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El barítono Carlos Álvarez dimite como presidente de su propia fundación. Diario de Sevilla, 01,dic,2005
Por Publicado el: 16/12/2005Categorías: En la prensa

Ópera con pelucas y minués DIARIO DE SEVILLA, 15 de diciembre

La conocida ópera de Massenet es uno de los títulos que, no por estar en el repertorio más habitual, puede competir en carga dramática y fuerza musical con otras muchas óperas más conocidas. En estos casos, sólo puede salvarse una función si hay una buena producción escénica y si actúan voces que sepan salvar la endeblez de la música. En este caso, tenemos la fortuna de volver a contar en el apartado escénico con maestros de la talla de Nicolas Joël, Ezio Frigerio y Franca Squarciapino, ampliamente conocidos estos dos últimos en el Maestranza desde hace años (Otello, Alahor en Granada, Las bodas de Fígaro, Nabucco y Doña Francisquita). Como es habitual en esta pareja Frigerio-Squarciapino, el lujo, la vistosidad, el colorido y la monumentalidad están asegurados.
La dirección escénica de Joël (Elektra y Otello en el Maestranza) es ágil y fluida aunque en las escenas de conjunto tiende a llenar excesivamente la escena de personajes, lo que emborrona un tanto la percepción de la acción principal.

El vestuario reproduce fielmente, como si fuese un cuadro de Fragonard o de Boucher, toda la estética de la Francia de la Regencia, con un gran despliegue de texturas, colores y tonos pastel muy en sintonía con el argumento y con la personalidad de la música. Los decorados de Frigerio, de gran monumentalidad y de una blancura impoluta, son también fiel trasunto de la arquitectura del Grand Goût, destacando especialmente el primer acto y la escena de San Sulpicio, con grandes estatutas y un telón de fondo con perspectivas y trampantojos. Lo menos logrado quizás fue un segundo acto bastante escueto y de poco interés escénico.

Con la complicidad de la iluminación de Vinicio Cheli, se consiguió un ilusionismo escénico de los más logrados en las últimas temporadas (gran cuarto acto).

Decíamos que unas buenas voces pueden paliar el tedio de la escucha de esta ópera. Alexia Voulgaridou posee una bella voz, de sedoso timbre y muy homogénea de colorido. Su fuerte fueron los momentos dramáticos, como el final del cuarto acto y el dúo final, faltándole por contra la sensualidad y la seducción del personaje. Algo corta de volumen, su voz se perdía en cuanto la orquesta apretaba un poco, no siendo tampoco su fuerte las coloraturas. Mucho mejor estuvo Bros, a pesar de que una clara indisposición le jugó malas pasadas en los actos segundo y tercero, arruinando su aria más conocida (Ah, fuyez); salvo estos momentos, mostró un fraseo pasional y una soberbia interpretación (especuialmente primer y cuarto actos), con un muy bello timbre y un sutil fraseo cuajado de medias voces. Merece ser escuchado en mejores condiciones. Corto de registro y aún más de volumen, Guarnera desdibujó su personaje. Sobresalientes los secundarios (Rodríguez y Moncloa sobre todo) y magníficas las secundarias, así como un coro que cada día se mueve en escena y canta mejor, especialmente las cuerdas femeninas. Bajo una batuta delicada y mimosa hacia las voces, la Sinfónica cumplió con buena nota el compromiso.
ANDRÉS MORENO MENGÍBAR

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