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Almodovar en el Real
Por Publicado el: 24/09/2010Categorías: Cartas

El nombramiento de un fantasma y otros misterios

EL NOMBRAMIENTO (DE UN) FANTASMA Y OTROS MISTERIOS DEL TEATRO DE LA ZARZUELA
EN EL PAIS DE LOS DISPARATES MUSICALES.
(ESCANDALO ESPERPENTICO Y EXASPERANTE)

Estimado Sr.Beckmesser:

Este país nos tiene ya más que acostumbrados a nombramientos improvisados o peregrinos de titulares extranjeros, en detrimento de los muchos buenos que hay en España y por otro lado (por desgracia es la otra cara de la moneda) también a los de algunos casos de españoles, que resultan poco menos que inauditos, teniendo en cuenta la relación entre la edad, las más que cuestionables cualidades que se les atribuyen y la trayectoria y los ostentosos cargos que desempeñan. Alguno, incluso más de un cargo y ese alguno también sin ni siquiera tener la titulación (que dice tener) de la profesión que ejerce. Claro, que ni falta que le hace ya que nadie se la exige. Para eso ya tiene a su papá, que le ha ido abriendo todas las puertas.

La última entrega de esta larga historia de despropósitos nos llega ahora. Se rumoreaba que el Teatro de la Zarzuela iba a seguir el “ejemplo” del Teatro Real (al que hay que dar de comer aparte) y que no iba a nombrar un director musical. Pues bien, al final la cosa ha sido mucho peor. En lugar de tomarse un tiempo de reflexión y valorar a los posibles candidatos, han nombrado a toda prisa a un don nadie. Ni la forma en que se ha hecho ni los más que dudosos criterios que se hayan podido seguir para su elección (si es que se ha seguido alguno que no sea el de consolidar una relación de conveniencia entre el protegido y su protector) son de recibo.

No es sólo que la noticia haya pasado totalmente desapercibida en los medios (por algo será, que ni siquiera en las webs institucionales del INAEM ni en la del propio teatro se recoge la noticia ni se puede consultar su breve currículum, algo que irónicamente juega en contra del interesado y en la del mismo teatro, que ha preferido no colgarla en su página, seguramente por vergüenza ajena y no hacer el ridículo). El meollo de la cuestión es que se ha nombrado a un joven maestro sin la talla profesional, la experiencia y el repertorio (por tener no tiene ni página web) que semejante puesto requiere, en detrimento de otros maestros españoles con una trayectoria mucho más amplia y más meritoria que la suya. Es más, hasta hace bien poco era otro nombre, de mayor peso, el que sonaba para el puesto y sin embargo se le ha descartado. ¿Por qué?

No citaré nombres pues la lista es larga pero seguro que a cualquiera se le ocurren muchos candidatos más apropiados que el elegido. Hay muchos maestros españoles más renombrados y capacitados para ese cargo. Claro que quizá precisamente esa sea la verdadera causa de su nombramiento y de que su contrato tenga una duración de sólo nueve meses: tenerlo a prueba, como a un vulgar aprendiz del oficio… Sus ventajas tiene desde luego: es más barato, en tiempos de crisis, y sobre todo manejable, en la era de los directores de escena y gestores todopoderosos.

El caso es que resulta bochornoso comprobar cómo el tan cacareado código de “buenas prácticas” es papel mojado en este caso, si bien la categoría de director musical no entra dentro de los objetivos que se pretenden regular con la medida, porque a día de hoy todavía hay quien piensa que no es una categoría tan relevante como las de director de teatro o de ballet y que por lo tanto no merece el mismo respeto ni consideración que éstas. ¿Alguien podría explicar por qué esto aún es así? ¿O es que acaso hay que llamarse Barenboim, Metha o Maazel para que a un director español lo consideren “maestro” en su propio país? Y si no, como muestra, ahí quedan para vergüenza de nuestra historia y de la imagen de nuestro país en el extranjero, las inaceptables campañas de descalificaciones contra la figura del ilustre maestro español López Cobos, que se va por segunda vez para no volver. Y con razón. Por desgracia no es el único maestro español con un reconocimiento internacional al que han maltratado en su propio país. Ya lo hicieron antes con García Navarro. O Gómez Martínez, que no se prodiga por estos lares.

Por cierto, habrá que ver también si finalmente se le aplica o no el cuento al propio director del teatro, artífice del ocurrente nombramiento, pues ya se rumorea que él mismo no ha aceptado tan rápidamente la invitación a desalojar el cargo, tal como se anunció, cosa que sin embargo sí fue forzado a aceptar el maestro Roa (a diferencia de Olmos, toda una institución en la profesión a la que ha dedicado su vida entera en ese teatro). Tal como están las cosas, entre el actual director del teatro y la jefe de producción, que favorece a sus amistades, cuando algunas de ellas no poseen cualidades artísticas, han convertido el que antaño fuera un templo de la lírica en su cortijo particular. Es algo vergonzoso.

Sería deseable que alguna autoridad en la materia, cuya opinión fuera tenida en cuenta, se hiciera eco de estas reivindicaciones y denunciara en las altas esferas del poder éstas prácticas deleznables y que ilustrara a las instituciones (especialmente a las gestionadas con dinero público), a los gerentes y demás “consejeros” y “asesores” en materia musical, acerca de cómo hay que hacer las cosas sin ofender a cuantos profesionales responsables aún luchan, día a día, por un poco de reconocimiento y no pierden la ilusión ni la esperanza, a pesar de esta grave situación; y que de paso les enseñase a esos mismos responsables un poco de sentido de la justicia y ecuanimidad y sobre todo a no mezclar los intereses personales con los profesionales a la hora de tomar decisiones de este calibre. Decisiones que no sólo afectan para bien (aunque a la larga puede que para mal, el tiempo lo dirá) al candidato afortunado, sino que merman las posibilidades de promoción o incluso obstaculizan intencionadamente las carreras de otros muchos buenos maestros cuyos nombres quedan fuera de la liza y son arrinconados por los caprichos y los gustos personales de quienes se creen los amos del lugar. Y eso incluye también a algunos agentes sin escrúpulos.

Ya va siendo hora de que empiecen a gestionarse con seriedad nuestras instituciones musicales, porque forman parte de nuestro patrimonio y nos pertenecen a todos, no sólo a ellos, cuidando de los valores y principios que rigieron su fundación, y también de que en España comience a valorarse la dirección musical (y a sus representantes nacionales) como una profesión seria y que dejen ya de convertir a las unas y a la otra en un circo. Con todo el respeto hacia el circo, que, a diferencia de ésta, a día de hoy se ha ganado ya la consideración y el respeto de una profesión seria.
Atentamente,

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