Ramón Paús presenta su segundo CD en Naxos

Tras la excepcional acogida que recibió el año pasado su álbum debut en Naxos, «Works for Viola», el compositor Ramón Paús (Castellón, 1956) presenta «Works for Piano», su segundo disco monográfico para el prestigioso sello internacional. Una selección de cuatro obras para piano solo escritas entre 2011 y 2016 e interpretadas por el aclamado Eduardo Fernández, Premio «El Ojo Crítico» de Música Clásica RNE 2016, quien también es dedicatario de dos de ellas: «Piano en Arlés» (2009) y «Estudio para Uracilo, un príncipe genómico» (2016), encargo del CNDM.

A través de estas obras, que expanden un catálogo pianístico en disco jalonado hasta la fecha por Azul de Prusia (Autor) y Piano Works (Sony), nos adentramos en un universo profundamente íntimo y sensual donde cohabitan libremente la fascinación de su autor por el cine, la bioquímica, el jazz y la expresión trascendental «sin distingos de géneros y funciones, siguiendo los dictados de su sensibilidad musical, tan ajena a los caminos trillados como a las tendencias o modas de un momento o de un entorno cultural determinado», en palabras del crítico José Luis García del Busto, firmante de las notas al disco.

«Works for Piano» pone la guinda a una temporada excepcional para el compositor castellonense marcada recientemente por su labor como comisario del ciclo pianístico «Formas del silencio» en la Sala Berlanga y cuyo colofón será el estreno absoluto de su Concierto nº 1 para clarinete bajo y orquesta «De las ciudades ajenas» los próximos días 23 y 24 de marzo en el Auditorio Nacional de Música de Madrid, con Eduardo Raimundo al clarinete y Juanjo Mena al frente de la Orquesta Nacional de España.

La música para piano de Paús resume admirablemente su personalidad creativa. Sus construcciones heteróclitas, confeccionadas a partir de ideas breves y yuxtapuestas sobre indicaciones expresivas que son para él «una especie de guion emocional», apuestan por un discurso libre inspirado en el arte y la sinestesia, la contemplación ascético-poética, la estupefacción ante la naturaleza, y un insolente sentido cantabile y armónico que le alinea con la escritura azul del jazz más libérrimo. Sus obras para el instrumento son fruto de la intuición y de un profundo trabajo reflexivo sobre las diferentes líneas y ritmos que conforman la armonía y los planos sonoros subyacentes al discurso pianístico.

Piano al origen (2011) fue estrenada el 28 de octubre de 2013 por Eduardo Fernández en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Dedicada «a una mujer velada» -la madre del compositores una obra suntuosa que se mueve entre la trascendencia expresiva -«entre sueño y vigilia» o «religioso, a modo de cantus firmus» figuran entre las anotaciones dinámicas- y una marejada rítmica punteada con notas breves.

Inspirada por el episodio/secuencia «Cuervos» de la película Sueños (1990) de Akira Kurosawa, donde se evoca la figura de Van Gogh, Piano en Arlés (2009) es una obra dedicada a Eduardo Fernández, quien la estrenó durante la misma velada que la anterior. Precioso trasunto sonoro del claroscuro, es así descrita por el compositor: «vemos a Van Gogh en Arlés caminando apresuradamente a través del campo, en busca de la luz. Mi pieza nació como si un piano personalizado observara esta situación y, al momento, empezara a sonar…»

Hermosamente titulada Estudio para uracilo, un príncipe genómico (2016), la obra más reciente del disco adopta como insólito protagonista una molécula del ácido ribonucleico, base del ADN. Homenaje a su descubridora, Rosalind Franklin, y dedicada a «Eduardo Fernández, otro príncipe», fue compuesta entre marzo y abril de 2016 por encargo del CNDM y estrenada el 7 de febrero de 2017 en el Auditorio de la Diputación de Alicante. Kandinsky, la naturaleza y un lirismo abstracto se entremezclan en sus compases como artefactos vivos y corpusculares.

Piano astrolabio (2014) fue compuesta entre mayo y junio de 2014 pero aún no ha sido estrenada en público. «Melodías lascivas y transparentes», «preguntas irónicas, no exentas de sarcasmo» y estados contemplativos («dejando transcurrir el tiempo, horas húmedas en el malecón») son algunas de las abstracciones que recorren esta pieza de ánimos cambiantes que reta al pianista con un «Vivace» a tres pentagramas desembocante en un abrupto, virtuosístico y sorprendente final.