Razones para una dimisión

El pasado diciembre escribí una carta a mis compañeros de Patronato en el Teatro Real transmitiéndoles las razones por las que solicité al presidente de la Comunidad de Madrid mi relevo en la institución. Escribía “Creo que mis frecuentes y razonadas intervenciones en nuestras sesiones han ayudado al teatro a realizar actividades y también a evitar que realizase otras y, en lo personal, han sido diecisiete años gratificantes en muchos casos y desilusionantes en otros,  pero siempre hasta la última etapa habían pesado más los primeros. Desde que el ministro Cesar Antonio Molina tomase una serie de decisiones, que en su momento califiqué de desacertadas, he venido efectuando advertencias, a las que os habéis ido sumando algunos de vosotros, que el tiempo ha confirmado. Me produce una enorme tristeza comprobar cómo ha descendido la ocupación del teatro, el descriptible entusiasmo que provocan sus espectáculos y la drástica reducción de las reservas que la institución generó de 1997 a 2006 (unos 19 millones de una devolución de IVA y prácticamente otro tanto en varios fondos de reserva como el dedicado a grandes reparaciones, creado en su día a iniciativa de Ramón González de Amezúa y mía)”.

Entre las responsabilidades de un patrono está la aprobación de cuentas y presupuestos, responsabilidades que ya me son imposibles de asumir por no compartir su gestión económica y artística y por conocer asuntos que se le escapan a un patrono que no esté en el mundo de la música. Estoy absolutamente convencido que se incumplirá el voluntarioso presupuesto aprobado para 2013/14, generándose un nuevo déficit dentro de un marco legal que imputa responsabilidad penal a los miembros de los órganos de gobierno de entidades públicas que generen déficit. Hubiera deseado que el teatro siguiera, que ya no, con la política anterior de presentar al Patronato sus cuentas auditadas por una empresa de reconocido prestigio del sector. Tampoco podría en modo alguno aprobar que el Teatro Real pudiera acabar siendo la finca particular de nadie, ni que pudiese ser utilizada como vehículo para la consecución de fines personalistas alternativos.

Amo al Teatro Real desde que lo pisé por vez primera en los años sesenta con unas “Vísperas de la Virgen María” dirigidas por el maestro Odón Alonso y por ello me supuso una enorme satisfacción que Alberto Ruiz Gallardón contase conmigo para su Patronato fundacional como miembro de su Comisión Ejecutiva. Estoy también enormemente agradecido a Esperanza Aguirre y Jaime Ignacio González por haber mantenido la misma confianza llegando a convertirme en el único miembro del Patronato permanente hasta hoy. Sin embargo creo que en este preciso momento soy más útil a  la institución defendiendo sus intereses desde fuera de ella, con plena libertad, que dentro de ella. Éste es mi propósito. Gonzalo Alonso