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Opiniones sobre Frühbeck de Burgos
Frühbeck-OCNEFrühbeck, mando en plaza
Por Publicado el: 12/06/2014Categorías: En la prensa

La batuta de los directores españoles

La batuta de los directores españoles

El Mundo 12/07/2014

Considerado el maestro nacional más importante, forjó su reputación en EEUU y por toda Europa

Puestos a elegir una muerte, Rafael Frühbeck de Burgos hubiera codiciado morirse sobre el podio. Le sucedió a Joseph Keilberth dirigiendo Tristán e Isolda. Le ocurrió a Giuseppe Sinopoli dirigiendo Aída y siendo además egiptólogo el maestro italiano.

Y en cierto sentido también le ocurrió a Frühbeck. Un desvanecimiento le sorprendió en Washington con las huestes de la Orquesta Nacional Americana el pasado 14 de marzo. Se desmoronó el patriarca mientras hacía «apología» de Manuel de Falla. El amor brujo, lagarto, lagarto, arrulló a Frühbeck en el último concierto de su carrera.

Falla y en Washington. Es una manera bastante sugestiva de reconocer al director de orquesta burgalés. Porque Frühbeck de Burgos era de Burgos. Y porque tenía sentido que su testamento musical compaginara la devoción a Falla con su predicamento y reputación entre las grandes orquestas norteamericanas.

Se entiende así la importancia que revistió su debut en Filadelfia en 1969. Tanto convenció el maestro a la mítica agrupación de Pensilvania que el año pasado celebró su concierto número 150, redundando además en una afinidad trasatlántica que enfatizaron sus vínculos con Boston, Chicago, Nueva York, Cleveland y Los Ángeles.

Frühbeck el americano gustaba en EEUU por su profesionalidad y su eficacia. Por su versatilidad y por su claridad. Por su minuciosidad y su brillantez. Sus conciertos revestían garantías artísticas y taquillazos, aunque se antoja impropio restringir la carrera de Frühbeck de Burgos a Norteamérica cuando fue un misionero trotamundos.

Lo prueban los años que estuvo de titular en la Yomiuri de Tokio (1980-1983), como lo acredita su imponente experiencia centroeuropea. La Sinfónica de Viena lo escogió como maestro titular entre 1991 y 1997 al tiempo que dirigía la Deutsche Oper de Berlin sin descuidar sus giras ni su lealtad sentimental a la Orquesta Nacional de España.

Frühbeck flores

Primero, como director titular y patriarca (1962-1978). Después como invitado recurrente y como director emérito. De hecho, Frühbeck tuvo ocasión de celebrar sus 80 años en diciembre de 2013 con la ONE interpretando a su antojo Carmina Burana.

Forma parte el fresco de Carl Orff de sus partituras predilectas. Era el maestro un director sin fronteras, ni temporales ni estéticas, pero tendía a incurrir en las obras del repertorio que trasladaban al público la mayor sensación de grandiosidad.

Por eso cultivaba tanto La pasión según San Mateo de Bach y la Novena de Beethoven. Por la misma razón prodigaba el oratorio Elías de Mendelssohn, arrimando su sensibilidad al repertorio romántico y posromántico, pero también sintiéndose un sumo sacerdote de Stravinsky y un director sensible a los estrenos de obras contemporáneas.

Él mismo había sido estudiante de composición cuando recaló en los conservatorios de Madrid y de Bilbao antes de graduarse en la Hochschule de Múnich con todos los síntomas de un prodigio y con los consejos de Hindemith.

Urgía adoptar un nombre artístico. Y lo hizo variando su apellido original. Que no era Frühbeck a secas, sino Frühbeck Frühbeck, inequívoca evidencia de los orígenes germanos de su familia y una exagerada aliteración wagneriana a la que puso remedio remarcando la ciudad donde nació como un mesías en 1933.

Ha muerto ayer en la Clínica Universitaria de Pamplona, víctima de un cáncer, pero literaria y hasta simbólicamente falleció en Washington el 14 de marzo, cuando un desmayo malogró ese homenaje a Falla y clausuró entre sobresaltos y expectación la carrera del director de orquesta español más importante de todos los tiempos.

No es un comentario caliente ni en caliente, ni un desprecio a las figuras de Argenta o de López Cobos, sino la conclusión empírica que puede entresacarse de la evidencia de una trayectoria imponente. Por el número de conciertos –más de 5.000–, por la amplitud de su repertorio, por la credibilidad que adquirió entre las principales agrupaciones del planeta, por los premios y por la admiración que le profesaban sus colegas.

Se me ocurre el caso reciente de Lang Lang, pues resulta que el pianista/prodigio chino reconoció que ningún maestro, ninguno, le había acompañado mejor de cuanto hizo Frühbeck a propósito del Concierto número uno de Chopin.

Otro pianista, Javier Perianes, elogiaba ayer la personalidad y la flexibilidad del maestro. La claridad con que leía las partituras. La seguridad y la erudición. Frühbeck no sólo sabía dónde quería llegar. Llegaba casi siempre. Y lo hacía obedeciendo a una máxima que él mismo trasladaba a los profesores de la orquesta: «No vale con un buen concierto. Tenemos que arrasar», decía el maestro con ese aire castrense que hizo de él un director de orquesta provisto de autoridad y de conciencia jerárquica.

Le venía de antiguo. Fue la Sinfónica de Bilbao la que apostó por Frühbeck de titular cuando tenía 25 años. Permaneció cuatro años en el puesto, entre otras razones porque el maestro desarrolló muy pronto una carrera extraordinariamente promiscua.

Desempeñó el cargo principal en la Sinfónica de Montreal (1974-76), ocupó el trono de la Sinfónica de la Radio de Berlín (1994-2000), asumió el liderazgo de la Orquesta de la RAI (2001 y 2007) y aceptó en último lugar la responsabilidad de «comandante en jefe» de la Sinfónica Nacional de Dinamarca. Hasta el último compás.

Se trata de un currículum acomplejante y de una trayectoria apabullante que ni siquiera puede truncar la muerte. Frühbeck de Burgos ya se había consagrado. Había dejado en herencia un centenar de grabaciones por si dudas hubiera. Había logrado el misterio de la ubicuidad. No cabe espacio para las frustraciones. Proclamó que dirigiría hasta que el cuerpo aguantara. Y el cuerpo lo abandonó ayer en Pamplona, acaso meciéndolo como a un bebé los últimos compases de La pasión según San Mateo. Ruben Amón

Rafael Frühbeck de Burgos, director de orquesta, nació en Burgos el 15 de septiembre de 1933 y murió en Pamplona el 11 de junio de 2014.

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