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Por Publicado el: 12/03/2005Categorías: Crítica

Gardiner, Bach historicista pero emotivo

Temporada del Palau de Valencia
Bach, historicista pero emotivo
“Pasión según San Mateo” de Bach. D. Henschel, Mark Padmore. Trinity Boys Choir, Monteverde Choir, English Chamber Barique Solists. Sir John Elliot Gardiner, director. Palau de la Música. Valencia, 13 de marzo. Auditorio Nacional. Madrid, 14 de marzo.
Ya no hay quien se atreva a dirigir una “Pasión” como hacía Karajan, a lo grande. Ahora hasta Abbado o Frühbeck reducen sus huestes para acercarse a la interpretación historicista. Las modas a veces pesan demasiado y vamos de un extremo a otro. Y hay “Pasiones” aburridísimas. Afortunadamente no es el caso de Gardiner.
Su plantilla, dispuesta casi simétricamente, no llega a los cuarenta atriles, mientras que el coro lo componen veintiocho personas más quince niños. Llega a algo más: a no anunciar como solistas más que al Evangelista, un extraordinario y sensible Mark Padmore, y al barítono Dietrich Henschel. El resto son cantores del propio coro Monteverde. Es obvio que a los grandes solistas les resulta muy difícil integrarse en un coro y también que los coristas difícilmente son solistas extraordinarios. Entre otras cosas porque ya habrían volado. Por eso no podía admirar, más que desde un punto de vista de musicalidad -¡qué término más recurrente!- el “Blute nur” de la soprano, el “Ich will bei meinem Jesu…” del tenor, el “Erbarm’ es Gott” de la supuesta contralto o el “Mache dich…” del bajo. Es, eso sí, muy de admirar que en un coro tan reducido haya voces capaces de saldar el compromiso, si no brillantemente, sí con dignidad. Pero también hay que decir que se echa de menos, no ya una Ferrier, sino la Procter de turno. Las grandes voces, potentes y extensas, no encajan con las aproximaciones historicistas.
Normalmente hay que escoger entre fidelidad o emoción, porque la emoción, cuando llega, lo hace por la vía de la pulcritud, exactitud, el detalle fino, etc. Ha habido pianistas o cantantes, como Pollini o Kraus, con quienes sucedía o sucede lo mismo. Así es también Gardiner, pero en él hay un añadido: la música destila intimidad y religión. No estamos ante algo frío y aséptico y, por ello, aventaja en muchos enteros a otros directores. La lectura fue de menos a más o, quizá, fue venciendo temores y atrayendo cada vez más al oyente infiel al historicismo. Es más, podría hasta decirse que logró que la increíble coral final sonase como si la cantase el doble de personal.
Se disfrutó enormemente, pero ya va siendo hora de que algún valiente nos ofrezca una lectura en cinemascope, porque la vida no es nada tan cerrada. Perdón por la herejía. No me manden a la hoguera. Gonzalo ALONSO

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