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Por Publicado el: 24/01/2019Categorías: Noticias

Provocaciones excesivas sobre los escenarios

Escena de la ópera Carmen dirigida por Calixto Bieito

La obscenidad, propaganda sexual, blasfemia, coprofilia, violencia sexual y física irrumpen en los escenarios de toda Europa

Tras la representación de Carmen en La Scala el 7 de diciembre de 2009, el director Franco Zeffirelli declaró escandalizado ante la producción haber visto al diablo sobre el escenario: “Emma Dante – responsable de la dirección escénica – ha convertido a Carmen en un demonio. El espectáculo es el resultado de una elección equivocada, especialmente peligrosa para los jóvenes” – encuentre aquí el artículo entero -.

En las últimas décadas, la distorsión y degradación de la trama de los melodramas está ganando terreno a las producciones cuidadas y fieles a la intención del autor.”Estamos a años luz de los tiempos de Luchino Visconti, Franco Zeffirelli y Giuseppe Patroni Griffi” detalla Gaspare Prisca Cerasa en un artículo para el diario La nuova Bussola Quotidiana – acceda aquí -, “cultos, refinados, conocedores de la música y los matices más ocultos del alma humana, hijos de una generación que pasó por dos guerras mundiales, realizaron producciones que, aunque a veces eran sobrecargadas y redundantes, eran espléndidas, detallistas, construidas en torno al gusto por la belleza y el respeto total a los grandes compositores y libretistas”.

Las propuestas escénicas actuales han caído en un manierismo humillante y monótono durante los últimos años. Ambientadas habitualmente en la Segunda Guerra Mundial, los directores de escena acuden sin reparo a los desnudos integrales, la sangre y la escenografía abstracta.

Muy sonadas han sido las producciones de Calixto Bieito. Arropado por la transgresión, Bieito llevó la acción de ‘Un ballo in Maschera’ al franquismo, con los cantantes sentados en el retrete y la muestra de la sodomización mortal de un homosexual; su lectura de ‘La Traviata’ estableció una relación lésbica entre Violetta y su criada Annina; en ‘Don Giovanni’, el protagonista mantiene relaciones sexuales con su servidor, Leporello; en el ‘Rapto dal Serraglio’ Bieito construye el final con una orgía y una matanza; y en su ‘Armida’ de Gluck, el director de escena opta por el desnudo integral de los hombres frente a la heroína.

La pareja de directores Moshe Leiser y Patrice Caurier planteó escenas de sodomía en su producción de ‘Juana de Arco’ en La Scala, eliminadas por petición del director Riccardo Chailly. El italiano Pippo Delbono protagonizó uno de los montajes más desconcertantes con Cavalleria Rusticana/Pagliacci en la Ópera de Roma en abril de 2018. En ella, personas discapacitadas compartían escenario con el propio director de escena, quien intervino con monólogos y ballets innecesarios, lanzando flores a los músicos, lo cual provocó la queja generalizada del público.

Estos excesos se enmarcan en la denuncia de los males de la sociedad actual, siendo al mismo tiempo vehículo de transmisión de mensajes corruptos que reportan publicidad y renombre a sus creadores. Agentes políticos, directores artísticos, cantantes y profesionales del mundo de la música,  han favorecido una cadena de favores que soporta y enriquece el renombre de estos directores de escena.

Mientras el público denuncia entre abucheos estas producciones, los teatros aún miran hacia otro lado.

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Ifigenia de Gluck

Dejamos a continuación un vídeo de la producción de Bieito de ‘Un ballo in Maschera’, comentada arriba.

Un comentario

  1. hugo moya 25/01/2019 a las 20:15 - Responder

    Hay oficios que pierden vigencia por el adelanto tecnológico y/o sus consecuencias y quienes a ellos estuvieron dedicados ven perder el espectro de su clientela y sus ingresos. Ante lo cual es fácil caer en la tentación de lo trivial como novedad o en la vulgaridad, con total desconsideración para el público, en el afán de popularidad a cualquier precio. Muchos artistas responsables del valor de sus mensajes optan por esperar nuevas oportunidades, siempre con la meta de mejorar en el valor intrínseco de sus realizaciones en compensación a sus seguidores. Los comerciantes antes que artistas terminan mostrándose en su verdadera dimensión

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