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Por Publicado el: 20/06/2020Categorías: Colaboraciones

Obituario Nicolas Joel, por Giancarlo del Monaco

Obituario Nicolas Joel, por Giancarlo del Monaco

He sido amigo de Nicolas Joel toda la vida. Diez años menor que yo, le conocí en el restaurante Roma que hay cerca de la Ópera de Múnich, donde trabajaba en la producción de Cavalleria rusticana y Pagliacci. Mientras almorzaba allí, el joven Joel se acercó a mí y me dijo “¿Conoces la ópera Francesca da Rimini de Zandonai?”. Yo no le había visto nunca pero me divirtió mucho su pregunta porque conozco la obra desde que soy pequeño. Acabamos cantándola en el restaurante y forjamos una amistad que duraría para siempre.

Desde aquel momento nos volvimos inseparables, hablábamos muy a menudo y me hizo partícipe de sus ambiciones y sueños. El más grande, me confesó, era dirigir la Ópera de París. Y lo consiguió. Trabajé con él en tres producciones durante los cinco años que estuvo en el puesto: Andrea Chenier – que llegó al Teatro Real en 2010 bajo la batuta de Víctor Pablo Pérez y las voces de Marcelo Álvarez y Jorge de León, que se alternaron el rol protagonista, y Fiorenza Cedolins -; Francesca da Rimini, la ópera con la que nos conocimos y que se estrenó con esta producción en la Ópera de París; y Cavalleria rusticana y Pagliacci.

Joel-Monaco

Joel y del Monaco con la Legión de honor

Sin embargo, no pudo quedarse más de cinco años porque a los pocos días de ser nombrado director general de esta institución sufrió un ictus. Quizás la enfermedad tenga que ver con su afición a la comida. Le encantaba comer y cuando nos reencontramos en Toulouse, donde fue director durante casi 20 años, le dije que debía tener cuidado.

El ictus le dejó algunas secuelas físicas – le compré el mejor bastón que encontré para que se ayudase al caminar y él grabó su nombre en la empuñadura, lo llevaba siempre con él – y las palió con su dignidad, trabajando muy duro por su sueño.

A sus problemas de salud se unieron los recortes en el presupuesto para la Ópera, por lo que finalmente renunció.

Nicolas Joel era un profundo conocedor de la ópera, de las voces, de directores de escena y orquesta. Era una persona de teatro. También era un profundo conocedor de idiomas. Hablaba cinco, los mismos que yo, italiano, francés, inglés, alemán y español, por lo que cada vez que nos veíamos saltábamos de uno a otro indistintamente.

Recuerdo un tiempo, a principios de la década de los 90, cuando él era director de la Ópera de Toulouse y yo de Bonn, entonces capital de Alemania, en que tuve que volver a París porque me había citado allí con un director de teatro estadounidense para discutir un proyecto. Aprovechando el viaje, quise invitar a cenar a Joel y le llamé a su casa sin éxito. Había cambiado el teléfono y no pude encontrarle. De camino a una cafetería en los Champs-Élysées me paré en una cabina para volver a probar suerte pero estaba ocupada. Tras más de 10 minutos esperando, toqué la puerta para meter prisa a la persona que estaba dentro, que con gestos, sin mirar, me indicaba que aún estaba ocupado. Cuando al fin se giró, le vi. En una ciudad de más de 12.000.000 de habitantes, Joel y yo volvimos a encontrarnos en una cabina. Estaba tan agradecido por el reencuentro que organizó una cena para mí con sus amigos y pasamos dos días juntos.

Siempre hemos mantenido una estrechísima relación y esta noticia me ha pillado por sorpresa. Su amistad me acompañará siempre, era una persona fantástica. Giancarlo del Monaco

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