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Un español en Viena
Basura musical
Por Publicado el: 08/12/2009Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

La falsa cigarrera

La falsa cigarrera
El teatro de la Scala ha abierto temporada mostrando a las claras, sin complejo alguno, todos y cada uno de los vicios que asolan la ópera de nuestros días. Se ha buscado más llamar la atención que profundizar en la mejor “Carmen” que pudiese ofrecerse. Jonas Kaufmann e Irwin Schrott son de los cantantes con más marketing detrás, cuya presencia escénica los hacía estupendos rivales como Don José y Escamillo y un gran reclamo fotográfico para los medios de comunicación. Pocas objeciones pudieron ponerse al primero, mientras que al segundo le sobró amaneramiento. Ambos han tenido que cantar en muchos teatros de tercera fila hasta llegar a una premier de San Ambrosio en la Scala, pero no así Anita Rachvelishvili, una recién licenciada en la academia del teatro que hubiera cumplido mejor como Frasquita, el papel al que aspiraba en vez de cómo la Carmen que Lissner decidió vendernos. Qué mejor para ello que atraer la atención sobre sus orígenes humildes y los infortunios de su pasado. Pero la Scala debe ser una meta y no la línea de salida y hasta Callas tuvo que esperar su momento. A esta georgiana, grandona y con poco atractivo físico frente a sus amantes, le faltaba temperamento y solidez por los cuatro costados.
Lo peor, la regia de Emma Dante, cargada de los tópicos habituales pero disfrazados de simbolismo intelectual de cuarta fila para atraer a retrasados mentales. ¿Qué pinta un botafumeiro en medio de una plaza de toros? Basta ya de meterse con la iglesia para presumir de laicismo. ¿Sabía Bizet que apenas doce notas darían para que José violara a Carmen antes de matarla? De Guiness. Afortunadamente buena parte del público reaccionó, no como reaccionarios –que es lo que algunos directores de teatro quieren colocar en la opinión publicada-, sino como personas con seso. Y, hablando de iglesia, Barenboim recordaba a todo un pontífice romano en las posturas y gestos desde su silla. Tan de vuelta parece estar de todo.
El público también abucheó en Viena, el mismo día, la dirección de escena del nuevo “Macbeth” y extendió el descontento a los cantantes, salvándose sólo García Calvo, el joven director español que sustituía a Gatti. No sólo abuchear, sino dejar los asientos vacíos, es como habría que reaccionar ante viles tomaduras de pelo o espectáculos a los que hay que ir con un vademecum sobre las intenciones del regista de turno en vez de con el libreto de la ópera. Gonzalo Alonso

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