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Los adioses de 2009
Un español en Viena
Por Publicado el: 19/12/2009Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Los unos y los otros

Unos y otros
Basta echar una ojeada a la prensa para comprobar que cada día aparecen noticias sobre reducciones presupuestarias en algún centro musical. Sabíamos que el Liceo tuvo que suprimir los espectáculos en el foyer; que la ópera de Valencia redujo títulos y minimizó el festival de verano, amén de los apuros en pagos; que el INAEM tuvo que abrir la mano a cualquiera que desee arrendar el Auditorio Nacional y trasladar el ciclo de la ONE del Matadero; que el Festival de Canarias recorta su oferta…. A esta interminable relación se añaden ahora el Arriaga bilbaíno y la Ópera de Oviedo, donde posiblemente se prescinda de un título o se cambie “Lohengrin” por “Tristán e Isolda”, en la que no hay tanto coro. Los recortes vienen a situarse alrededor de un diez o quince por ciento y, al ser comunicados en el mismo año o todo lo más un año antes, colocan en serios problemas a instituciones con muchos contratos ya firmados, que no saben por donde salir, ya que el lado de los ingresos se ve inamovible en cuanto a taquilla y patrocinios. Los porcentajes de ocupación son ya altos, los precios de las localidades no pueden subirse en medio de la crisis y los patrocinadores se reducen. El fenómeno es internacional y, por ejemplo, da pena mirar a Italia o incluso a Nueva York, en cuyo Metropolitan han tenido que pignorar los dos grandes Chagall del hall y sus ejecutivos reducirse un 10% los sueldos.
Por eso llama la atención la tranquilidad existente en algunos otros sitios. Así la ABAO no parece contar con muchos problemas. Posiblemente una de las razones radique en el apoyo que el Gobierno consiguió del PNV en los Presupuestos Generales del Estado y las contrapartidas de su negociación. El Teatro Real no cuenta con esa ventaja, pero sí con la seguridad de sus gestores en tres factores: los ahorros de etapas anteriores, una buena administración capaz de reducir los gastos generales y la renovada Junta de Protectores, de la que se espera mucho. De ahí que no le tiemble el pulso al cancelar coproducciones pactadas con otros teatros –la Scala, Viena o el Liceo- para sustituirlas por otras más del agrado de Gerard Mortier, aunque estuviesen ya pagadas en parte, o arrendar locales ajenos, como la Caja Mágica o el Canal, para espectáculos más allá del propio teatro. Sin duda es una suerte para el teatro de una capital europea que, como la Scala en Milán o la Bastilla en París, representa a todo un país.

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