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Suma y sigue: todos corruptos
En un salón romántico
Por Publicado el: 13/03/2009Categorías: Crítica

Divertimento barroco

Juventudes Musicales
Divertimento barroco
Obras de Purcell, Monteverdi, Rossi, Caccini, Carissimi, Campra y Rameau. E.de Negri, K. Watson, T.N.Goldstein, M.Engeltjes, S.Clayton, A.Wolf. Orquesta de les Arts Florissants. W. Christie, director. Auditorio Nacional. Madrid, 12 de marzo.
El espléndido ciclo de juventudes Musicales, que se supera año tras año, ha tenido el acierto de incluir en su programación la visita de la Academia Jardin des Voix en su cuarta edición. William Christie y Paul Agnew seleccionan un ramillete de cantantes prometedores entre más de doscientos aspirantes, les preparan y les brindan la oportunidad de actuar en las mejores salas del mundo bajo el paraguas de una orquesta y un director que no dan puntadas sin hilo.
Las tres sopranos, el tenor, el contratenor y el barítono provenientes de Francia, Gran Bretaña, Israel, holanda y Alemania no poseen grandes voces individualmente, ni Christie posiblemente lo desease, porque iría en contra de su concepto de homogeneidad. Son jóvenes capaces de superar dignamente algunas arias sin grandes complicaciones y de cantar dúos, tríos o concertantes como si perteneciesen a un coro. A partir de los alumnos viene la selección del programa más adecuado para sus voces, una puesta en escena que sin decorados permita unos ciertos movimientos actorales y otros añadidos “made in Christie” como la colocación instrumental de la agrupación. Esta vez tuvimos a la izquierda violines y violas, en el centro las maderas y a la derecha chelos, contrabajo y clave, con amplios pasillos en medio para que por ellos se moviesen los cantantes.
Las jóvenes promesas creen en su trabajo, disfrutan con él y sonríen. William Christie, el director y pedagogo americano nacionalizado francés, sonríe aún más al ver y escuchar a sus pupilos, a los que llega a dirigir estando ellos de espaldas a él. El público se deja llevar y goza de un espectáculo de calidad y muy bien planteado. Éxito total, rubricado por ovaciones de un público que no se levantaba de sus butacas y al que Christie concedió dos propinas. Bien puede decirse que las más dos horas de duración supieron a poco gracias a los fragmentos de Rameau y a pesar de la monotonía reiterativa de la parte italiana, de la que se salvó el aria de Orfeo, acompañada con palmas. Gonzalo Alonso

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