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Con Mozart me acuesto, con Mozart...
Por Publicado el: 12/01/2006Categorías: Crítica

Haitink, la LSO, Shostakovich y Nilsson

XXII Festival de Canarias
Nilsson, Haitink y Shostakovich
Obras de Haydn y Shostakovich. Orquesta Sinfónica de Londres. Bernard Haitink, director. Auditorio Alfredo Krasu. Las Palmas, 11 de enero.
Se con certeza que ustedes, los lectores de estas líneas, no son lectores cualesquiera. Son lectores que no leen por casualidad o simple curiosidad las críticas de música. Las leen porque aman la música. Por eso hoy escribo lo que escribo, pensando sólo en ustedes y en mí, que no en nuestro periódico. Y se que nos entenderemos.
¿Con qué espíritu puede uno de nosotros acercarse a un concierto cuando acaba de recibir la noticia de que ha fallecido la más grande cantante wagneriana que hayamos podido conocer? ¿Cómo puede escribirse una necrológica en quince minutos porque el concierto va a empezar? ¿Cómo escuchar Haydn o Shostakovich si lo que uno desearía es refugiarse a oscuras en su casa y rememorar aquella voz, con la que tanto disfrutó y se emocionó, en el dúo de Wotan y Brunhilda o en la escena de su inmolación? Pero no, lo que tiene que salir en los periódicos no es el obituario de una señora que ya casi nadie conoce, pero que representa uno de los hitos en la historia de la música. Lo que tiene que publicarse es el concierto de turno. Y suena la n.86 de Haydn. Y uno piensa en algunos de sus compañeros, dormitando en otra ciudad un “sueño veraniego” y siendo despertados de él para escribir a toda prisa la crónica freudiana del mismo, porque cierra la segunda edición y porque ustedes han de poder saber al mismo día siguiente cómo lo hicieron Pizzi y Marin, a quienes pronto no recordaremos. A ella sí. Nilsson acaba de ser enterrada. Haitink continúa dirigiendo Haydn. Buen sonido, pero con director, músicos y crítico como ausentes. ¿Me entienden?
“Respuesta de un artista a una crítica justa”. Así sobretituló Shostakovich su “Quinta sinfonía”. Se rebeló contra las autoridades componiendo lo que aquellas querían oír, pero sin renunciar así mismo. A veces hay que rebelarse y otras agachar la cabeza para poder seguir adelante. La London inicia la marcha grotesca del primer tiempo y el crítico comprende como nunca los sentimientos del autor al escribir sus notas. Se ha dicho que en ese aquelarre se funden Bach, Bruckner y Mahler, pero ahora también suenan en él las desesperaciones triunfales de Brunhilda o Elektra. Y Haitink apiana la orquesta, suenan las cuerdas en el registro agudo, tensas e intensas. Se para el tiempo. Y uno siente que, en el filo de esa ruptura sonora, se levanta Brunhilda para entonar el “Hojotoho! Hojotoho! Heiaha! Heiaha!”. Shostakovich, Haitink y la LSO lograron cambiar el signo de la noche. Se lo tenía que contar todo a ustedes. Perdón si no me han entendido. Gonzalo Alonso

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