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Por Publicado el: 05/02/2008Categorías: Diálogos de besugos

las críticas a «El Holandés errante» en Sevilla

Pues casi todos de acuerdo en sus comentarios a «El Holandés errante» sevillano. El más duro es Andrés Moreno Mengibar en el Diario de Sevilla y sorprende la ausencia de crítica de Vela del Campo en El País, pues estuvo en el estreno. ¿Cuáles serán las razones? Porque Vela no da puntada sin hilo.

Diario de Sevilla
Mucho ruído y pocas voces en la Maestranza
03-02-2008
Diario de Sevilla, 3 febreo 2008
Era una noche especial, una velada operística que pretendía quedar en el recuerdo por varios motivos: por recuperar la ópera en escena en el Maestranza después de una larga sequía de más de medio año y porque se ponía de largo la ampliación del escenario y la nueva dotación técnica. Y así de solemne lo parecía a la vista de la cantidad de autoridades y de invitados presentes, además de por la asistencia de representantes de toda la prensa nacional.

Por eso es más inexplicable que los responsables artísticos de nuestro teatro no se hayan aplicado algo más a la hora de presentar un conjunto de voces acordes con la ceremonial ocasión. En realidad, voces, lo que se dice voces de verdad, sólo hubo una, ya casi de la casa afortunadamente para nosotros: Elisabete Matos. Ella cerró la anterior temporada con Tosca y ya entonces dije que la de la portuguesa es una voz de las de antes, a la antigua en el mejor sentido de la palabra. Es difícil escuchar hoy día voces grandes, capaces de pasar el foso desde el fondo del escenario incluso en un fortissimo orquestal; hoy gustan a los programadores las vocecitas bonitas y pequeñas, ligeras e inaudibles del mezzoforte para abajo. Por eso adquiere mayor relieve aún el retorno de Matos a Sevilla, para que podamos llevarnos al oído un recuerdo de lo que es una voz con personalidad, con color y con calor. No es en ella ya cuestión de simple potencia, sino de capacidad de expresar con los sonidos la emoción de cada momento, aun a costa de rozar a veces las tonalidades metálicas del La natural para arriba; de maestría a la hora de hacer que nos fijemos tan sólo en ella; de situarse muy por encima del resto de cantantes. En la famosa balada supo darle a cada estrofa un matiz particular, desde el más delicado lirismo a los acentos más dramáticos sin que el esmalte se afectase.

A pesar del título de la ópera, hubo poco Holandés, pues Halstein hizo aguas desde el principio y zozobró sin remisión por su voz temblorosa, sofocada, trasera y sin brillo alguno, con carencias tanto por abajo (inaudible) como por arriba (chillón), con un lastimoso final de su aria. A pesar de situarse en la boca del escenario, su voz apenas si se proyectó, quedando engullida por la de Matos en las escenas con ella. Como Daland, Fink fue notablemente rudo de fraseo (lo que, bien visto, le puede ir bien al personaje), con buenos graves pero con un pasaje sin resolver apropiadamente. Penoso el Erik de Silvasti. Era el tercer nombre que se anunciaba para este papel y ya empezamos a escamarnos de tanto baile de nombres en el Maestranza. La del finlandés es una voz estrangulada y llorona, tremolante y sin color y que se perdía en el espacio en cuanto bajaba del forte. Bastante más atractivo fue el Timonel de Ombuena, de grato tinte lírico pero con carencias en la zona grave. De los coros, estuvieron mejor ellos (estupendos tenores) que ellas (sopranos rozando el grito).

Tras una obertura errática (demasiado lento el tema central), un primer acto moroso y con escaso vigor y un segundo irregular, Halffter imprimió más brío en el tercero, pero sin llegar a despegar, quizá sabedor de la materia vocal que tenía entre manos. Hubo errores en corno, trompetas y trombones.

De la producción de Yannis Kokkos sobresale la fusión de realidad, reflejos y proyecciones, aunque tiende a hacerse monótona y a distraer la atención. Bastante flojo el final, en el que no hay correlación entre música y escena. Andrés Moreno Mengíbar

