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Por Publicado el: 22/08/2012Categorías: Crítica

«Die Soldaten», una impresionante ejecución para una obra imponente

Festival de Salzburgo

«Die Soldaten», una impresionante ejecución para una obra imponente

“Die Soldaten” de Zimmermann. L.Aikin, T.A.Baumgartner, T.Konieczny, D.Brenna, etc. A.Hermanis, dirección de escena. I.Metzmacher, dirección musical. Felsenreitschule. Salzburgo, 20 de agosto.

 Alexander Pereira tenía que dejar clara desde su primera temporada la filosofía con la que deseaba impregnar su mandato en Salzburgo. Ésta había de ser coherente con aquella con la que dirigió la Ópera de Zurich. De ahí que programase «Boheme», título que sorprendentemente no se había ofrecido nunca en la historia del festival, dado que apoya una apuesta por el gran repertorio que permita incorporar el star system. Así Netrebko o Beczala. Por eso en 2013 habrá un «Don Carlo» con Kaufmann o un «Trovador» con la citada Netrebko y Domingo, de barítono, como Conde de Luna. Pero también había de satisfacer a la critica y a un público más progresista que siempre ha estado presente en Salzburgo y que Mortier cultivó especialmente. Quedaba por estrenar una obra de las más imponentes del siglo XX y no de su primera mitad, sino de la segunda. «Die Soldaten» de Bernd Alois Zimmermann se estrenó en Colonia en 1965 y son muy contadas las ciudades que desde entonces la han conocido, precisamente por su carácter «imponente». No se trata sólo de su calidad musical, de lo más sobresaliente en su época y estilo, sino también por la enorme magnitud de medios que precisa: más de cien atriles de instrumentos habituales a los que se añade una exuberantísima percusión, una veintena de voces solistas, quince escenas que a veces se superponen entre sí y han de ejecutarse simultáneamente o su estructura multimedia. La partitura , que hace amplio uso del dodecafonismo, manifiesta una clara deuda con el Berg de  «Wozzeck», muy evidente en el nombre común de la protagonista femenina (María) o el mismo número de quince escenas comunes. Los estilos musicales se superponen: fanfarrias, ritmos del jazz, citas a canciones populares, corales bachianas, armonías wagnerianas… conformando una partitura en la que la tensión no decae desde el arrebatador comienzo, muy en la línea iniciada por Mozart en «Don Giovanni» y continuada en el «Otello» verdiano, la «Elektra» straussiana o la «Lulú» de Berg, hasta los ascendentes redobles finales de toda la sección de cajas cajas, confirmando el papel siempre protagonista de los soldados en toda la ópera.

«Die Soldaten» se basa en una obra de Jakob Lenz, un visionario escritor del periodo Sturm und Drang del XVIII al que Wolfgang Rihm dedicó una ópera en 1978, que miró hacia delante de forma entre el naturalismo y el  expresionismo. Marie, la protagonista, va ingenuamente tras varios oficiales hasta caer rn la prostitución, violaciones por en medio, y sin ser reconocida por su propio padre. La estructura es episódica, surrealista y lo suficientemente borrosa para que los directores de escena puedan aportar muchos granos de arena.

La Felsenreitschule -una escuela de equitación escavada en la montaña- es escenario más que idóneo para el texto. Alvis Hermanis coloca la acción en dos planos fundamentales. En el primero transcurren los acontecimientos a través de numerosísimos planos secundarios que en otras escenografías han sugerido multitud de proyecciones. Éstas, algunas de ellas de dura pornografía, separan el primer plano de un segundo en el que los caballos de los soldados mantienen presencia constante. Una conseguida puesta en escena que sería impracticable en la gran mayoría de los teatros, con mucha menor boca de escenario, y que habrá que ver cómo se transforma en la Scala, que coproduce el espectáculo. Formidable de principio a fin la prestación de la Filarmónica de Viena y suplementos, bajo la dirección precisa, atenta e inspirada de Ingo Metzmacher. El reparto vocal, encabezado por la magnífica Laura Aikin y con la veterana pero aún sólida Gabriela Benackova como condesa, es capaz de responder homogéneamente de forma ejemplar a una escritura vocal no ya difícil, sino a veces imposible, como puedan ser el dúo de las hermanas o el subsiguiente trío con la mencionada condesa.

El éxito y los más de diez minutos de ovaciones fueron muy poco comunes para una obra de su género, aunque siempre hay gustos para todo y se pudieron escuchar comentarios en perfecto castellano del tipo: «¿Éstas dos cantan o las están pisando un callo?», «Sí, muy interesante, pero me he pasado cuarenta años sin conocer la obra y podría perfectamente haberme muerto sin haberlo hecho». Gonzalo Alonso

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