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Incredulidad
¿Radio Fórmula-Clásica?
Por Publicado el: 12/04/2007Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Otras músicas y otras actitudes

Otras músicas y otras actitudes
Una administración pública presentó a un intérprete de jazz en un teatro de ópera. Desde la misma entrada de artistas todo se percibía inusual hasta en los mínimos detalles. Así, por ejemplo, habían desaparecido unos ceniceros de pie en las puertas de acceso –el artista no podía oler humo a un kilómetro de distancia- o el personal de comunicaciones del teatro vestía vaqueros y sudaderas. Había claramente otro público, muy variopinto en edad y aspecto que, por cierto, llenaba la sala.
En el programa de mano ni un solo título de lo que se iba a interpretar. Por fin, con un retraso inusual en los conciertos sinfónicos, salieron a escena los artistas. A pianista no le gustó cómo había quedado colocada la banqueta del piano y tuvo que salir un empleado de la sala para “recolocársela”. Se la quedó mirando como diciendo “¿me gustas o no?” y no le gustó. A patadas la volvió a mover, las manos están sólo para las teclas. Y el público le aplaudió, riéndole la gracieta. Un hecho así sería inadmisible en la música clásica y seguro que alguien habría gritado “te pagamos por tocar, no por hacer el payaso”. Y tocaron, con bastante academicismo por cierto.
Y uno, cuando la música no le embauca, piensa. Y pensé en la cantidad de gilis que hay que aguantar. Me interesé por el artista y me informaron de sus exigencias en los contratos: “…un coche en el que nunca se haya fumado… ni una foto en la sala… y si cualquier cosa le molesta, el pianista se levantará y abandonará el concierto sin posible reclamación…” Va siendo hora de estrechar tragaderas. Pensé escribir una crítica y quizá hasta hubiese podido decir cosas, pero posiblemente serían las mismas sandeces que escriben de ópera quienes no saben de ópera. Porque no se puede entender de todas las músicas. Pero me pregunté qué pasaría si en un recital de piano con cinco sonatas de Haydn no se anunciasen los títulos en el programa. ¿Alguien sabría que eran? Y me contesté recordando que un crítico había preguntado al organizador de un recital cuál había sido la última propina. Éste le respondió “el segundo tiempo de la cuarta sonata interpretada en el programa”. Y decidí que “zapatero a tus zapatos” y no escribí nada.
Pero va siendo hora de estrechar tragaderas y no aguantar lo que no se debe aguantar. No lo deberían hacer los promotores y el público, al menos, no debería embobarse con tanta tontería. Un poco de seriedad y menos caprichos, por favor.

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