ABC
Tras el espejo
ÓPERA
«El holandés errante»
Música: Wagner: . Int.: T. Halstein Moe, E. Matos. W. Fink, J. Silvasti, B. Bernemann, V. Ombuena. Coro A.A. del Teatro de la Maestranza, Real Orq. Sinf. de Sevilla. Dir. escena: Y. Kokkos. Director musical: Pedro. Halffter. Lugar: Teatro de la Maestranza, Sevilla. Fecha: 2-02-08
ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE
Al sevillano Teatro de la Maestranza le acaban de añadir 4.500 metros cuadrados de nuevas instalaciones y escenario con tecnología punta. Su arquitecto, Aurelio del Pozo, que enseña la ampliación con el orgullo de quien se imagina las posibilidades artísticas, dice que «hay teatro para 25 años». Suena a poco, especialmente para el espectador que, a la postre, lo dirime todo en la distancia corta. La técnica es el lado oculto, esa irrealidad que tan estupendamente (anacronismos incluidos), dibuja el director de escena Yannis Kokkos, responsable de la producción de «El holandés errante» que ha inaugurado la temporada operística en Sevilla. Lo que se ve es lo narrativo, la evidencia.
Kokkos la limita con un espejo al fondo en el que todo se refleja convirtiendo a los marineros en fantasmas sobre las aguas. Al transparentarse sugiere el nuevo espacio del que surge el espectro del navío, la perturbadora imagen del holandés ascendiendo desde las bodegas o la de su tripulación de almas. Grandes momentos para apoyar una historia que habría agradecido una mayor poesía en su interpretación musical.
Este detalle tiene connotaciones estéticas pues diferencia lo aprendido de lo aquello que se aprehende; lo que se toca, que puede sonar con cierta energía y oficio, de lo que se desea; el primer acto que tuvo animación del desarrollo posterior que murió sin ilusión. Se quedó corto el maestro Pedro Halffter, le faltó delectación en el dúo entre el Holandés y el Capitán. Quizá contagiado por Trond Halstein Moe, un protagonista de línea interesante, pero corto de emisión y escaso de autoridad y voz. Como sonó escaso el segundo acto al compensarse la lentitud apocada del foso con el canto a veces tirante, asegurando, de Elisabette Matos.
Ella fue la triunfadora de la noche pues se impuso por calidad de fondo y presencia, por una materia abierta a posibilidades que delinearon el personaje. Jorma Silvasti salvó a Erik, con gusto, tirantez y fragilidad, y Walter Fink al Capitán con cuerpo pero sin redondez. La suma de todo inauguró el nuevo Maestranza.

LA RAZÓN
Reapertura del Teatro de La Maestranza
El «Buque fantasma» atraca en el Guadalquivir
«El Holandés errante» de Wagner. T.Halstein Moe, E.Matos, W.Fink, J.Silvasti, B.Bornemann, V.Ombuena.Producción del Teatro Comunale de Bolonia (2000). Y.Kokkos, dirección de escena. P.Halffter, dirección musical. Taetro de la Mestranza. Sevilla, 2 de febrero.
Una crítica de cualquier espectáculo debe situarlo en su justa referencia. Por ello, vaya por delante, que bien puede calificarse de alto el nivel de este «Holandés» con el que se ha inaugurado temporada y reabierto el teatro de la Maestranza tras una importante ampliación que le ha dotado de un escenario y una chácena con inmensas posibilidades. Nivel alto para una ciudad como Sevilla, que sólo ofrece cuatro títulos representados al año, sin una larga y sólida tradición operística. Así lo reconoció con justicia el público que llenaba la sala. Dicho lo cual también es necesario juzgar en términos absolutos.
La pruducción, con un descanso cuestionable, cuenta con dos problemas fundamentales: voces y concepto musical. Trond Halstein Moe simplemente no posee la vocalidad adecuada para el protagonista. Escaso de potencia, aunque no frasee mal, su intervención carece de gandeza y queda deslucida. Algo similar sucede con el Daland de Walter Fink, bajo con el registro alto muy tocado, y con el Eric de Joma Silvasti, quien resuelve la nada fácil parte con trucos vocales improcedentes, paralelos al uso del «pico» en los toros de la célebre plaza contigua. Los tres citados marcan el nivel habitual en cualquier teatro alemán de repertorio de segunda fila. A más alto nivel brilla la Senta de Elisabete Matos, aunque la lentitud con la que canta la balada deja a medias uno de los momentos cumbres de la obra. Vicente Ombuena cumple sobradamente como timonel, así como los coros masculinos y femeninos. También en la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla hay profesionalidad y calidad.
Hay que reconocerle a Pedro Halffter las ganas por triunfar, pero estas partituras requieren una gran maduración, que obviamente no puede existir en una primera lectura como la que realiza el madrileño, para intentar una versión a lo Klemperer anciano porque, con tanta lentitud, se corre el riesgo de que la pieza se caiga. Y se cayó en segundo y tercer acto. Al discurso, en el que hubo detalles de buena factura, le faltó tensión y quedó un tanto plano.
La producción d Bolonia del año 2000 sirve para mostrar las amplias posibilidades del escenario, dentro de un enfoque tradicional bien opuesto al de la última realización de Bieito, en la que los «fantasmas» parecían navegar en una barca de remos del Retiro. El enorme espejo trasero amplía significativamente la visualización de la acción y su combinación con la fosa móvil en el suelo permite efectos magníficos, como los planos diferentes en la gran escena coral del tercer acto. Todo un espectáculo, aunque ocasionalmente pueda existir demasiada acumulación de efecto. Gonzalo Alonso

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