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Por Publicado el: 14/06/2020Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

El caos de Lissner en París y Nápoles

El caos de Lissner en París y Nápoles

La Ópera de París no levanta cabeza. Sus 350 años de vida no le están sentando nada bien. Empezó el año sin música, arrastrando las huelgas convocadas desde el 5 de diciembre por la reforma de las pensiones, y lo acabará también sin espectáculos y sin director.

Según una nota de prensa emitida por la institución, el consejo de administración de la Ópera de París ha aprobado la realización anticipada de las obras de renovación de determinados espacios escénicos a partir del próximo mes de julio, una decisión que han impulsado las dificultades de llevar a cabo la programación según estaba prevista a causa de la pandemia del coronavirus. “La anticipación de las obras facilitará un espacio de programación más amplio a partir de mediados de 2021, fecha en la que las circunstancias serán más propicias para la realización de espectáculos que en el inicio del año académico de 2020”, apuntan desde la dirección.

Estas se prolongarán hasta mediados de noviembre en la Ópera de la Bastilla y hasta finales de 2020 en el Palais Garnier, donde la programación queda suspendida hasta el 31 de diciembre. La Ópera de la Bastilla reabrirá sus puertas el 24 de noviembre con “La Traviata” en una producción de Simon Stone inicialmente programada en el Palais Garnier. El año se cerrará con la producción de Calixto Bieito de la “Carmen” de Bizet, y la coreografía de “La Bayadère” que firma Rudolf Noureev. La programación se retomará según se ha anunciado a partir de 2021.

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La Bastilla, el Palais Garnier y el San Carlo de Napoles

Por otro lado, Stéphane Lissner ha puesto pies en polvorosa, abandonando sus funciones el 31 de diciembre, seis meses antes de que acabe su contrato. Según informan los diarios franceses, el director ha tomado esta decisión para dejarle el camino libre a su sucesor, Alexander Neef, quien deberá elaborar un plan de recuperación económica que palie las pérdidas de las huelgas de enero -estimadas por Lissner en 14.5 millones de euros -, y las del coronavirus, que el actual director calcula en cerca de 31 millones. En total, más de 40 millones. Todo un éxito al final de sus seis años de mandato, que él trata de justificar “La situación podría compararse con la de sanidad. En el teatro, como en los hospitales, cada vez faltan más recursos y la situación de sus trabajadores es muy similar a la de los enfermeros, con contratos intermitentes, mal remunerados y en una situación precaria”, aludiendo en referencia a los 1.600 empleados fijos y 200 temporales de la Ópera de París.

Además ha calificado las medidas de reapertura de salas de conciertos y las Ópera de la Bastille y Garnier como “inviables”: “Es imposible para el público, artistas y empresarios. Los intermedios no pueden suprimirse porque, en una representación de 5 horas como “Tristán e Isolda son absolutamente necesarios. Lo mismo pasa con las distancias entre músicos o miembros del coro”. Piensa que el correcto cumplimiento de las medidas, único sistema para frenar el virus, impide la reapertura de los espacios escénicos.

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Stéphane Lissner

Todo ello para justificar su huida y aterrizaje en el San Carlo de Nápoles, donde ha aumentado los problemas nada más llegar. Es sorprendente que el país de la lírica esté en manos de extranjeros: Lissner en Nápoles, Dominique Meyer en La Scala y Alexander Pereira en el Maggio Musicale de Florencia. Designado por unanimidad en el Consejo de Dirección, Lissner no contó con la aprobación de todo el equipo. El director musical del teatro, Juraj Valcuha, declaró que no renovaría su contrato: “no estoy dispuesto a continuar la colaboración más allá del plazo establecido por el contrato, donde el liderazgo artístico ya no es el mismo”. A ello se sumó ahora el coronavirus, una de cuyas primeras consecuencias fue la cancelación de las ocho funciones programadas para “Flauta Mágica”. Lissner envió a su casa a los artistas, tras semanas de ensayos, sin pagarles ni caché, ni hotel, ni viaje, según la prensa italiana y el programa de la RAI “La Barcacccia”, que está dedicando emisiones a analizar la tremenda situación lírica en Italia. Pero el escándalo en Nápoles es aún mayor. Lissner decidió, a través de su director de casting -sabido es que él no controla nada de voces, ni de óperas- cancelar los contratos firmados con cien artistas de las representaciones de los títulos suspendidos y programar estos al aire libre en concierto, en fechas posteriores, con los llamados “big”, como Anna Netrebko, Yusif Eyvazov,  Ludovic Tézier, Anna Pirozzi, Jonas Kaufmann o Anita Rachvelishvili, entre otros, para “Tosca” y “Aida”. La justificación, según ha denunciado La Barcaccia: “los cantantes italianos no tenían el nivel”. Naturalmente estos perjudicados han puesto el asunto en manos de abogados.

¡Menudo aterrizaje, como elefante en cacharrería, el de Lissner en Nápoles! Y toda Italia se está volviendo a reír del célebre video de la televisión francesa en el que es incapaz de reconocer las arias, cantadas por Callas, de “La Wally”, “Forza del destino” y “Tosca”, acertando sólo con “Carmen” y en tiempo de descuento. ¿En qué mundo estamos? ¿Cómo es posible que personajes así puedan dirigir teatros de primer nivel? Son las preguntas en la prensa italiana. ¡Cómo añoramos a los Ghiringhelli o los Bing! Gonzalo Alonso

Aquí el desconocimiento operístico de Lissner

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