Crítica: Premier de “Pagliacci” y “Cavalleria rusticana” en Munich con Jonas Kaufmann
Premier de “Pagliacci” y “Cavalleria rusticana” en Munich con Jonas Kaufmann: despropósito escénico
“Pagliacci” de Leoncavallo. Ailyn Pérez, Jonas Kaufmann, Wolfgang Koch, Granit Musliu, Thomas Mole. “Cavalleria rusticana” de Mascagni. Yulia Matochkina, Ivan Gyngazov, Rosalind Plowright, Wolfgang Koch, Ekaterine Buachidze. Coro y Orquesta de la Bayerische Staatsoper. Francesco Micheli, director de escena. Daniele Rustioni, dirección musical. Bayerische Staatsoper. Munich, 22 de mayo de 2025.

Pagliacci Munich, Jonas Kaufmann y Ailyn Pérez
Tras décadas de las maravillosas producciones de Giancarlo del Monaco (1996) para el más celebre dúo de óperas veristas, la Bayerische Staatsoper decidió encargar una nueva a Francesco Micheli quien, no sólo no ha podido igualar las de su predecesor, sino que ha presentado algo totalmente cuestionable. Hay algunos elementos que comparten ambas obras, como unas cápsulas rectangulares que por un lado son vagones de tren y por otra los diferentes escenarios que el regista quiere plantear; unas maletas que mantienen a los protagonistas siempre entre viaje y viaje a ninguna parte o la incapacidad de saber qué hacer con el coro. “Cavalleria rusticana” sale mucho peor parada que unos “Pagliacci” que, más o menos, se salva de la quema. La obra de Mascagni es un despropósito desde su inicio, queriendo contar unos antecedentes de manera un tanto confusa con unas idas y venidas en el tiempo que llevan hasta la muerte de Mamma Lucia. Incluso se han cambiado los subtítulos porque lo de “sabré clavarte mi acero en el corazón” era incompatible con las escopetas de caza que portaban Alfio y Turiddu. En el final queda Turiddu con la dichosa maleta en medio del escenario -¿quizá viajando al otro mundo? no, la idea es otra- y una voz que anunciaba radiofónicamente su muerte, desapareciendo el grito de “hanno ammazzato compari Turiddu”. La intención de Francesco Micheli era la de contar una historia de emigración entre el norte y el sur de Italia, pero también entre Palermo y la ópera de Múnich. Por eso Turiddu no muere en “Cavalleria” sino que, con su maleta, viaja y se transforma en Canio. Vana pretensión que nadie que no se hubiese leído una entrevista con él o el fenomenal programa de mano podría entender. En fin…
Dada la cantidad de elementos de ambas producciones parece como si el teatro hubiese querido ahorrar en los cantantes, prácticamente todo desconocidos por nuestra latitud, excepto Wolfgang Koch, apurado arriba como Alfio, y la veterana y muy cascada Rosalind Plowright como Mamma Lucia. A la rusa Yulia Matochkina le queda trecho para frasear Sanzuzza, aunque su voz de mezzo tenga interés y su colega ruso, el tenor Ivan Gyngazov, parecía un alumno de Kaufmann por su timbre de lírico-spinto y manera de frasear. Ambos pueden hacer carrera con un poco más de formación.
Mejor fueron las cosas en “Pagliacci”, fundamentalmente porque regia y escenografía, a pesar de sus cosas, fue un desahogo respecto a la anterior. No perturbó demasiado, aunque hiciese reír al cambiar la misa en la semifinal del Mundial de 1970 entre Italia y Alemania. Tuvo dos protagonistas de altura. Jonas Kaufmann se mostró en plenitud de facultades vocales, entregándose al papel y dotándole de pasión con su notable inteligencia interpretativa. Es uno de los pocos papeles que actualmente aborda en escena. La soprano estadounidense de raíces mejicanas Ailyn Pérez, que ha abordado “Madama Butterfly” en el Real y el Liceo el pasado año, mostró que a Nedda le va mejor una lírica que las habitualmente ligeras. Su voz, rica y potente, acompañó perfectamente a Kaufmann imprimiendo personalidad a su personaje. Wolfgang Koch estuvo mejor como Tonio que como Alfio, aunque el vibrato fuese excesivo al forzar. Estupendo, más dramático de lo acostumbrado el Silvio de Thomas Mole.
Al final, ovaciones para los cantantes y también para Daniele Rustioni, que realizó una dirección orquestal más tendente al efectismo que al detalle. Algunas divisiones de opinión para la puesta en escena, aunque no tan sonoras como tras una escena de “Cavalleria”, cundo se oyeron ¡Buh! y protestas. Gonzalo Alonso
Es lo que pasa cuando la petulancia del presente ofende a la verdad textual del librero y a las anotaciones puestas en la partitura por el compositor.