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Rotunda apertura del XXII Festival de Música de Canarias
Por Publicado el: 10/01/2006Categorías: Crítica

Con Mozart me acuesto, con Mozart…

XXII Festival de Canarias
Con Mozart me acuesto, con Mozart…
Integral de los conciertos para violín de Mozart. Frank-Peter Zimmermann, violín. Orquesta Sinfónica de Tenerife. Victor Pablo Pérez, director. Auditorio Alfredo Graus. Las Palmas, 8 y 9 de enero.
Escuchaba a una señora despidiéndose del concierto tras el descanso: «es demasiado Mozart». Y la verdad es que esta época de marketing que nos ha tocado vivir no tiene remedio. Hasta un supuesto cráneo de Mozart es negocio. Este año es obligado el «con Mozart me acuesto, con Mozart me levanto» y uno piensa en el pobre Frank-Peter Zimmermann obligado a tocar día tras día los cinco conciertos para violín en igual penitencia que cuando Maisky hubo de hacer lo propio con las suites de Bach porque su casa discográfica quería vender discos. Las borracheras nunca son buenas, aunque lo sean de música mozartiana porque, seamos francos, no todas las obras de un genio tienen el mismo valor y en los conciertos de Mozart hay sólo dos joyas auténticas, el tercero y el quinto.
Por lo demás dio gusto escuchar al joven violinista Frank-Peter Zimmermann (Duisburg, 1965). En el primer concierto de la serie no tiene sitio el virtuosismo, pero sí la elegancia y la ligereza. Así lo entendió Zimmeramm en una lectura un tanto amable, muy contenida en expresión y sonido, preciosa en el tiempo lento. La misma senda siguió el segundo. Otra cosa son tercero, quinto y hasta cierto punto el cuarto, con sus sorpresas para el oyente de la época, con sus originales desarrollos y sus cadencias y, en definitiva, con su inspiración. Encontramos en ellos a un solista más solista, menos miembro de la orquesta, aunque Víctor Pablo consiguiese en todo momento una completa integración, sin dejar que ni una sola nota del violín quedase apagada por el modesto «tutti» -cuerdas, par de oboes o flautas y par de trompas- y sin querer obtener el protagonismo que otros directores, como Levine, han buscado en estas obras. En Zimmermann se valora la solidez y la seguridad más que la amplitud de sonido o hasta el poder comunicativo. Las lecturas adolecen de una excesiva cuadratura que va algo en contra de la frescura de quien compuso la “Sinfonía Linz”, también en programa, en apenas tres días. Buen ejemplo de ello es el célebre tiempo central del tercer concierto, casi un tratado de canto, tocado con la perfección pero también falta de desenvoltura con la que lo podría haber cantado una Gruberova. Pero el chico toca muy bien.
Víctor Pablo, seriedad en fondos y formas, puso toda su sal en la obertura de “Bodas de Fígaro” y la citada sinfonía, ofreciendo versiones vibrantes y claras por medio de la Sinfónica de Tenerife, siempre en estilo y con sonido más bello al escuchado a la Filarmónica de Gran Canaria. Gonzalo ALONSO

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