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Por Publicado el: 15/08/2016Categorías: Crítica

Quincena Musical: Mozart no es Puccini

DON GIOVANNI (W. A. MOZART)

Auditorio Kursaal de San Sebastián. 13 Agosto 2016.

Versión semi-escenificada.

Este año ha echado a andar la Quincena Musical con San Sebastián como Capital Europea de la Cultura. Este reconocimiento parecería más que apropiado para ofrecer una edición extraordinaria del veterano Festival de Música. Pero no ha sido así. De hecho, la programación de la Quincena es una de las menos atractivas de los últimos años. Si como muestra vale un botón, en la programación no hay este año sino una única ópera, solamente en un día, y además en versión de concierto. Tendría que echar la moviola a mis años jóvenes para encontrar una ramplonería semejante. Está claro que para las autoridades donostiarras la música no forma parte de la cultura o, al menos, no forma parte de la cultura tal como ellos la entienden.

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Manuel Hernández-Silva

Esta versión de concierto de la obra maestra de Mozart ha venido lastrada por decisiones musicales difíciles de entender, y de las que hay que responsabilizar al director Manuel Hernández Silva. Una ópera de Mozart con una orquesta de 58 profesores no deja de llamar la atención, ya que más de una vez hemos asistido a óperas de Puccini con orgánicos semejantes. Si a esto se une que los cantantes se sitúan detrás de la orquesta y en un plano elevado para facilitar sus movimientos, está claro que los cantantes han estado muy preocupados desde el principio por hacer llegar sus voces al auditorio, lo que ha traído consigo una versión vocal de muy escasos matices y vociferaciones excesivas. A todo esto habría que añadir que Manuel Hernández Silva no parece concebir Don Giovanni como un drama giocoso (no es una ópera bufa, como se leía en los sobre-títulos) y se olvida en muchas ocasiones del mencionado calificativo de giocoso o alegre. Ofreció la versión más completa de la ópera, aunque llamó la atención los numerosos cortes que hizo en los recitativos. A sus órdenes estuvo una

buena Orquesta Sinfónica de Euskadi, que una vez más demostró que está más cómoda en escenario que en foso. El Coro Easo cumplió sin más con su cometido

Como digo más arriba, los cantantes han estado más preocupados en ofrecer decibelios que matices y eso en Don Giovanni es pecado mortal.

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Christopher Maltman

No cabe duda de que Christopher Maltman es uno de los más reconocidos intérpretes de Don Giovanni en la actualidad, pero su actuación me ha resultado decepcionante en este caso, aunque se encontraba en muy buen estado vocal, a diferencia de lo que le ocurriera hace un mes en Londres. Siempre he disfrutado con sus interpretaciones de Don Giovanni y del Conde Almaviva en Le Nozze di Figaro por el gran sentido e intención que da a todas sus intervenciones. Nunca le he visto cantar el personaje con tan pocos matices.

A su lado José Fardilha fue un más bien discreto Leporello, que domina el personaje, pero que ha resultado demasiado vociferante y con afinación dudosa, cuando menos. El aria del Catálogo dejó que desear.

La soprano rusa Irina Lungu lo hizo francamente bien en Donna Anna, demasiado estática en la pasarela elevada, pero exhibiendo una voz de calidad y buena línea de

canto. Le ayuda en su adecuación al personaje el color oscuro de su voz, tan típico de las voces eslavas.

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Irina Lungu

La soprano americana Nicole Cabell fue una Donna Elvira con voz de Musetta. Es una soprano lírico ligera de voz atractiva, que funciona muy bien en otro repertorio, pero en Donna Elvira hace falta un centro y unos graves de mayor entidad. No estará de sobra comentar que en más de una ocasión sus intérpretes han sido mezzo sopranos. Resolvió de manera satisfactoria el aria Mi tradí.

Toby Spence fue el más mozartiano de todo el elenco en la parte de Don Ottavio, aunque la voz no está sobrada de calidad. Uno de los pocos piani que se escucharon en la noche procedieron de su interpretación del aria Dalla sua pace, que fue superior a su interpretación del aria Il mio tesoro.

Miren Urbieta-Vega mostró una voz atractiva y suficiente en Zerlina, pero le faltó más gracia y picardía, como es natural, teniendo en cuenta su corta experiencia. Discreto el Masetto de José Manuel Díaz, un tanto basto. Finalmente, Daniel Giulianini fue un correcto Comendador, aunque sonaba más a bajo-barítono que a auténtico bajo.

La versión ofrecida era de concierto, aunque los cantantes actuaban sin partitura y moviéndose en una plataforma elevada. Hubo algunas proyecciones de videos al fondo, que no tenían mucho interés. El responsable de esta semi-escenificación fue Salva Bolta.

El Kursaal había agotado sus localidades y el público dedicó una cálida acogida a los artistas, aunque hubo bastantes deserciones en el segundo acto. Los mayores aplausos fueron para Christopher Maltman e Irina Lungu.

El concierto comenzó con 7 minutos de retraso y tuvo una duración total de 3 horas y 17 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 49 minutos, que no sirve para hacer comparaciones por los numerosos cortes aplicados a los recitativos. Cinco minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 72 euros, costando 37 euros la localidad más barata con visibilidad plena. José M. Irurzun

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