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Por Publicado el: 12/05/2007Categorías: Crítica

EL DÍA QUE “MARZELLINA” SE MERENDÓ A “LEONORA”

EL DÍA QUE “MARZELLINA” SE MERENDÓ A “LEONORA”

Teatro de la Maestranza, Sevilla

BEETHOVEN: Fidelio. Lisa Gasteen, Robert Dean Smith, Brindley Sherrat, Elena de la Merced, Alan Held. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Dirección escénica: José Carlos Plaza. Dirección musical: Pedro Halffter. Teatro de la Maestranza, 11 de mayo de 2007. (Otras funciones: 14,17 y 20 de mayo).

Clausuraba su temporada el Teatro de la Maestranza con una obra que transcurre junto a Sevilla, el “Fidelio” de Beethoven, contrapunto al también sevillano “Don Giovanni” de Mozart, como tan ajustadamente detalla Jacobo Cortines en sus notas de programa. La función comenzó sosa, con una Obertura desangelada, y sin especial entusiasmo de los solistas, con una excepción, la valenciana Elena de la Merced, que por calidad vocal y dominio escénico se erige en la mejor “Marcellina” que al firmante le ha sido dado ver: su labor, perfecta de principio a fin de la obra, mereció la mayor ovación de la noche. ¡Curioso “Fidelio” aquel en que la secundaria se come a la misma protagonista en la valoración de la audiencia! De la Merced exhibió una técnica inatacable, dicción perfecta –todas sus palabras fueron inteligibles-, fraseo cristalino, afinación límpida y proyección vocal tal que su intervención en el concertante final fue perfectamente audible sin necesidad de forzar la voz; por ende, su prestación en conjunto transmitió eso que sólo parece reservado a los grandes, percibir la alegría del canto. Plaza construyó para ella un personaje que rebasó lo episódico: es difícil concebir una “Marcelina” más enamorada de “Fidelio” ni más desesperada al comprender el travestismo del personaje. Frente a ella, la protagonista, “Leonora / Fidelio”, la australiana Lisa Gasteen, mostró un canto destemplado, a veces al borde del desentono, de considerable potencia pero parva matización; predíquese lo mismo del americano Alan Held, al borde de la caricatura en su papel de malo contumaz, y constátese al menos la buena voluntad del británico Brindley Sherrat como un “Rocco” bonachón y un punto pordiosero.

La representación cambió su curso desde el inicio del Acto II. Pedro Halffter, en gran maestro, se sumergió en las honduras de la prisión sevillana con una de las músicas más lacerantes escritas por Beethoven y halló su complemento en el extraordinario “Florestán” de otro americano, Robert Dean Smith, imponente desde su amarga apelación a la divinidad, con un “Gott!” sobrecogedor; en toda esta escena se podría hablar con sentido de un dúo Halffter / Dean Smith, en donde la orquesta iba contestando al cantante con urdimbre de filigrana. La misma puesta en escena de José Carlos Plaza, basada en un omnipresente y flotante paralelepípedo, estilo “2001”, dio un salto de grandeza mayestática cuando la enorme figura geométrica, convertida en angustioso techo de la celda, fue lanzada a los aires por los prisioneros revelando la Sevilla decimonónica vista en la distancia, salto de la tiniebla a la luz que la misma partitura reclama. El final fue clamoroso, con toda justicia.
José Luis Pérez de Arteaga

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