Crítica: Gergiev, rusos con artillería pesada
Gergiev, rusos con artillería pesada
Obras de Brahms y Strauss. Nelson Goerner, piano. Orquesta Sinfónica del Teatro Mariinsky. Valery Gergiev, director. Auditorio Nacional. Madrid, 2 de febrero de 2022.
Empezó con retraso a causa de la pandemia el ciclo sinfónico de La Filarmónica y lo hizo con uno de sus habituales, Valery Gergiev, acompañado de sus huestes del Mariinsky, en una amplia gira por la península que incluye, además de este concierto madrileño, los de Oviedo, Barcelona, Zaragoza, Murcia y Alicante.
Defraudaron absolutamente pianista y director en el potente pero también delicado “Segundo concierto para piano y orquesta” de Brahms. La orquesta sonó con empaste muy inferior al de otras veces, quizá porque sus músicos estaban muy malestos por tener que tocar con mascarilla. El solista Nelson Goerner mostró potencia, pero más que un dialogo entre piano y orquesta hubo una lucha entre ellos. No se entendieron. Fue como si los rusos hubiesen venido con la artillería pesada. El siempre esperado y precioso diálogo entre chelo y piano careció de delicadeza y poesía… En fin, una versión para un mal recuerdo que sólo mejoró con el “Intermezzo Op. 118” del mismo compositor, que ofreció Goerner como propina.
Pero tras el descanso, largo por cierto, todo cambió con la “Vida de héroe”. Gergiev, que prescindió del podio, apiñó a la orquesta y obligó a que naciese el empaste que antes habíamos echado de menos. No sólo eso, sino que los del Mariinsky casi parecieron los de la Filarmónica de San Petersburgo con Mravinsky o Temirkanov. La lectura resultó clara, potente, con todas las secciones a magnífico nivel. Dio gusto escuchar a las maderas -muy bien la flauta- en sus solos o dúos, a la cuerda, los metales, etc. pero sobre todos ellos destacó el concertino. Lorenz Nasturica es sobradamente conocido en nuestro país, por haber actuado en muchas ocasiones con otras agrupaciones como la Filarmónica de Munich o incluso españolas. El tercer tiempo, “La compañera del héroe”, le brinda al solista una muy amplia ocasión para su lucimiento y Nasturica la aprovechó bien. Igualmente preciosa su intervención en un final muy bien modulado por Gergiev. Esta vez sí, una lectura sobresaliente que compensó sobradamente el mal sabor de boca de la primera parte. Gonzalo Alonso
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