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Por Publicado el: 17/09/2015Categorías: Crítica

Mehta crea emoción en Ibermúsica

CIERTOS GRADOS DE EMOCIÓN

Obras de Beethoven y Mahler. Lioba Braun, mezzo. Féminas del Orfeón Donostiarra. Pequeños Cantores de la JORCAM. Orquesta del Maggio Musicale Fiorentino. Director: Zubin Mehta. Auditorio Nacional, Madrid. 15 y 16 de octubre de 2015. Temporada Ibermúsica.

El programa Beethoven nos dejó un tanto decepcionados, esa es la verdad. La obertura “Leonora III” tuvo una interpretación menos clara, matizada y precisa que la escuchada en la última visita para Juventudes de Orquesta y director. Introducción muy lenta –los tempi del maestro indio se van ralentizando con la edad (79 ya) y con la torpeza de las piernas-, acordes rudos, texturas neblinosas, fallos en llamada de la trompeta desde dentro.

Reina y Mehta2

La “Sinfonía nº 8” se nos ofreció poco esbelta, pesada de equipaje, con acentos en exceso vigorosos y un enfoque demasiado dramático para nuestro gusto, aunque pudimos degustar transiciones bien medidas y diálogos elocuentes. La sonoridad poco refinada, el espectro algo rudo, la inseguridad de algunos solistas, la pátina más bien grisácea del conjunto son, esa es la verdad, un problema. La batuta, sobre esos mimbres, construyó con fortuna los estratos, los complejos contrapuntos, el fulgor de la “Heroica”, que tuvo en la sección de desarrollo del primer movimiento un punto álgido. El “Finale” se brindó con la debida grandeza y alcanzó los esperados clímax sin mayores problemas.

Pese a la falta de brillo tímbrico, las características de la orquesta se ajustan más a la “vulgaridad” de la música de Mahler, donde la batuta de Mehta encuentra, en su vaivén continuo, ancho campo de expresión. Los tempi fueron asimismo prudentes, algo que se detectó desde el mismo principio, menos exultante y brioso de lo esperado. Nos pareció algo plúmbeo el inacabable movimiento inicial, aunque hubo instantes muy logrados, sobre todo en las intervenciones del trombón solista. Alados violines en el segundo, admirable cantilena interior del trompeta (no fliscorno) en el tercero, escaso misterio en el cuarto, donde la soprano (¿o mezzo?) Lioba Braun quedó desdibujada, sin hondura ni dimensión nocturnal. En cambio, en su punto el quinto, con unas voces blancas del Orfeón Donostiarra y unos niños de la JORCAM maravillosos. Mehta acentuó divinamente y coronó el concierto por todo lo alto, con “Finale” sobriamente fraseado, edificado nota a nota hasta alcanzar la grandiosa progresión postrera. Emocionante. Arturo Reverter

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