esas entidades, sino también para que cambie su filosofía de funcionamiento. En la SGAE y en las demás.
Gonzalo Alonso
Twitter: @gonzaloalonsor

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