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Por Publicado el: 10/10/2017Categorías: En vivo

OCNE, la juventud a escena

El pianista Daniil Trifonov

OCNE, la juventud a escena

   Obras de E. Rueda, R. Strauss y Mahler. Daniil Trifonov, piano. Orquesta Nacional. Director: Antonio Méndez. Auditorio Nacional. 7 de octubre de 2017.

 Méndez (1986), delgado, de batuta clara y armoniosa, planteó una interesante versión de la “Sinfonía nº 1”, “Titán”, de Mahler. Hubo muchas cosas positivas, como el cuidado puesto en los pianos de apertura o la excelente entrada de los chelos en ese alumbramiento del sonido de la naturaleza. Lograda transición al Allegro, aunque en el cierre del movimiento apreciamos confusionismos producto de una mala planificación; algo que Méndez debe vigilar y que promovió asimismo notables borrosidades en la coda de la “Sinfonía”. Aunque en el primer gran intermedio, llevado y calibrado magistralmente por el director, se consiguieron frases de una calidez y de una arquitectura magníficas.

Aire agreste adecuado en el Scherzo, con un trío cadencioso y lírico, con el espíritu propio del “ländler” que evoca. El oboe (Anchel Estebas) entonó sus frases solistas en el solemne tercer tiempo con el acento justo y los ataques secos pedidos. La batuta estiró el tiempo sin problemas y todo transcurrió plácidamente en la superficie, pero con la carga terrorífica que esconde bajo tierra este fragmento cinegético. Estupenda intervención del contrabajo solista García Araque. La sesión se abría con la “Sonata para orquesta, Homenaje a Beethoven” (1999), de Enrique Rueda, profesor en el Conservatorio de Madrid, que creemos parte del acorde que abre la “Sinfonía nº 4” del Gran Sordo y de un “ostinato” que nos trae la base rítmica del primer Allegro de la “Sinfonía nº 7”. El discurso tiene un planteamiento tonal, aunque adquiere pasajeros acentos expresionistas y abunda en disonancias.

 Trifonov (1991), del que hablábamos en estas páginas hace unos meses a raíz de su recital para Grandes Intérpretes y La Filarmónica, posee un sentido especial de la construcción de la frase, una diferenciación de ataques y un criterio musical de altos vuelos, como demostró en la dificilísima, evocadora e irónica “Burlesque” de Richard Strauss. El permanente dúo con los timbales quedó expuesto diáfanamente. Suaves ataques y ensoñadas frases en aquellos pasajes en los que estamos ya oyendo las voces de la Mariscala y Octavian en “El caballero de la rosa” y lógica y pausada reelaboración de los temas principales en la primera cadencia. Sin problemas en las manos cruzadas y en los sutiles trinos. El breve “Preludio op. 9 nº 1” para la izquierda de Scriabin, tocado con sobria expresividad, fue el reclamado bis. Arturo Reverter

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