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Por Publicado el: 24/03/2015Categorías: Crítica

Jaroussky de paseo con Verlain

XXI Ciclo de lied

Jaroussky de paseo con Verlain

Obras de autores franceses sobre poemas de Verlain. Philippe Jaroussky, contratenor y Jérôme Ducros, piano. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 23 de marzo.

Jaroussky

Confieso que los contratenores me suelen aburrir tanto como me entusiasman las contraltos. Tampoco creo ser el único. En el descanso del recital aquí comentado recibí la llamada de una de las más grandes cantantes españolas de todos los tiempos. Tras contarla donde me hallaba y este “problema” mío, me dijo textualmente: “los contratenores están bien cuando cantan barroco y hacen gorgoritos, si no es verdad que cansan”.

Dicho lo cual he de reconocer que Jaroussky no me aburrió a pesar de que el programa parecía pecar sobre el papel de una cierta monotonía. Sin embargo el contratenor logró extraer toda la poesía y la música de estas pequeñas melodías de Fauré, Hahn, Poldowski, Bordes, Debussy, Séverac, Chausson, Saint-Saëns, etc. Jaroussky (Yvelines, 1978) está de moda, como el prácticamente lleno de la Zarzuela lo atestiguaba. Sin duda un artista mediático con el que promoción y publicidad tienen mucho que ver, pero es también un magnífico cantante, poseedor de una voz de oro, angelical, preciosa, homogénea en toda su extensión, lejos de la fealdad tímbrica de la mayoría de sus colegas. Él y Bejun Mehta (Carolina del Norte, 1968) representan la cima de su cuerda.

Dejó por esta vez el barroco para adentrase en las finas melodías francesas con esos textos de Paul Verlain que tan bien retratan la naturaleza y muy especialmente primavera y otoño. Algunas de las canciones, entonadas unas tras otras sin pausa, incluso compartían título, como “Mandoline” o “Chanson d’automme”, pero todas el mismo espíritu. Hasta las dos más contemporáneas de Léo Ferré o la de Georges Brassens en el turno de propinas. Especialmente afortunadas fueron las versiones de la “Chanson d’automme” o “D’une prison” de Hahno y “Apaisement” de Chausson. Sólo hubo quizá un momento en el que la voz perdió su bellísimo color para recordarnos a otros contratenores a quienes, alguna vez, parece que les pisen un callo. Fue en la frase “Û bien-aimée” de “La lune Blanche” de Poldowski. Estuvo muy bien acompañado por el pianista Jérôme Ducros, que incluso se atrevió a solas con la difícil “L’île joyeuse” de Debussy. Un recital, recibido con franco entusiasmo, cuyo programa se salía de lo habitual en el ciclo y que demostró que los contratenores también pueden entretener aún con canciones de gran similitud estilística. Gonzalo Alonso

Un comentario

  1. Bogumila Hagemejer 24/03/2015 a las 22:24 - Responder

    j'adore cette voix .

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