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Kissin, el virtuosismo por el virtuosismo
Por Publicado el: 02/12/2005Categorías: Crítica

Les Paladins, venida a menos

Ciclo de la Complutense
Les Paladins, venida a menos
«Les Paladins» de Rameau. A. Dahlin, K. Velletaz, M. Lécroart, D. de Niese, J. Fernandes y E. González-Toro. Coro y Orquesta de Les Arts Florissants. Director: William Christie. Auditorio Nacional. Madrid, 30 de noviembre
Hasta a los más grandes se les cae a veces un borrón. Esto es lo que le ha sucedido a William Christie en su última visita madrileña, proveniente de Pamplona, dentro del estimulante ciclo de la Universidad Complutense. Posiblemente hubiera causas objetivas para el suceso, ya que el doble horario del Auditorio Nacional, convertido en una auténtica factoría musical, obliga en ocasiones a recortar los conciertos. Sabido es que no tengo nada en contra de las tijeras, pero siempre que estén musical o teatralmente justificadas y que se empleen bien. El Auditorio impuso restricciones horarias y hubo de procederse a un aligeramiento de la partitura poco adecuado. La obra dista mucho de reunir las calidades de otras de Rameau, como pueda ser “Les Boreales”, pero queda en nada si se prescinde de arias en un afán por mantener recitativos que expliquen una acción de la cual al final no nos enteramos ninguno de los asistentes en el auditorio. Los cortes mal realizados fueron el primer problema.
Segundo problema: la selección de los cantantes. Christie debía prestar más atención a este apartado ya que, excepto el animal escénico que es Danielle de Niese, el resto del reparto no pasaba de discreto, llegando a lo poco presentable en el caso del contratenor Anders Dahlin. No basta que el coro de once voces mixtas y los veinticuatro profesores cumplan con sus funciones a las mil maravillas, es que la calidad solista también es muy necesaria.
Tercer punto débil: una pretendida semiescenificación que se reduce a unas bufandas de colorines y a movimientos escénicos infantiles y casi ridículos. Christie lo ha hecho mucho mejor en las veces anteriores y es seguro que en el estreno en el Chatelet fue bien distinto.
Queda naturalmente el citado buen hacer de coro y orquesta y, por supuesto, la sabiduría e intensidad que pone el maestro, siempre gran músico, en un repertorio al que se mantiene fiel y en el que es batuta puntera. Una anécdota: Christie tuvo tiempo de visitar los nuevos Teatros de El Escorial y se quedó tan admirado como antes Gardiner, Harding, Raimondi, del Monaco y cuantos ya lo han podido conocer. Gonzalo Alonso

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