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La Condesa
Descubrir el Mediterraneo
Por Publicado el: 05/05/2004Categorías: Artículos

Loa a dos maestros

Repasando las programaciones de conciertos en distintas ciudades españolas, así como los anuncios de otras actividades musicales, me encuentro con algunas obras de Conrado del Campo y de Julio Gómez en los carteles, alguna grabación discográfica tan apreciable como la que ha hecho en León el dúo Ad Libitum con las obras para violín y piano de ambos músicos, e incluso con alguna conferencia anunciada sobre aquel grupo de compositores que pasó a los libros con la denominación de «la generación de los maestros». Bienvenidas sean estas contadas aproximaciones a las figuras y a las obras de don Conrado y de don Julio, personas y músicos profundamente distintos entre sí, pero que trabajaron en paralelo, con metas a menudo coincidentes y dejando ejemplos y enseñanzas que fueron muy importantes para la vida musical madrileña -y española, por extensión- del siglo XX.

Conrado del Campo (1878-1953) y Julio Gómez (1886-1973) nacieron y murieron en Madrid. Don Conrado se sentía hijo musical de la gran línea romántica alemana: Beethoven, Wagner y Richard Strauss eran su «biblia»; don Julio oía más voces, pero, desde luego, se consideraba un romántico, un compositor del siglo XIX desplazado hacia el XX por un capricho del calendario. Ambos consideraban que la práctica instrumental no sólo era una ayuda para cualquier compositor, sino algo poco menos que exigible: don Conrado hizo carrera de violista; don Julio hacía de su casa «salón» tocando lindamente el piano y procurando tardes o veladas camerísticas, y conminaba a sus alumnos: «hay que tocar algo, aunque sea la ocarina»… Los dos maestros dedicaron al menos tantos afanes a enseñar como a componer. Conrado del Campo lo hizo durante más tiempo y dejó una impresionante nómina de discípulos que recorren tres generaciones, desde Julián Bautista y Fernando Remacha hasta Cristóbal Halffter; Julio Gómez, más volcado a ello en su madurez, colaboró decisivamente a la forja musical de la generación que representan Bernaola, Arteaga, González Acilu, García Abril, Frühbeck… Una vez más, en esta faceta de la docencia, ambos compositores y académicos vinieron a coincidir en resultados: dieron gran solidez técnica a sus alumnos y no impidieron que cada uno desarrollara su propia personalidad. A don Conrado y a don Julio se les debe mucho, y justo sería pagarles con mayor generosidad a la hora de airear su música. José Luis GARCÍA DEL BUSTO (ABC, 05/05/2004).

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