Temporada del Pérez Galdos
El debú de Muti en un foso español
“Don Calandrino” de Cimarrosa. L.Giordano, M. Tarone, M. Zeffiri, M. Vinco, F. Marsiglia. Orchestra Giovanile «Luigi Cherubini». Director de Escena: R. Cappuccio. Escenografía: E. Sanchi. Vestuario: C. Poggioli. Director Musical: R. Muti. Teatro Pérez Galdós. Las Palmas, 9 de noviembre

Doménico Cimarrosa (1749-1801) es entre nosotros un autor del que apenas se recuerda su ópera «Il matrimonio secreto», sin embargo fue muy popular en su tiempo. Un caso parecido al español Martín y Soler, del que se recupera en estas fechas «Il burbero» en el Teatro Real. La obra está escrita poco antes de partir para Rusia, de donde le llegó la oferta de Catalina la Grande para trabajar en la corte. Tal era su fama. Compositores como Cimarrosa o Paisiello hicieron posible el puente entre las músicas de Nápoles y Viena y Riccardo Muti tiene mucho interés en rescatarles. Es bien cierto que la escuela napolitana influyó en Mozart y de ello hay muestra palpable en este «Ritorno di don Calandrino», con unos pentagramas chispeantes, un canto brillante ya a caballo entre dos épocas y unas situaciones frescas en su desarrollo. Si bien el acto II es superior al I en términos generales, lo mejor de toda la obra quizá sea el concertante final de la primera parte, con su crescendo empezando de un dúo entre tenor y barítono para llegar al quinteto de voces solistas en una forma que preludia el de «Bodas de Fígaro». También podrían buscarse antecedentes del «Cosi fan tutte» en los enredos vocales y escénicos entre las parejas. Algo más de dos horas de música con alguna referencia a España en su texto, como aquellas a «Fuentegatuna» o «Don quijote de las manchas».
Muti descubrió la partitura y la dio a conocer en el relanzado Festival salzburgués de Pentecostés. La trae ahora a Las Palmas en gestión avispada del Teatro Pérez Galdós y viajará a Nápoles y varias ciudades de la región de Rávena. Se ha firmado un acuerdo para repetir la experiencia con otras obras durante los próximos cuatro años. Muti , que con anterioridad sólo bajo a un foso lírico en la Sevilla del ’92, dirige con vivacidad y un ritmo que nunca decae a la joven pero ya estupenda Orquesta Luigi Cherubini, cuyas cuerdas no pierden compostura por más velocidad que impriman. Podría quizás haberse resaltado más algunos acentos musicales para acentuar ironías, pero la lectura es de primera. Como lo es la puesta en escena del napolitano Ruggero Cappuccio, ejemplo de espectáculo visual de muy bella estética -precioso el vestuario de Carlo Poggioli y muy acertada la iluminación de Maurizio Viani- que con pocos elementos en la inspirada escenografía de Edoardo Sanchi crea acción en todo momento, apoyando el devenir musical sin distraer. Vease como ejemplo la inteligencia con que se desarrolla la referencia a «Semiramis».
Abundan las claves napolitanas aunque muchas -la simbología numérica, p.e.- pasasen desapercibidas para el público. Muti, como no es nuevo en él, ha buscado cinco cantantes jóvenes que funcionan bien. Mención especial merece el tenor protagonista Mario Zeffiri, capaz de salir bien librado de las complicadas tesituras del papel. Bien el barítono Francesco Marsiglia y un punto monocorde en lo vocal, pero espléndido en lo escénico, el bajo -que no lo es tanto- Marco Vinco. También acertadas Laura Giordano y Monica Tarone como las dos rivales que se disputan al joven más rico del lugar, aunque hubiera convenido una mayor diferenciación en unos colores vocales que resultan demasiado homogéneos.
Una excelente representación que, escribámoslo con claridad, muestra el camino que podría haber tomado «Il burbero» madrileño para hacer mayor justicia a Martín y Soler. Gonzalo Alonso