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Por Publicado el: 16/07/2004Categorías: Crítica

La eterna canción

Zarzuela EN EL Teatro Español
Un ameno pasatiempo
“La eterna cancion” de P.Sorozábal y L.F. de Sevilla. E.Baquerizo, M.Salcedo, A.Serna, F.Vas, J.Galán, B.Díaz, P.Sais, Z.Eguileor, T.Cruz, J.L.Santos, etc. I.García, dirección de escena. M.Gas, dirección musical. Teatro Español. Madrid, 15 de julio
Tras la apertura de su foso, el Teatro Español marca una nueva política en su programación a base de alternar el teatro con la zarzuela o la ópera de pequeño formato. La primera zarzuela en presentarse, con un estreno por rigurosa invitación, ha sido la desconocida “La eterna canción” de Sorozábal. Si el objetivo que se pretende con una representación de este género es divertir al público hay que afirmar que se consigue plenamente. Los espectadores sueltan la carcajada desde el primer instante gracias a un texto original de Luis F. Sevilla, revisado por Ángel Facio, divertido donde los haya. Es el gran acierto de esta obra, amén de contar con una música, que si no de las mejores del maestro Sorozábal, sí muestra por aquí y por allá su inspiración. La partitura está llena de melodías fáciles y amables, con vertientes a lo musical americano de Broadway, como la que da el título a la obra, o con guiños a la parodia rossiniana. Hay momentos teatrales muy felizmente resueltos en su combinación con la música y así el interrogatorio aflamencado en la comisaría no tiene desperdicio. Y añadiría algo más: hemos presenciado bastantes recuperaciones de mucha menos justificación que la presente.
Hay otro apartado a favor: los personajes actúan y cantan, lo que no viene siendo frecuente en nuestra zarzuela. Enrique Baquerizo, Javier Galán, Francisco Vas, Beatriz Díaz, Pep Sais o Tony Cruz aúnan ambos aspectos. Millán Salcedo borda un papel en el que cumple con el escaso canto que posee y da gusto escuchar y entender con su justa intención cada palabra hablada. No sucede lo mismo con Amanda Serna, demasiado en su papel de soprano y a quien le harían falta subtítulos. La producción no cae en ningún lujo pero resulta digna, aunque haya detalles fácilmente mejorables. ¿Por qué Laura ha de llevar un vestido en el primer acto que parece pertenecer a una persona de mucho más volumen? ¿Y qué necesidad hay de colocarle unos tacones tan altos si el tenor es más bajo que ella? Pero el objetivo está sobradamente cumplido y el público –medio mundo de la escena y la música- mostró su satisfacción con aplausos encendidos tanto al final como en el transcurso de la representación. Gonzalo Alonso

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