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RITMO, 75 años
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Por Publicado el: 08/12/2005Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Dos Premios

De premios
Hace ya bastantes años, concretamente en 1991, que la Fundación Guerrero creó el Premio de Música y lo dotó con doce millones de las antiguas pesetas. Durante los primeros años tuvo carácter anual y estaba dedicado a los compositores españoles. Hasta 1995 lo obtuvieron sucesivamente Rodrigo, Montsalvatge, García Abril, Halffter y Castillo. A partir de 1996, temiendo que se transformase en un reparto estilo «ronda -ahora tu y luego yo», se amplía a cualquier persona o institución española cuya labor haya constituido una aportación relevante y significativa al enriquecimiento de la música española y deja de ser anual. Desde entonces se concedió a Frühbeck de Burgos, de los Ángeles, De Larrocha, Bernaola y de Pablo. Sus promotores siempre aspiraron a que fuese considerado como el «Cervantes» de la música.
Algunos años más tarde, en 1996, la SGAE otorgó a Grammatges el primero de los Premios Tomás Luis de Victoria, con carácter bianual y 60.000€, para significar al compositor vivo más destacado de la comunidad iberoamericana, incluyendo Portugal y Brasil, y premiar el conjunto de una vida dedicada a la música. Los premiados sucesivos serían Montsalvatge, Garrido Lecca, del Mónaco y Guinjoan. Ahora ha pasado a convocarse anualmente y la semana pasada se falló a favor del brasileño Carlos Nobre. También aspira a ser el «Cervantes» de la música. El jurado, en el que no había ningún compositor, lo integraron Abreu, Echenique, Remartinez, Álvarez Cañibano y Casares.
Es bastante amplia la problemática de este tipo de premios. ¿Qué se pretende al dar un premio: prestigiar al ganador o que el premio se prestigie así mismo con un gran nombre? Es difícil huir de la «autoronda» citada, como es muy difícil ser justo en la valoración. ¿Es posible acaso que todo el jurado conozca la obra de 57 candidatos de 17 países? Porque la Academia de Hollywood envía en video a sus compromisarios de cara a los Oscars todas las películas en concurso, pero eso no es posible con el Tomás Luis de Victoria. ¿De dónde podrían sacar tiempo personas ya tan ocupadas? ¿Cómo acceder a ls partituras más representativas? De otro lado está muy bien premiar una carrera, pero ¿no debería traducirse en algo específico? La cuantía del premio permite que un autor se tome un año sabático para escribir lo que le apetezca, sin cortapisa alguna, y mostrarlo al final como resultado del premio.
Creo que carece de sentido el «premio por el premio» y que en este tema queda mucho por trabajar e imaginar.

Gonzalo ALONSO

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