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Por Publicado el: 12/06/2017Categorías: Recomendación

LÓVA, un camino abierto que hay que recorrer

LÓVA: un camino abierto que hay que recorrer

A todos nos gusta ir a la ópera. La gente llena los teatros de ópera. En España, por supuesto. En Madrid, más, pues asistir a una función en el Teatro Real es como para un musulmán  dejarse caer al menos una vez en su vida por La Meca: como una peregrinación obligada. ¿Quiere ello decir que el género goza de una buena salud? Probablemente, pero muy sorprendentemente, porque los aficionados (¿) han dejado de acudir a la ópera a través del disco, es decir, a través de la música que da vida al título de turno, lo que parece dar la impresión que otra cosa parecen buscar aquellos cuando asisten a una representación operística, ya que, insisto, parece, que no propiamente su música. Yo, que naturalmente asisto a la ópera regularmente, y que me gusta mucho hablar de ópera no precisamente con mis colegas sino con personas que no conocen bien los entresijos del asunto y que, desde luego, no conocen bien musicalmente las músicas de las óperas que ven, creo que el predicamento de que goza el género a nivel digamos masivo hoy se debe más a lo que se ve que a lo que se escucha. Y por eso (habida cuenta de que tengo clarísimo que la ópera no tiene razón de ser sin la música, que para eso está el teatro) no puedo incluirme en la lista de los optimistas, es decir de los que creen, sin más, que la ópera no solo pasa por su mejor momento sino que tiene su futuro asegurado. A mí me parece que si no se produce un auténtico relevo generacional en el consumo de este espectáculo, donde, no se olvide, la mayoría de las temáticas tratadas constituyen auténticas piezas de museo, la cosa, tarde o temprano irá a peor.

¿Cómo se puede producir ese relevo, y no solo para el consumo de la ópera sino para el de la música clásica en general? Pues la respuesta es tan clara como, a la vez, gloriosamente compleja: a través de una educación musical eficaz, seria, comprometida, políticamente progresista y cuya alma no surja –de materiales plásticos- en los despachos de los ministerios sino en las aulas, que es el único lugar donde actúan los verdaderos protagonistas del proceso educativo. Una educación que de una vez por todas saque de la cabeza de profesores y docentes en general que la Música no es únicamente una parte de la formación cultural del individuo sino una herramienta básica para su formación. Como las matemáticas, por ejemplo. Por eso me ha emocionado tanto un proyecto como LÓVA, porque, a pesar de algunos defectos producto de una inercia malsana acerca de la relación entre creador y consumidor, es una maravilla que haya gente que trabaje en ese sentido. Ya se ha explicado en Beckmesser, en otro artículo, como se ha articulado este proyecto, y qué es LÓVA (La Ópera, un Vehículo de Aprendizaje), que cumple ahora 10 años. Yo ahora solo diré algo acerca del espectáculo que se celebró en el Teatro Real (institución que lo avala y bajo cuyo paraguas desarrolla sus actividades), y al cual tuve la suerte de asistir. No vi allí a ninguno de mis colegas.

Por razones personales (antes de escribir sobre música me dediqué durante mucho tiempo a la enseñanza) he visto y he participado directa e indirectamente en un montón de festivales teatrales y musicales en  colegios. Habría que hablar mucho de ello, pero como, por supuesto, LÓVA va mucho más allá, es otra cosa,  no me referiré al asunto, aunque sí pondré el acento en un punto común: lo bien que se lo pasan los niños que protagonizan los espectáculos. Es una maravilla, pero a la vez un peligro, en el sentido de que una falta de disciplina a la hora de hacer algo por el simple hecho de que hacer algo disciplinadamente es más aburrido que hacerlo si esas pautas, puede convertir un esfuerzo educativo grande en fuego de artificio. A mí me parece que una cosa es invitar a un grupo de niños a que monten un espectáculo desde el primer hasta el último detalle con un objetivo formativo concreto –seguramente que aprendan a trabajar en equipo y asumiendo responsabilidades- y otra invitarles a que hagan eso para divertirse, para aprender pasándoselo bien, como si fuera una invitación a extraer sus potencialidades creativas con el objetivo de que esa práctica les lleve a ser buenos consumidores de cultura cuando sean adultos. Y a mí me ha parecido –por lo que he visto en la Gala- que LÓVA incide más como proyecto en el segundo aspecto que en el primero. Atención, nos una crítica negativa a uno de ellos y positiva al otro. Porque está claro que todo lo que un chico aprende divirtiéndose es bueno para su educación general. Se trata de si es deseable establecer niveles, alturas, o no.  De los pequeños espectáculos que vi, uno me pareció que, en su honda sencillez, tenía una carga musical muy inteligente, pero en los otros creí captar un exceso de entusiasmo para unos resultados creativos pobres. Supongo que no todos los profesores tienen el mismo talento, aunque eso sí, entrega, toda. Otra conclusión que creo pude extraer del espectáculo es que, a pesar de que en LÓVA se habla de proyecto operístico, la ópera brilló allí por su ausencia. Más bien fue teatro lo que allí se hizo, y alguna vez música pura. Tampoco decir esto supone una crítica. El teatro puede ser la antesala de la ópera, pero la palabra ópera es muy fuerte en su contenido, y como espectáculo total así debe de ser tratada. También en los argumentos de venta. En otras palabras: a LÓVA le queda un largo camino por recorrer.

Tras la lectura de lo escrito hasta aquí, más de uno pensará que soy un pedante redomado, cuando no, simplemente, que he sacado los pies del tiesto al hacer un comentario de tono un punto duro. Lo he hecho conscientemente. Creo que en Educación hay que conservar siempre un tono crítico, huyendo de la displicencia o el autobombo. Lo que no me gustó del espectáculo fue la entrega incondicional de los asistentes, convencidos de las bondades del mismo antes de que tuviera lugar. Es una actitud un tanto paternalista la de un público tan entregado, tan incondicional. Y poco disciplinada en aspectos básicos: hablar todo el rato durante una función, que la función esté anunciada a una hora determinada y que a esa hora los móviles sigan echando humo, etc. son también parte de una cierta pedagogía de la enseñanza. Y yendo ya más al fondo: tiene mucho mérito todo lo que vi y escuché, pero si es muy importante que nuestros alumnos adquieran una cultura de la creación, de la participación y del trabajo en equipo, también lo es que entiendan que es bueno que cada proceso creativo requiera ser coronado con un resultado; y que la calidad, el interés, la altura de ese resultado deben de formar parte del objetivo creativo. Si no es así, estaremos otra vez en los famosos festivales fin de curso, que, se hacen donde se hacen, no en el Teatro Real. Pedro González Mira

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