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La ONE por granadinas
Divertimento barroco
Por Publicado el: 14/03/2009Categorías: Crítica

Suma y sigue: todos corruptos

Temporada del Real
Suma y sigue: todos corruptos
“Tannhauser” de Wagner. P. Seiffert, C. Gerhaher P. Maria Schinitzer, L. Braun G. Groissböck, S. Rúgamer, F. Bou, J. Cabero, J. Tilli, S. de Munck, etc. Director musical: Jesús López Cobos. Director de escena: Ian Judge. Teatro Real. Madrid, 13 de marzo.
El buen hacer del marketing al que nos tiene acostumbrados el departamento de prensa del Real había logrado crear expectación en torno a una puesta en escena con una bacanal presuntamente escandalosa. El lleno completo para todas las funciones, las personas no habituales que pululaban por el estreno y algunos otros detalles hacen sospechar que la temprana primavera había hecho efecto en los muchos salidos con que cuenta nuestro país. Se llevaron una decepción, porque no hay nada menos erótico que una orgía con los figurantes en slips o tangas de rojo fin de año en torno a una Venus y un Tannhauser que coquetean enfundados en abrigos y el caballero loa deseos y dudas en un piano cuyo absurdez sólo podría haber evitado una Venus Michelle Pfeiffer desnuda sobre él. En 2009 estas cosas se hacen a las bravas, con una iluminación que atenúe la provocación o se recurre a la virtualidad. Lo de la producción de Los Ángeles es un quiero y no puedo, aunque algunos califiquen a esto de sobriedad y buen gusto. El decorado cumplió su función en los salones del Wartburg del segundo acto y menos en el resto, si bien resultó estético y favoreció unos convenientes giros de plataformas redondas, mientras que la dirección actoral no pasó de discreta.
Cantar mucho los papeles de Helden tenor wagnerianos acaba perjudicando la vocalidad. Peter Seiffert se comía a su mujer, Petra María Schnitzer, hace pocos meses y ahora es casi ella quien, como Elisabeth, se come a Tannhauser. Tenemos aún suerte de poder escuchar un tenor de bella voz, musical, capaz de superar segundo y tercer acto sin fallecer vocalmente en escena, pero no ya puede ocultarse el vibrato, la presión excesiva en momentos y tres o cuatro notas en el alero. Pueden gustar otras Elisabeth más que Schnitzer, pero no discutir su impecable actuación. Quedó en cambio falta de las deseables sensualidad y autoridad la Venus de Lioba Braun. Christian Gerhaher se llevó el gato al agua con un timbre acariciador y una línea muy humana para Wolfram, posiblemente el mejor de la representación. Un mayor peso vocal en Günther Groissböck habría logrado redondear su buen Hermann. Cumplieron el resto de los caballeros y Sonia de Munck cantó estupendamente al pastor. Todos los participantes fueron muy aplaudidos, incluso los responsables de la escena, que no podían ocultar su sorpresa. Madrid, con la que está cayendo, ya no se escandaliza de nada.
Y ahora permítanme que acabe pecando en mi comentario final igual que Wolfram, a quien Venus logra finalmente corromper, y que me arriesgue a que, si alguno lo desea, me exilie a Roma para purgar mis pecados. No es de recibo empezar la obertura como la empezó la orquesta, ni lo son los desajustes al inicio del segundo acto, ni las estridencias del coro femenino en la gran escena del segundo acto. López Cobos, que comenzó plano pero fue mejorando hasta dibujar un muy digno tercer acto, advirtió estos días del mal resultado que tuvo en Berlín la ausencia de un único director musical y la compartición del cargo entre varios. Será también fatal para la orquesta del teatro la inexistencia de un titular de categoría. Quien quiera y deba tomar nota que la tome ahora y que luego no se queje si queda en la picota. Gonzalo Alonso

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