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Por Publicado el: 23/10/2025Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Johann Strauss hijo: el hombre que hizo bailar al mundo

En el bicentenario del nacimiento de Johann Strauss hijo, Viena y medio planeta celebraron al “Rey del Vals”, un compositor que convirtió la alegría en arte y la danza en identidad y que hizo bailar al mundo.

johann strauss hijo

Johann Strauss hijo

Hay músicos que no sólo componen: dibujan el alma de una época. Johann Strauss hijo, nacido en Viena el 25 de octubre de 1825, fue uno de ellos. En cada uno de sus compases palpita el espíritu ligero y elegante de una Viena que, entre imperios y tertulias, encontró en el vals su idioma común.

Su historia, como tantas en el mundo del arte, empezó con una rebeldía doméstica. Su padre, Johann Strauss padre, era ya un músico célebre —autor de la Marcha Radetzky— y no quería que su hijo siguiera el mismo camino. Lo imaginaba banquero, no violinista. Pero el joven Johann aprendió a tocar el violín a escondidas y a los diecinueve años debutó en el Casino Dommayer, escenario en el que su padre había alcanzado grandes triunfos, acontecimiento que incendió la cólera de su padre. Sin embargo, pese a los primeros obstáculos de su carrera, Strauss hijo fue nombrado Maestro de Capilla del Segundo Regimiento de Ciudadanos de Viena a los 20 años.

De los salones al mundo

A la muerte de su padre, en 1849, unió ambas orquestas familiares y emprendió una carrera que lo llevó por medio mundo. Tocó en Rusia, Inglaterra, donde actuaría junto a su primera esposa, Hetty Treffz y hasta en Estados Unidos, donde dirigió a miles de músicos en un concierto multitudinario en Boston. En tiempos sin micrófonos ni grabadoras, su batuta era una antena de entusiasmo.

Strauss hijo dejó más de quinientas obras entre valses, polcas, marchas y operetas. Pero no era sólo prolífico: era elegante, inventivo, infaliblemente melódico. El Danubio azul, Voces de primavera, Historias de los bosques de Viena, Tritsch-Tratsch Polka o El vals del emperador no son simples piezas de baile: son pequeñas arquitecturas de felicidad.

El genio del teatro musical

En 1874 estrenó Die Fledermaus (El murciélago), su opereta más famosa, una fiesta escénica donde la ironía social y la brillantez orquestal se dan la mano. Después llegarían El barón gitano y Una noche en Venecia, que confirmaron su talento teatral.

Strauss contó con la admiración de Richard Wagner y la amistad de Johannes Brahms, a quien Strauss dedicó el vals “Seid umschlungen, Millionen!”.

Murió en Viena el 3 de junio de 1899, con el cambio de siglo a la vuelta de la esquina. Había conocido la gloria y el aplauso, pero sobre todo había conseguido algo más difícil: convertir la música ligera en arte perdurable.

Un legado que sigue girando

El vals vienés no fue sólo una danza: fue una forma de civilización. Strauss lo elevó a símbolo nacional y universal. Hoy, su música sigue sonando cada 1 de enero en el Concierto de Año Nuevo de Viena, ese ritual planetario donde millones de espectadores arrancan el año al ritmo de su “Danubio azul”.

Incluso los modernistas de la Segunda Escuela de Viena, Schönberg, Berg o Webern, lo admiraron hasta el punto de transcribir algunos de sus valses para cuarteto de cuerda. No deja de ser paradójico: los vanguardistas del siglo XX estudiando a quien había hecho bailar al XIX.

2025: el bicentenario del “Rey del Vals”

Este 2025 marca el bicentenario de su nacimiento, y Viena entera se vistió de gala. Hubo conciertos en el Musikverein y en el Konzerthaus, un Prater Picnic multitudinario, proyecciones al aire libre y espectáculos inmersivos en la House of Strauss.

Entre los actos más singulares figura el Waltz into Space, un proyecto que envió al espacio los acordes del Danubio azul desde la estación de la ESA en Cebreros (España). Strauss, literalmente, sonó entre las estrellas.

También en nuestro país hubo homenajes: la Strauss Festival Orchestra recorrió el Auditorio Nacional de Madrid, el Teatro de la Maestranza de Sevilla y el Palacio de Congresos de Valencia, con programas que incluyeron El barón gitano o Voces de primavera.

El Concierto de Año Nuevo de 2025, dirigido por Riccardo Muti, dedicó buena parte de su repertorio al compositor vienés: nueve piezas llevaron su firma.

Para escucharlo como merece

Entre las grabaciones recomendables destacan las de Herbert von Karajan, con su colección de Valses, polcas y marchas, o las de Arthur Fiedler con la Boston Pops Orchestra, que captan la ligereza y la gracia originales. Y, por supuesto, Die Fledermaus, en cualquiera de sus versiones, sigue siendo una obra maestra del teatro musical europeo.

En este bicentenario, redescubrir a Johann Strauss hijo es, en realidad, una invitación a sonreír. Su música no busca adoctrinar ni impresionar: busca hacernos bailar, aunque sea con la imaginación. Y, quizá, recordarnos algo que la vida moderna suele olvidar: que la alegría, cuando está bien escrita, también puede ser arte.

Gonzalo Alonso

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