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Por Publicado el: 13/11/2009Categorías: Crítica

Renée Fleming en el Real: A falta de pan, buenas son tortas

Renée Fleming en el Real
A falta de pan, buenas son tortas
Obras de Britten, Rossini, Verdi, Strauss, Mascagni, Giordano, etc. Renée Fleming, soprano. Orquesta Sinfónica de Madrid. Jesús López Cobos, director. Teatro Real. Madrid, 12 de noviembre.
Fleming se arrodilló frente a la salida del toril y esperó allí al toro. Empezó por lo más difícil, nada menos que el aria de la “Armida” de Rossini “D’amore al dolce impero”, escrita para una soprano dramática d’agilita. El problema fue que la diva más glamorosa de nuestro tiempo –vestido de elegancia barroca- no es una soprano dramática ni una de agilidad y mucho menos ambas cosas juntas. De ahí que ni por arriba ni por abajo deslumbrase. Cerró la primera parte la larguísima escena de la Desdémona verdiana. Fleming lució en ella una voz muy bella y timbrada, cálida y algo justa de volumen en el registro central, así como intachable línea musical, pero el público no se entregó. Lógico: tampoco lo hizo la americana hasta casi acabar el concierto y, se puede decir más alto pero no más claro, en el Real se han escuchado canciones del sauce y ave marías muy superiores. Fleming no consiguió la morbidez de una Tebaldi, ni la dulzura de una Freni, ni las filigranas en fiato y medias voces de una Caballé…. Ni siquiera alcanzó el nivel de una Ricciarelli, a quien el público madrileño escuchó Desdémona en la Zarzuela y quien no pasaba de ser una segundona en su tiempo. López Cobos la acompañó contagiado del sonido de trazos gruesos de las mal seleccionadas piezas pachangueras de relleno.
Abrió la segunda parte con cuatro conocidas de Strauss, cantadas con gusto y con el estilo algo retocado por Gershwin, lo que no sucedía con la más pura Te Kanawa y en las que fue apagada por la orquesta por momentos. Llegó finalmente el bloque verista. En su interpretación no hay que llegar a resultar permanentemente histérico o lacrimógeno pero sí requiere, al menos, meter toda la carne en el asador y carne es lo que a la soprano le faltó. El verismo no se puede cantar desde la distancia, de forma que el “Troppo tardi” de Giordano parezca la narración de una espectadora que relata la muerte de Fedora en vez de ser ella misma agonizando. Hice la prueba: casi nadie conocía la bellísima página y nadie supuso que reflejaba alguien agonizando. La artista no se entregó ni para aprenderse de memoria las dos arias finales de apenas cuatro minutos que, para colmo, se incluyen en su último cd. Resumiendo, Fleming es de lo mejor hoy día, pero está a tantos años luz de las grandes del pasado reciente como los discursos de Zapatero de los de Azaña. El público, a pesar de añorar la Fleming de hace cuatro años, se acabó entregando y es que, a falta de pan, buenas son tortas. Gonzalo Alonso

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