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Por Publicado el: 04/09/2020Categorías: Recomendación

Recomendación: Igor Levit, Encounter

ENCOUNTER. Obras de Bach/Busoni, Brahms/Busoni, Reger, Reger/Becker y Feldman. Igor Levit, piano. 2 CDs. Sony

Confinamiento se escribe con b

Con b de Bach, de Brahms, de Busoni… No negaré que cuando leí los papeles promocionales de este disco sentí dudas: todo el mundo se apunta ahora a utilizar como argumento de venta las mil y una penalidades de nuestro encierro, en más de una ocasión con fines espurios. Pero después, al repasar el repertorio que había escogido Levit para la grabación me di cuenta de que la cosa iba muy en serio; fui enseguida consciente de los varios esfuerzos y compromisos que el pianista alemán de origen ruso estaba adquiriendo, pues se trata de un conjunto de músicas que forman un cuerpo nada fácil de digerir. Dicho de otra manera, tras una elección como esa no podía haber trampa emocional, y por eso resulta fácil comprender y aceptar que, efectivamente, se trata de un disco cuya escucha conlleva una reflexión realizada desde la soledad; que bien puede ser a su vez producto de otra, la sufrida por el propio intérprete, con los mismos mimbres que el receptor, al que podía sentir más cerca que nunca compartiéndola. Una especie de comunión a dos bandas a través de unas músicas casi siempre sublimes (en ocasiones más que eso), interpretadas con el corazón en un puño.

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Igor Levit

Igor Levit tiene treinta y tres años. Es el pianista joven que más me ha interesado en bastante tiempo. Ha grabado las Partitas y las Variaciones Goldberg, de Bach, y las Variaciones Diabelli y las 32 Sonatas para piano de Beethoven. En todos los casos se percibe a un intérprete que progresa día a día, que exprime con fuerza su tiempo de aprendizaje. Y los resultados son espectaculares. Su Bach es maduro, de empuje  clásico. Y su Beethoven, rompedor, original, fresco, osado. Pero lo que Levit consigue en este disco de alguna manera se separa de esas direcciones, porque supone un experimento que solo los muy maduros se atreven a abordar. Ya no estamos ante el pianista que se dirige al repertorio clásico y obligado para demostrar quién se es; es un típico disco de un pianista maduro que, un buen día se levanta y decide hacer, como si de un insólito y excelso capricho se tratara. Naturalmente hay que apoyar este tipo de grabaciones en un mercado absolutamente estúpido, lleno de nimiedades, recomendando su compra urgente para comprobar la verdadera grandeza de los medios de reproducción, tan maltratados por las plataformas del todo gratis. No; todo, no; esto, no. 

Encuentro es un conjunto muy diverso y extraordinariamente trabajado formado por transcripciones de obras de Bach, Brahms y Reger y una obra original de Morton Feldman. Los transcriptores son Ferruccio Busoni, Julian Beker y Max Reger, pero la parte fundamental del grueso de ellas queda en manos del primero, como es lógico y natural. Busoni interviene en la totalidad de los dos discos, con firma no ya espectacular sino crucial; como suele suceder con sus transcripciones, al ser comparadas con los originales resultan ser obras nuevas. Levit ha acertado de lleno al escoger las transcripciones de los Preludios corales BV B27 de Busoni, diez páginas de Bach incisivamente escogidas por él. Busoni acudió a varias series, y no directamente al Orgel-Büchlein, que quizá hubiera sido los más lógico. Efectivamente, en estos corales, un total de ciento cincuenta (de los que solo están anotados en el libro unos cien), está la gran recopilación de melodías luteranas que Bach clasificó y ordenó según los tiempos litúrgicos. Bach comenzó a trabajar en este proyecto en Arnstad, de cuya época es precisamente el  temprano e impresionante BWV 639, Ich ruf zu dir, Herr Jesu Christ (“Te llamo, Señor”) , que Busoni escogió para los diez de su lista. Bach trabajó en la serie hasta aterrizar en Weimar, donde lo completó. A ese período pertenecen otros tres de los elegidos, los BWV 617 (otra joya), 637 (de un calador recogimiento) y 615. Busoni no pudo resistirse a incluir el BWV 645, el primero y  más famoso de la serie BWV 645-650, conocidos como Corales Schubler (por el nombre del editor). Pero el resto los extrajo de las serie de los Preludios corales BWV 651-667 y BWV 690-713. De todos ellos, las transcripciones más acongojantes son las del BWV 665, Jesus Christus, unser Heiland (“Cristo, nuestro Salvador”)  y, sobre todo, la del BVW 705, Durch Adams Fall ist ganz  verderbt (“Adán, totalmente corrompido”) , una música absolutamente estratosférica que bajo la tenue pero penetrante luz del piano de Levit resulta espeluznante; una música por venir, de tan moderna.

Esta es la primera parte de la primera parte. Como se verá, sustancia pura, sin concesiones, música grande de esa que nunca se escucha pero que, en más de un caso, todos la sabemos situada en lejanas esferas. Pero hay más. ¿Qué música podría no hacer ascos a estas partituras únicas, en sana compañía? Levit ha apuntado bien. Qué mejor que Brahms, un verdadero punto y final para la forma romántica, que tantas y tantas vueltas dio a Bach tomándolo como punto de partida. Y de Brahms, dos música terminales, los Cuatro Cantos serios (en transcripción al piano de Reger, un profundo estudio sobre la obra que no se suele encontrar en sus catálogos al uso) y, sencillamente, la última obra del hamburgués, salida de su pluma en el verano de 1896, once preludios ¡para órgano!, cuyas transcripciones de Busoni toca tanto el cielo que quizá dé a la obra un sentido para todos nosotros más accesible. De los once de la BV B 50 de Busoni, Levit ha escogido para su grabación seis, los números cuatro, cinco, ocho, nueve, diez y, por supuesto, once, cuyas últimas notas escritas por Brahms remachaban el coral “Oh mundo, debo abandonarte”. Tardó unos meses en cumplir esta promesa.

El resto del segundo disco del álbum tiene mucho interés, pero, tras las transcripciones de los Lieder de Brahms, juega en otra liga. Nachtlied es un arreglo para piano  realizado por Julian Becker del tercer motete de la Op.138 de Max Reger, originalmente escrita para coro mixto a cinco voces sin acompañamiento. La música consigue conservar el tono de lo hasta aquí escuchado, que no es poco. Más nos cuesta no salirnos de él en la escucha de la página con la que concluye el segundo disco: Palais de Mari, de Morton Feldman, obra de estricta madurez.

Pero si los aspectos religiosos de los corales de Bach y la proximidad de la muerte en las obras de Brahms, expresadas en los Preludios op.121 como afirmación del espíritu bachiano, nos sumen en sopor mental de difícil gestión emocional, cuesta no salir de esta idea al escuchar la obra de Feldman, música admirable en sí misma pero que se desarrolla sobre un campo de enigmas más de corte intelectual que trascendente. Media hora de especulaciones sonoras repetitivas de orden bastante minimalista no es una receta adecuada para sanar las heridas producidas en nuestro corazón tras habernos enfrentado a Bach y Brahms. Por eso, mi consejo es escuchar la obra de Feldman como programa único, y en absoluto como conclusión alguna. Su mundo es otro, mucho más presente y dilucidador, pero para nuestro entendimiento, no para, por así decirlo, nuestra alma, todavía convaleciente de los dardos marcados con la b.  Pedro González Mira       

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